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Ningún muerto a laburar

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(Soda, en 2007. Foto: Nora Lezano)

Celebremos: el “nuevo” disco de Soda Stereo está a la altura de la banda. Es una selección de canciones muy conocidas que se disfruta independientemente de su inevitable ligazón con el espectáculo del Cirque du Soleil que la originó.

Lo primero que sobresale después de una escucha general es que hay algo raro. Una extraña sensación  un presentimiento que no queda mal. Hay detalles que no estaban en las versiones que conocemos de toda la vida. Es que Charly Alberti y Zeta Bosio exploraron de manera profunda las grabaciones originales de la banda. El resultado, consensuado con la gente del Cirque, es un trabajo muy cuidado, que suena bárbaro y hace extrañar aún más a Gustavo Cerati, que, obvio, se destaca por sobre el resto a pesar de que ya lleva casi siete años de inactividad.

El disco es como la lista de un concierto un poco experimental que nunca fue. En una hora y veinte minutos se muestran todas las facetas de la banda y la evolución que Sodalos tres músicos tuvieron desde aquel lejano álbum debut plagado de new wave hasta los shows finales de la gira de regreso de 2007. Hay versiones en vivo, mashups, tomas descartadas y nuevas mezclas que logran un redescubrimiento allí donde no parecía haber otra cosa que el rock argentino más escuchado de los últimos treinta años. “Picnic en el 4°B” suena mejor, menos ochentosa. Por fin, “Te hacen falta vitaminas” y “Mi novia tiene bíceps” son una sola canción. La fusión de “Un misil en mi placard” y “Ella usó mi cabeza como un revólver” es muy efectiva. El momento “climático” con “Planeador” y “En remolinos” es tan obvio que resulta un placer. Hay momentos destacados, como “Un millón de años luz”, “Planta”, “Primavera 0” y “Cuando pase el temblor”, pero la perla es la toma semi alternativa de “De música ligera”, que muestra a un Cerati de voz tan potente como las guitarras que tocó en esa misma canción.

             

Cuando todo indicaba que el “no descansaré” con el que Cirque du Soleil promociona el espectáculo era un pie muy obvio para caer en el “muerto a laburar” del que habla Divididos, Sép7imo día se sostiene por sí mismo. Gracias totales.

Este breve texto sobre Soda forma parte de un artículo más largo que se puede leer acá.

El magnetismo

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En la introducción a su último libro, Simon Reynolds se refiere al glam con claridad y precisión suficientes como para que el lector se pregunte de qué diablos va a hablar en las 680 páginas restantes. Para los no iniciados, ese texto es más que suficiente: el periodista inglés brinda el panorama general de un movimiento que en unos años “resumió el espíritu de una época” y “se extinguió poco antes de la explosión del punk”. Lo mejor viene después. Como un golpe de rayo: el glam y su legado, de los setenta al siglo XXI (Caja Negra Editora) es un análisis exhaustivo, definitivo, abrumador e imprescindible sobre el género. Contiene doce capítulos que abarcan inicio, furor y decadencia del glam y una sección de textos cortos que reflejan los “ecos” producidos desde 1975 hasta 2016.

Como la mayoría de los periodistas, Reynolds tiene problemas a la hora de sentarse a escribir. “Sería un error decir que soy disciplinado, porque la verdad es que paso mucho tiempo posponiendo el momento de la escritura”, decía en 2013. En la misma entrevista, contaba que la cantidad de horas que había “perdido en internet” era “terrible”. “Podría haber escrito mucho más si tuviera la habilidad de enfocarme mejor”, agregaba.

Por suerte, a Reynolds a veces le agarran ataques de responsabilidad. En Como un golpe de rayo escribe muchísimo. Lo que haga falta. Por ejemplo, dedica dos páginas y media para explicar por qué Lou Reed tituló Berlin al disco de 1973. En el capítulo 6, dice: “Acaso el mejor modo de ocuparse de Roxy Music sea escribir acerca de ellos dos veces, hablar de los mismos individuos e incluso de las mismas canciones desde dos ángulos distintos”. ¡Y lo hace!

Para Reynolds, Roxy Music es uno de los dos elementos que conforman el “alto glam”, lo más refinado del género. El otro es David Bowie, que además funciona como columna vertebral a través del relato de la mayoría de sus trabajos e influencias. “En este libro, la palabra glam es una denominación elástica que se atribuye a todos los candidatos obvios, pero también a algunas figuras del pop y el rock teatral que no necesariamente aparecen entre los sospechosos de siempre”, dice el periodista. Entonces, Como un golpe de rayo presenta análisis y biografías de personajes como Marc Bolan, Alice Cooper, Iggy Pop, Gary Glitter, New York Dolls, Queen, The Sweet, Slade, Wayne County, Mud, Mott the Hopple, Suzi Quatro y Cockney Rebel, entre muchísimos otros.

Reynolds también deja claro que el glam se trató de una farsa pragmática de tipos que ya no sabían qué hacer para trascender. “El glam llamaba la atención sobre su propia falsedad”, dice, y afirma que el libro trata sobre “el poder de la ficción”: manipuladores, estrategas del entretenimiento que cambiaron la cara del rock y la de ellos mismos.

Oscar Wilde es mencionado en el libro como el “primer filósofo del glam”. Reynolds cita a Lord Henry, de El retrato de Dorian Gray, quien aseguraba que “ser natural no es más que una pose, y la más irritante que conozco”. Para Wilde, el arte debía ser “un velo más que un espejo”. Estaba en contra del realismo, una postura muy apropiada para el comienzo de los setenta, ideal para diferenciarse de los mandatos de los últimos años de la década anterior, que exigían coherencia, buscaban la verdad interior y promulgaban valores anti espectáculo. Los creadores del glam se dieron cuenta de que tenían que pararse en la vereda opuesta. Empezaron a actuar, a personificar héroes rockeros capaces de dominar el mundo a través de sus canciones. Se convirtieron en ilusionistas que disfrazaban su propuesta hasta lograr un espectáculo mágico y magnético.

Actuaban hasta en las entrevistas. Bolan y Bowie mintieron en varias oportunidades frente a los periodistas con tal de alimentar el mito. Eran personajes que derrochaban carisma, seducían todo el tiempo, incluso cuando todavía no habían encontrado el rumbo definitivo. Según uno de los testimonios del libro, Bowie “tenía el look de un ídolo mucho antes de haber alcanzado el sonido”.

Probablemente la farsa más hilarante fue una que no tuvo que ver con el glam: en 1964, un Bowie de 17 años se presentó en los estudios de la BBC como representante de la Sociedad para la Prevención de la Crueldad contra los Hombres de Cabello Largo. Defendió tener el pelo libre y se mostró en contra de la libertad con fijador. Era una mentira absoluta para lograr trascendencia mediática.

              

Pero sin dudas, el invento más redituable, el que cambió para siempre la vida del músico, fue la declaración que se publicó el 22 de enero de 1972 en Melody Maker. “Soy gay y siempre lo he sido”, dijo. Las fotos de la entrevista lo mostraban con un maquillaje refinado y un “corte de pelo que anunciaba un cambio de época”. El impacto fue total. La frase “hizo estallar de inmediato la carrera de Bowie”, que, inspirado en La ciudad de la noche, de John Rechy, y en la “vanguardia de la sensibilidad” de la cultura gay, se reinventó y estableció los parámetros de la nueva década.

Reynolds se encarga de aclarar en más de una oportunidad que todos los ingredientes del glam (el maquillaje, el vestuario, los accesorios, lo teatral) fueron utilizados de manera práctica o paródica, no reivindicatoria. Bowie no levantaba las banderas de la comunidad homosexual. No era un activista. El uso de ropas femeninas o maquillaje tampoco iba más allá de una simple herramienta.

“El hecho de que los artistas varones del pop hubieran decidido anexionar la provincia femenina de la moda y el embellecimiento no suponía necesariamente una señal de respeto por la mujer. Era tan solo una extensión de su vanidad, la conquista de un nuevo territorio para el ego masculino”, escribe Reynolds. Y agrega: “El glam, en tanto movimiento, se trataba sobre todo de hombres feminizados, pero no era feminista”. Era “el glamour como una espeluznante insistencia del yo”.

David Lebón lo explicó a la criolla en una entrevista de 2008 en La Voz del Interior: “En la Argentina de los ‘70 no había ropa para rockeros. Entonces, había que vestirse como mina. No te digo de polleras, pero sí remeritas y camisolas. Pasabas por negocios de varones y sólo había camperas, sacos y corbatas. Y pasabas por los de las minas y veías camisas divinas, con flores… Me compraba eso. El contexto no daba para travestirse, pero alguien tenía que hacerlo”.

“Hoy los hombres son más bonitos que las mujeres. Bowie me hace sentir realmente fea”, reconocía Suzi Quatro en 1973, la única exponente femenina del glam que logró ponerse a la altura de los hombres. El resto de las mujeres protagonistas del género (como June Bolan o Angie Bowie) trabajaron desde las sombras. Influyeron en la estética pero nunca estuvieron arriba de un escenario o en el estudio de grabación.

Musicalmente, el glam supuso “un retorno a las estructuras más sencillas del rock and roll de los cincuenta y de los grupos beat anteriores a la psicodelia, pero reinterpretadas a la luz de las técnicas de registro de sonido de fines de los sesenta y principio de los setenta”.

En el prólogo de Después del rock, el compilado de ensayos de Reynolds publicado en 2010, Pablo Schanton dijo que “el gran logro deconstructivo” del periodista inglés es haber eludido los clichés analíticos del rock “para focalizarse en la materialidad sonora y, a partir de ahí, sacar conclusiones más generales”. Aquí es donde Reynolds deslumbra en el libro: al hablar de música con pasión desbordante y el conocimiento en primera fila. Es inevitable salir corriendo a Spotify cuando dice cosas como que “2HB”, de Roxy Music, es una balada “que se diluye en una secuencia de saxo evanescente creada por la superposición de pistas grabadas fuera de sincro, lo que le da un efecto a mitad de camino entre la desorientación y la epifanía, como el que produciría el amanecer en un planeta que tuviera tres soles”.

               

Como todos los libros del inglés (los otros publicados en nuestro país son Retromanía y Romper todo y empezar de nuevo), la lectura se combina con la musicalización. Reynolds analiza todo. Desde T. Rex, que volvió “andrógino al rock”, le quitó virilidad, lo hizo delicado y ágil pero no le quitó intensidad; hasta el polémico Metal Machine Music de Lou Reed. Menciona la influencia de Anthony Newley en Bowie, señala a los Rolling Stones como precursores del glam y descarta a The Velvet Underground como un antecedente ineludible. Habla del shock rock de Alice Cooper sin dejar afuera a The Crazy World of Arthur Brown.

                   

“Cooper tiene tantos derechos como Bolan o Bowie a ser considerado uno de los grandes innovadores del glam. Al mismo tiempo que estos pioneros británicos -un poco antes, de hecho-, exploró el travestismo, hizo de la provocación un señuelo para atraer al público y los medios, adoptó la decadencia como concepto, como atmósfera, como un ‘ideal’, incluso, y hasta se permitió hablar abiertamente del uso que hacía de la mentira con propósitos de auto reinvención y autopromoción”, escribe Reynolds, a través de la muy buena traducción de Hugo Salas.

Los trabajos de Reynolds conforman una crítica de rock que se escapa de lo convencional. En todos sus textos aparecen referencias a la filosofía, la psicología, la literatura y otras ramas del pensamiento. Para Reynolds, El nacimiento de la tragedia, de Nietzsche, es “el primer gran aporte a la crítica de rock”. Además, se considera hijo de la prensa musical británica de la década del setenta. Periodistas megalómanos que escribían muchísimo y experimentaban con las formas. Críticos que, como dijo el propio Reynolds en Después del rock, “tenían la prosa arrogante de tipos que pensaban que sólo ellos tenían visión y que sólo ellos tenían las pelotas para percibir y dictar el camino correcto que la música debía seguir”.

“Quizás el ejemplo más importante del escritor de rock como profeta, a quien no leí sino hasta mucho después -luego de haber terminado mi proceso de formación- es Lester Bangs, que básicamente cambió el curso de la historia del rock, formulando la estética y el ethos del punk rock años antes de que el punk existiera. Los escritores a los que me aferré como lector adolescente del New Musical Express eran los equivalentes británicos de Bangs, en tanto eran partisanos, enarbolaban ciertos sonidos y promovían ciertas ideas de lo que la música debía ser y hacia dónde tenía que ir”, completaba en la introducción a ese libro de 2010.

Es curioso que Reynolds destaque esa forma de hacer crítica de rock porque sus textos no son polémicos desde las palabras. No son manifiestos de fanzine. Sin embargo, tienen peso. Sus descripciones y análisis contienen halagos, críticas, deslumbramiento o indiferencia. “La escritura en sí misma no tiene por qué ser necesariamente salvaje y delirante ni echar espuma por la boca como un perro rabioso; puede ser precisa, controlada, incluso severa. Pero su efecto debe ser como la Verdad dándote un puñetazo en la boca”, argumentaba, a lo Roberto Arlt en Los Lanzallamas. Y agregaba que la escritura de rock debería ser “ferviente, encendida, ridículamente polarizada en sus juicios; arriesgarse hasta el absurdo por tomar las cosas tan en serio; debería embriagarse con su propio poder”.

En 2013, Reynolds participó del Festival Internacional de Literatura de Buenos Aires. En una de las charlas que brindó, dijo que la música y los textos de crítica que la abordan terminan formando una simbiosis a pesar de que no necesariamente apuntan a lo mismo. Como un golpe de rayo alcanza ese objetivo. Confirma que la buena crítica provoca algo más a partir del rock y es -citando a Octavio Paz y por eso mismo reynoldseándola toda- “el olmo que sí da peras”.



Esta nota se publicó hace unos días en La Agenda con el nombre "Éramos tan proteicos". 

Llévame a un lugar con parlantes

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(Neto, de Misiones)

De alguna manera, el Taragüi Rock aplica la táctica del Caballo de Troya musical que necesitan las escenas de las provincias. Esto es, poner algunas bandas de gran convocatoria encabezando la grilla para atraer al público y así meter en un escenario excelente a un montón de grupos regionales que tienen poca difusión.

La quinta edición (12, 13 y 14 de septiembre de 2014) se realiza, como siempre, en el anfiteatro Mario del Tránsito Cocomarola, y resulta toda una señal por parte de la organización: el festival de rock de la región se hace en el escenario más importante de la provincia, donde en enero se hará el encuentro “mundial” de chamamé.

En 2013 había sucedido algo curioso: lo más atractivo del festival había estado en las bandas regionales. En conocerlas y escucharlas. Muchas de ellas tenían más para decir que los grosos nacionales que cortaban tickets. En esta edición, la cosa viene más o menos parecida.

El Taragüi Rock tuvo una etapa previa en la que 136 bandas de Corrientes, Chaco, Misiones, Formosa, Mendoza y Buenos Aires, se inscribieron para poder participar. Compitieron durante dos jornadas realizadas en el club Boca Unidos. Finalmente, la grilla quedó conformada por 26 grupos, entre músicos megafamosos, invitados de la región, Paraguay y Brasil, y los ganadores de esa doble competencia.

Organizado por el Instituto de Cultura de la provincia de Corrientes, el festival busca hacer lugar a las bandas locales, que en muchos casos vienen tocando desde hace tiempo sin lograr demasiada difusión. Integrar musicalmente a la región es un propósito explícito. Lo dicen sus organizadores.

El Cocomarola posee un escenario grande, con un sonido excelente y buena puesta. Con entradas accesibles (100 pesos los dos primeros días, 120 el domingo), los correntinos y chaqueños (Resistencia está a diez minutos en auto, apenas cruzando el puente) tienen un festival para destacar.

El día uno arranca a las 17.30. Los encargados de abrir el festival son los Impuntuales, de Jardín América, Misiones. Se trata de un cuarteto de pibes jovencísimos que escucharon mucho a Andrés Ciro. Buenas voces, lindos temas, pero caminan hacia el más de lo mismo con ciertos tics piojosos y una armónica que resulta contraproducente para lo que hacen. Ante no mucho público (en todos los festivales, la mayoría suele llegar tarde) tocan estrictos treinta minutos y se despiden con “un tema que habla de Misiones”, también dedicado a Cerati. Allí cantan de tierra colorada, sangre guaraní, surubíes y el río Paraná.

Simónimos, de Corrientes, es una grata sorpresa. Garage pop de guitarras, con look rockeramente cuidado. El grupo arranca a las 18.15. “Queríamos tocar a esta hora porque queríamos ver a cuántos les gusta el rock. Porque a los que les gusta vienen temprano”, agita su cantante desde el escenario, ante no más de 300 personas repartidas por todo el anfiteatro.

Hasta acá, la organización del festival viene tan impecable que los correntinos de Hasta La Barba arrancan cinco minutos antes de lo que anuncia la grilla. La banda, con hinchada agita trapos, despliega su combo fiestero con cantante a lo Pastillas del Abuelo.

La Gente, de Chaco, aparece después. Rocanrol con caños y nombre un poquitín demagogo, son un éxito para el público, que a esta altura ya ronda las dos mil personas. El cantante, que para el horror de la humanidad imita a Junior de La 25, tira un “huele a la chaqueta de Otto acá, eh”.

Cuando ya está de noche aparecen los Neto, de Misiones, para meterle poder y calidad al escenario. Hip hop, salsa, funk, reggae. “Ven a bailar el ritual del litoral”, agitan sus dos cantantes. “Esto es Neto, de la Triple Frontera, papá”, dicen. La rompen.

La Murga, de Corrientes, es la única banda regional que toca más de media hora. Son los mimados de la jornada. Festejan sus veinte años. Son de Goya, la segunda ciudad de la provincia, donde se hace la Fiesta Nacional del Surubí, dice el presentador. Musicalmente un poco estancados en los noventa, hacen un rock “divertido” (ska, reggae, letras loser irónicas). Hablan del “olor a río” y repuntan cuando se ponen menos fiesteros. “Si Argentina se queda sin rock, que venga para el Nordeste”, dice su cantante, parafraseando la famosa frase que habla de la ayuda correntina.

Luego llegan los dos pesos pesados de la fecha: Guasones y Los Cafres. Tienen ganado al público desde el vamos. Cuando los platenses suben al escenario, el anfiteatro ya tiene cubiertas sus tres cuartas partes, más de diez mil personas. La noche es agradable. La gente canta las canciones, toman la cerveza que reparten los mozos (!) por todo el predio y aplauden a rabiar el breve homenaje a Cerati que emiten las pantallas antes del set de la banda de Guillermo Bonetto.

El día dos comienza con los Norte Mestizo, de Corrientes. En la pantalla se ve una wiphala con un Cristobal Colón en el centro que muta en zombi. Mientras la banda hace su metal alternativo con buenos pasajes melódicos, los mozos están sentados, tomando tereré. No hay cien personas y suena tremendo.

Puche Hae, de Corrientes, es un dúo que tras un comienzo fallido levanta vuelo. Recomienda escuchar el disco, Rock de quinta, “ahí no falla el pedal”.

Transmisión es una gran sorpresa: un excelente trío correntino y elegante que remite a Invisible. “Aguante el NEA, hay que empezar a mirar un poco más acá. Gracias a los que vinieron temprano a hacer el aguante a las bandas locales”, dice su cantante, Marcelo Baiduk, desde el escenario.

El apoyo a las bandas locales en Corrientes y, especialmente, la posibilidad de tocar en este tipo de escenarios, es fundamental por estos días en que los increíblemente fachos miembros de la agrupación (atenti al nombre) Unidos Por el Silencio vienen avanzando de manera brutal contra el under de la provincia. “El intendente Fabián Ríos se comprometió a no permitir la actuación de bandas de rock fuera del predio del ex Hipódromo”, dijo Jorge Echeverz, coordinador general de UPES, según informó el diario Época el 4 de enero de este año. En la nota, Echeverz agregó que el secretario de Ambiente, Félix Pacayut, les aseguró que aplicará “a rajatabla” el artículo 14 bis del Código de Nocturnidad local, que prohíbe la actuación de grupos musicales en domicilios particulares. “Pero lo que más satisfacción nos da y nos hace pensar que estamos ganando la batalla –continuó -, es que hoy podemos transitar por diversas zonas de la ciudad y ver reuniones y cumpleaños que se festejan sin música cuando antes parecía algo imposible. Eso demuestra que algo está cambiando para bien en Corrientes y nosotros somos parte de ello”.

Junto con Transmisión, La Buena Violencia de la Mente (foto) es lo mejor de la segunda jornada del Taragüí Rock. También correntinos, poseen dos discos editados desde sus comienzos, en 2007. Rock de la mejor escuela argentina setentas: progresivo y psicodelia. Sorprenden y deberían sonar en todo el país.

Cuando aparecen los metaleros correntinos Cráneo, el Cocomarola no tiene más de 300 personas. Las promotoras épicas del diario Época no entienden nada. Los punks que esperan a Attaque no quieren entrar aún al predio. Hacen campamento de escabio en las avenidas que rodean el anfiteatro.

Disturbio, de Formosa, llega después. Bien puesta en la grilla, su rock por momentos “attaquero” encaja en la jornada. Néctar, de Posadas, suenan poderosos con su show a la RATM, aunque con un violero más Mollo que Morello. Son muy aplaudidos. La gente aprueba.

Pez sube en silencio cerca de las diez de la noche. El trío recibe los aplausos de los escasos seguidores (unos 150) y la indiferencia del resto. Arrancan con “Desde el viento en la montaña hasta la espuma del mar”. “Acá es cuando deberíamos decir ¡Huuuoola Corrieeeenteeeees!, pero nosotros no somos así”, dice Ariel Minimal desde el escenario. Repasan temas de todas las épocas y presentan algunas de las canciones que forman parte del (por entonces) inédito disco, El Manto Eléctrico.

(Ariel Minimal, de Pez)

Sobre el cierre del día, los Attaque 77 mechan hitazos con éxitos para fanáticos y conforman a todos. Sobre el cierre, Mariano Martinez pide un gran pogo, pero no el más grande del mundo (“ése es del Indio”).

El domingo, los plomos de Illya Kuryaki & The Valderramas gritan “Chanooooo, Chanoooooooo”. Repiten muchas veces el nombre del cantante de Tan Biónica. Es un mantra que sirve para chequear los micrófonos. En toda la zona sur de la ciudad retumba esta prueba de sonido que se realiza tarde, sobre la hora del comienzo de la tercera jornada. Son más de las cinco y las puertas ya deberían estar abiertas. En cambio, hay una gastada al ícono pop teen actual, nubes que amenazan con continuar con el chaparrón que demoró todo (la otra versión culpa a la consola biónica) y poco público esperando por ingresar.

Durante las primeras horas del domingo, una fuerte tormenta cayó sobre la ciudad y a las cinco hay charcos sucios y todavía está nublado, como dice la canción de Manal. Pero este día no está hecho para blues melancos, sino para todo el funky futurista de IKV y la noche mágica de Chano. El piberío biónico hace la cola desde temprano y se prende a la valla apenas se abren las puertas del anfiteatro, a las siete de la tarde. Entonces, las fanáticas de Tan Biónca recibirán una dosis de rock paraguayo, brasilero, punk formoseño, rock progresivo psicodélico folclórico, hip hop, funk y soul antes de escuchar las canciones por las que pagaron la entrada.

Los primeros del domingo son los chaqueños Otra Vuelta, reggae muy amable. Sigue el pop de los Vestida de Novia, nombre que hace alusión a la birra con envase escarchado. La única banda de chicas del festival aparece entonces: Yucca, cuarteto formoseño en plan Eruca. Luego llegan los excelentes Trem Imperial, de Brasil; otros formoseños, Funkosa (“funk del nuestro”) y los paraguayos con nombre chespiritésco Villagrán Bolaños.

El rock aparece de la mano de los más folcóricos. Los excelentes Guauchos llegan a su región con la chapa del premio Gardel y una reciente gira española. Además, tienen a Hilda Lizarazu como invitada. Dejan el tereré al costado del escenario y la rompen con un set eléctrico que por momentos recuerda al Cerati de Ahí Vamos. Llévame a un lugar con parlantes y que nos vuele la sonoridad por el aire. La intensidad es tanta que a Federico Baldus, antes conocido como el tímido del grupo formoseño, le agarra un ataque de Charly García y de Tete Iglesias y se pone a correr por todo el escenario, saltando por encima del baterista Juan Manuel Ramírez, que nunca lo ve pasar y se va a enterar después, cuando se lo cuenten.

Para empezar a cerrar el festival, ante un anfiteatro casi repleto, los Illya Kuryaki brindan un show de clásicos imbatibles y las canciones nuevas que más se destacan. La combinación de IKV más el gran sonido del Cocomarola resulta uno de los mejores sets del Taragüí.

Tras casi una hora de espera, Tan Biónica aparece en el escenario, tapando los alaridos de las chicas con los alaridos de Chano Moreno Charpentier. Las canciones del grupo se extienden hasta la madrugada del lunes laboral. Otra vez es un éxito.

Crónica sobre el festival Taragüi Rock 2014 publicada en la revista Rock Salta número 21, de febrero de 2015. Todas las fotos son de Marcelo Silvero (Facebook Taragüi Rock).

¿De dónde salieron ustedes?

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(Perro Ciego. Foto: Carolina Vera)

El rock de las provincias sufre la costumbre argentina de decir no. En un país centralista, lo que no pasa primero por Buenos Aires es ninguneado por propios y extraños. Sin embargo, existe una tradición de bandas en todas las regiones. Cada una tiene influencias diferentes. Les cantan a cosas distintas y se alimentan de sonidos y palabras particulares que forman pequeñas historias dentro de la gran historia.

Muchas de estas escenas gozan de un salto de calidad que las ha hecho crecer y proyectarse pero, en general, todavía sufren los padecimientos del amateurismo. Sin embargo, les alcanza para formar parte de la reinvención de todo el rock argentino, que apunta hacia los movimientos independientes y comienza a conformar una red federal de grupos difundidos de manera online. En 2015, la Guía REC calculó más de cuarenta sellos de gestión colectiva que engloban más de 300 proyectos en todo el país.

Cada vez con mayor frecuencia aparecen publicaciones que dan cuenta de esos caminos recorridos. La más reciente quizás sea el libro “Rock en Misiones. Canciones con historia”, de Lara Schwieters, que se publicó hace pocas semanas. Y hay varios ejemplos más. En 2015 aparecieron “Viaje eterno. Antología de letras del rock jujeño”, de Edgardo Gutiérrez; y “Estabas ahí”, de Tony López, la biografía de Perro Ciego, una excelente banda salteña que en julio cumplirá 28 años.

               

El año pasado se editó “Aún sigue cantando”, la monumental obra del periodista Roly Giménez. Un libro de casi ¡800 páginas! que da cuenta de “55 años de rock mendocino”, una cifra que no cierra por ningún lado, ya que se supone que el rock nacional comenzó oficialmente en algún momento entre “La respuesta”, de Los Gatos Salvajes; “Rebelde”, de Los Beatniks; y “La balsa”, de Los Gatos. Canciones grabadas entre 1965 y 1967 que funcionaron siempre como despegue para la cultura rock en Argentina. Pero a medida que las provincias desempolvan sus bandas locales se instala con mayor fuerza la necesidad de un repaso que las incluya. Y esas historias no siempre respetan el calendario sacralizado, como también ocurre con el documental cordobés Radio Roquen Roll, de Martín Carrizo, que el mes pasado estrenó su segunda parte.

Giménez tardó “21 años y diez meses” en escribir el libro. En algunos casos, investigó sobre hechos que no estaban publicados en ningún lado. No había crónicas periodísticas ni audios que los respaldaran. Tuvo que reconstruir la historia del rock mendocino a partir del testimonio de los protagonistas. Por eso, “Aún sigue cantando” es, en general, una historia oral mezclada con datos que ayudan a contextualizar. Para colmo, debió bancar la publicación por su cuenta. “Las dos o tres veces que intenté pedir ayuda a Cultura me dijeron que no había dinero. Finalmente, junté la plata con mi mujer. Es una edición cara: mil copias me salieron 200 mil pesos hace un año”, cuenta, y reconoce que es muy difícil que pueda recuperar la inversión. “Pero no era mi intención ganar plata”, aclara, y destaca los trabajos del editor Darío Manfredi y el artista Andrés Casciani, que se encargó de las ilustraciones: “Ellos fueron pilares para que este libro saliera como salió. Y lo hicieron de onda, sin cobrarme un peso. Así se hacen muchas cosas en Mendoza”.



Como escribió Dante Panzeri, para adelantar quizás haya que retroceder. Lo antiguo puede no ser caduco. El largo trabajo de Roly valió la pena. “Aún sigue cantando” recupera grupos, canciones, poetas, bares y ciudades que no formaban parte de la historia oficial de nuestro rock. Aporta una mirada novedosa con material viejo.

En el comienzo del libro aparecen bandas que en los 60 se les plantaban a los que luego serían próceres. “Cuando Sandro nos escuchó tocar no quería subir, no quería cantar. Nos dijo: ‘Flaco, ¿de dónde salieron ustedes?’. Tocábamos todos bien, éramos todos músicos de primera línea, habíamos estudiado”, cuenta Carlos Roney, ex guitarrista de Los 4 Planetas, en uno de los primeros capítulos.

La pregunta de Sandro (otro ignorado por la mirada oficial del rock argentino) tiene un mensaje implícito que se extiende hasta hoy y rebota en una escena nacional en la que varios consagrados, como Charly García, por ignorancia o sencilla mala onda para con las nuevas generaciones, aseguran que no hay nada nuevo ni bueno bajo el sol. El rock emergente del tándem Buenos Aires - La Plata tiene muestras de sobra para refutar esa teoría y todo el tiempo se suman grupos de otras ciudades. El rock de las provincias no se queda atrás y además posee una historia poco tenida en cuenta que la alimenta.

El periodista Diego Giordano, autor del libro “Inédito. Rock subterráneo en Rosario 1982/1987”, asegura que la escena de rock rosarina actual es excelente en términos artísticos. “Hay bandas realmente muy buenas, como Mi Nave, Alucinaria, Ponzonia, Amazing Ruckus Trip, Aguas Tónicas y Santa Fulgora, o gente del palo de la electrónica, como Jeremy Flagelo, Lesbiano o los Mini Bruto. También hay solistas excelentes: Víctima del Vaciamiento, Prima Limón, Päl Das Shutter, Flor Croci, Tano Viamonte y Jubany son los que más me gustan. Y existe un puñado de sellos que editan música de alta calidad: Discos del Saladillo, Júbilo Discos, Soy Mutante, Polvo Bureau y Pis Records. Pero la lista es incompleta, seguro que me estoy olvidando de otros proyectos igualmente valiosos”, dice.

                

Algo similar opina Juan Manuel Pairone, músico, periodista y productor, que compiló y editó los textos que conforman el libro “Esto es una escena” (2016), que retrata la actualidad del rock cordobés: “Podemos hacer una foto de lo que está sucediendo ahora pero es parte de un proceso más amplio que podemos hacer extensivo a los últimos diez años. Creo que en los últimos dos o tres años hubo un impacto cada vez mayor de ciertos discos y ciertas bandas que pudieron tocar en festivales o abrir shows internacionales o de bandas nacionales grandes. Eso les ha dado otra visibilidad. Y también hay un acompañamiento de los medios más grandes mucho más notorio que hace tres o cinco años”, explica.

Eduardo Marcé, que escribe en medios regionales del Noroeste como Rock Salta, Tucumán Rock o la revista La Imberbe, cree que la actualidad del rock tucumano “es bastante buena” y para respaldar esa idea aporta un dato bastante sorprendente para una escena pequeña: sólo el año pasado aparecieron más de cincuenta discos o EPs. Y este año podrían ser más.

“La realidad del rock es siempre complicada. Creo que hay predisposición de los medios y de algunos bares pero haría falta mayor acompañamiento del público”, dice Rogelio Martínez, que desde la ciudad de Eldorado lleva adelante el blog Rock Misionero, un catálogo completo de grupos de la zona del Noreste y el Litoral.

La falta de apoyo del público es un clásico del rock de las provincias. Ocurre en todas las ciudades, con vaivenes y variaciones. Históricamente han sido pocos los momentos en los cuales la gente asistió en gran número a los conciertos de los grupos locales. Pero es apenas el primer elemento de una lista de falencias crónicas que también incluye la necesidad de conseguir más lugares para tocar, revertir la escasa difusión en los medios y obtener ayuda estatal para poder desarrollarse.

“Siempre falta algo, pero no sabría decir qué. Por ahí a alguna banda le faltan canciones, otra capaz que está buenísima pero no la va a ver nadie. Hay algunos lugares pero falta ese lugar, falta ese apoyo”, dice Marcé.

Para Martínez, en Misiones “el apoyo del público existe, pero podría ser mayor”. “Hay un circuito que hoy en Posadas es relativamente fuerte: unos siete u ocho lugares donde semanalmente salen recitales. Con diferentes características cada uno, pero en general las bandas pueden tocar sin pagar y sin perder plata. En el interior de a poco se va desarrollando un circuito. En cada localidad surgen uno o dos lugares donde se toca dos, tres veces al mes, generalmente con un derecho de espectáculo de alrededor de 40 o 50 pesos”.

Giménez dice que actualmente es muy difícil hacer rock en Mendoza. “Los lugares están cerrados o muy perseguidos por los inspectores municipales o de Rentas. No hay un apoyo del Estado para que la música y el arte en general se desarrolle. Los teatros principales de Mendoza, como el Le Parc o el Independencia, prácticamente no funcionan. La política cultural del actual gobierno de Cambiemos es casi nula. No es un error, creo que saben lo que hacen”, explica, y agrega una característica que va más allá de los gobiernos de turno: “El público mendocino es reacio a consumir cultura. Si bien ahora la economía doméstica impide a muchos concurrir a ver un espectáculo, también es cierto que la gente no va ni siquiera gratis. Hoy en día meter cincuenta personas en un show es un logro. La mejor época del rock mendocino fueron los años que van desde 1985 a 1988. Luego hubo un pequeño reverdecer en el período 92-94. Desde ahí siempre fuimos para atrás a nivel popularidad”.

Para Diana Acebo, autora del libro “Pampa y Rock. Una aproximación a la historia del rock en La Pampa”, publicado en 2014, las bandas de esa provincia tienen poco apoyo en general: “En los medios no hay mucho espacio para las bandas de rock. No hay muchos lugares para tocar. Hay dos lugares privados que no son los más propicios. Creo que ni les pagan, les hacen canje por cerveza. Por eso no hay casi bandas. Es medio difícil hacer rock acá en la provincia”.

Acebo, que al igual que Giménez investigó durante años el rock de la provincia, cuenta que el mejor momento de la escena pampeana se dio en los 90. “Había muchísimas bandas, muchos lugares para tocar. Organizaban fiestas y recitales donde tocaban tres o cuatro bandas y el control municipal no era tan estricto. Ahora es mucho más estricto. Eso hace que los espacios no proliferen”, explica, y dice que en La Pampa “hay una tendencia a pensar que todo lo que tiene que ver con los jóvenes es peligroso, es arriesgado”. “Que no es nuevo, pero es lamentable que siga pasando -continúa-. La Policía detiene chicos porque los considera sospechosos, se los llevan a la comisaría, les pegan. Ojalá que nuestra sociedad madure lo suficiente para cuidar el recurso más importante que tiene, que son sus jóvenes. Hay que apoyarlos y generar políticas culturales”.

David Viera, baterista del cuarteto fueguino Cuervonegro, da su visión desde Ushuaia, donde, dice, los lugares para tocar son pocos. “Los propietarios de los boliches les dan prioridad a las bandas de covers”, cuenta. “Esta es una localidad chica. Si en una tocada te van 100 o 150 personas, la verdad que sos un éxito”, agrega. “Internet nos ha abierto mucho las puertas a las bandas de acá, que nos cuesta muchísimo grabar cosas de calidad, producir. Estamos en una isla a tres mil kilómetros de la capital, y se hace muy difícil. Recién ahora las bandas empiezan a profesionalizarse. Antes era imposible. La mayoría de las bandas masterizan en Buenos Aires, Brasil o en algunos otros lugares. Lo mismo con las plataformas para escuchar. A nuestro disco lo podés escuchar en todos lados”, explica.

            

“El gran problema de la escena rockera de Rosario fue siempre el mismo: muchos músicos, pocos lugares para tocar, falta de una legislación inteligente y moderna para la música en vivo, y escasa difusión por parte de los medios grandes. El momento actual es poco alentador porque se están clausurando espacios por motivos ridículos. Es por eso que la escena subterránea de la ciudad se desarrolla en lugares que podríamos llamar ‘clandestinos’. Los mejores recitales que vi en los últimos años se realizaron en terrazas o patios de casas particulares”, dice Giordano.

Precisamente en Rosario se instaló un debate a partir de una interesante y extensa nota sobre la actualidad de la escena local que publicó la web Rapto. Allí está planteado el asunto que se discute en todas las provincias y que se podría resumir en una pregunta más o menos así: ¿Cómo puede ser que con tanta historia detrás sigamos enroscados con las mismas taras de siempre?


La historia oficial del rock argentino está plasmada en el libro que Marcelo Fernández Bitar publicó por primera vez a mediados de los 80 y que hace dos años se reeditó de manera definitiva. Allí se establecieron los parámetros. “El libro, tanto en su versión original, de 1986, como la de 2015, lo subtitulé ‘Una investigación cronológica’. O sea, partí de toda la información que encontré en revistas y en testimonios de protagonistas. Si en alguna Expreso Imaginario había alguna nota grande sobre el rock en Chaco, ese dato lo incorporaba, pero no encaré una investigación propia de qué pasaba en cada provincia. Es más bien una recopilación, centralizar en un libro todo lo que se venía diciendo en lugares muy dispersos”, dice.

En el libro y en el método de trabajo de Bitar se percibe que el rock en nuestro país siempre utilizó a Buenos Aires como un filtro fundamental para la popularidad o la trascendencia mediática. Lo que no resuena en la Capital no existe para la mayoría del público, los productores y los medios, excepto como un dato de color que aparece cada tanto.

“En los primeros veinte o treinta años del rock en Argentina Buenos Aires era absolutamente ineludible por lo difícil que era grabar un disco. Los estudios de grabación eran muy pocos, eran muy caros, pertenecían, en general, hasta mediados de los 80, a las compañías discográficas. Después empezaron a florecer los estudios independientes. Pero la manera de llegar en los 60, 70 y principios de los 80 era por una compañía discográfica o de alguna manera grabando con ellos en esos estudios. La producción independiente comienza a tomar forma con MIA, con los Redonditos, pero todavía con los costos de un vinilo. Creo que hoy por hoy el panorama de estos quince, por no decir veinte, años, es completamente distinto. Grabar el disco no es un problema, es bastante sencillo, accesible. El tema clave es la distribución o, mejor dicho, la difusión. La distribución puede hacerse por internet en una página de descarga gratuita. El tema es cómo la gente se entera que esa página existe, que hay una descarga gratuita y que es interesante buscarla. El desafío actual es ése. Encarar cómo se hace la difusión. Grupos que han trabajado con redes sociales, con Facebook, han tenido respuesta enorme. Un caso típico es Lisandro Aristimuño, que armó prácticamente toda la base de su popularidad actual en todo el país contactando gente por Facebook. Los contactaba él, organizaba pequeños recitales acústicos y recorría todo el territorio. Si para la trascendencia y la popularidad masiva es necesario pasar por Capital Federal hoy por hoy, seguramente sí, porque popularidad masiva estamos hablando de llenar estadios, una cosa realmente gigantesca como Abel Pintos o La Beriso. Me parece que en ese nivel ya tal vez es importante llegar a una multinacional o a una difusión masiva en radios de alcance nacional. Pero todo el paso previo (los comienzos, tener una cantidad de trabajo bastante respetable y que se pueda vivir de eso) creo que puede funcionar con las redes”, explica Bitar.

Para las bandas fueguinas, la posibilidad de desarrollarse en otras provincias es “cero”. Viera pinta un panorama imposible de enfrentar para una banda de músicos autogestionados que si consiguen empatar los costos de una fecha se sienten muy contentos: “La ciudad más cercana es Río Grande y la otra es Río Gallegos, que está a 800 kilómetros, y (para ir) tenés que cruzar dos fronteras y cruzar una barcaza por Chile. Por ejemplo, para sacar instrumentos y equipos tenés que presentar un expediente en la Aduana. Imaginate lo complicado que es. Después tenemos una localidad en Chile, que es Punta Arenas, pero es complejo. Una vez fueron unos amigos a tocar ahí y casi van presos porque había una ley que consideraba que tocar era trabajar y no podían trabajar extranjeros. Se armó un lío bárbaro. Lo que es región patagónica es muy complicado. Y para salir en avión a Trelew o Comodoro Rivadavia tenés que ir vía Buenos Aires. A veces ponen un vuelo por semana, no podés volver al otro día. Si vas un viernes, para volver el domingo tenés que ir vía Buenos Aires. Y un pasaje a Buenos Aires te sale entre 6 mil y 8 mil pesos”.

En Tucumán, donde una banda local puede convocar entre cien y 150 personas en una buena noche, hay una problemática similar en relación al intercambio con grupos de provincias cercanas. “Estamos a cuatro horas de Salta y en Salta no pasa nada con las bandas de acá -dice Marcé-. Algunas van, Vampiro Indio va. Pero no sé si hay una escena regional. Va una banda cada tanto, no hay una circulación como uno podría pensar que se podría hacer. Lo mismo una banda de Salta acá. Ni hablar de Santiago del Estero”.

Pairone considera que la regionalización como método de progreso para las bandas provinciales es algo posible que se debe realizar como un paso posterior al fortalecimiento interno. “Me pasa muchas veces como productor que por ahí me escribe una banda de San Luis que quiere venir a tocar a Córdoba y por ahí la banda tiene un disco muy lindo pero no está haciendo un laburo previo, que es el de consolidarse en su propia escena, generar un público propio, generar las condiciones para que los vean desde afuera, como para generar un ida y vuelta con alguna banda. Eso falta y es necesario. Es una herramienta muy práctica. En eso también es clave el desarrollo de todo el ecosistema de cada escena: desde los medios hasta los productores y los lugares para tocar, que eso, en Córdoba, está pasando muy fuerte, pero es un proceso de años”.

           

Esa consolidación interna tiene a las bandas de Córdoba como un ejemplo a seguir. Allí en una presentación de disco, según Pairone, “una banda puede meter 500 personas, con muchas ganas”, una cifra gigante para los grupos provinciales de la actualidad. Esto se debe a que “hubo un cambio de chip en el último tiempo”. “Hay un grupo de treinta bandas que toman esto mucho más en serio y empiezan a profesionalizar todos los aspectos del trabajo de un artista. Se piensa mucho más en el desarrollo, hay cada vez más planificación. En eso, las redes sociales han ayudado un montón y han achicado un poco la brecha con otros proyectos más grandes o de más envergadura económica. Estamos en un momento de transición positiva que marca cierto embudo: los que más huevo le ponen, los que más constancia tienen, son los que empiezan a ver un poco más de frutos, resultados más concretos. No es el único factor pero estamos en un momento en el que hay mucho para aprender todavía. Es un momento re auspicioso. Hoy por hoy es posible que dos shows convivan en la misma noche y les vaya bien a los dos y, quizás, hace un año, eso hubiera sido un sapo para uno de los dos”, agrega.

En Córdoba también empezó a haber un cambio de chip desde la prensa más importante, que comenzó a tener en cuenta a las bandas locales. A abordarlas con conocimiento. “El caso de La Voz del Interior es paradigmático y una ayuda para un montón de músicos -dice Pairone-. Falta un poco en las radios de mayor audiencia. Todavía está en el aire esa discusión que en Córdoba no se producen hits para pasar en las radios. Algunos de este lado pensamos que faltan hits porque falta difusión. Es una cuestión muy etárea, también. Los más chicos le dan poca bola a los medios tradicionales. Se mueve mucho más Instagram que en Facebook. Hay otro tipo de relación entre artista y fan. Pero todavía hay una gran porción de gente a la que todavía no hemos podido llegar porque aún está sujeta a medios tradicionales o le da mucha importancia a ese nivel de legitimación o a esa canción que suena en la radio y la termina cantando”.

“Históricamente, los medios grandes nunca le dieron pelota a la escena local. Y desde hace unos años esos mismos medios eliminaron el poco espacio que antes destinaban al relevamiento de la actividad artística local para limitarse a reproducir la infame chismografía de la televisión porteña: twitter, vedettes, escándalos. Afortunadamente, hay radios pequeñas que sí se ocupan de lo que pasa en la ciudad. Y hay revistas excelentes, impresas o digitales, como Apología y Rapto, que documentan y analizan lo que está pasando”, opina Giordano.

Esta nota se publicó hace pocos días en La Agenda

Puro presente

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(Lula Bertoldi sobre el escenario del Luna Park. Foto de Manuel Rodríguez Velo, Facebook Eruca Sativa)

En menos de una semana, Eruca Sativa, El mató a un policía motorizado y Los Espíritus realizaron siete recitales en la Ciudad de Buenos Aires. Cinco fueron con entradas agotadas, uno ante más de seis mil personas. Todos sirvieron para presentar nuevas canciones y confirmar que el rock argentino post Cromañón ya no es una promesa a futuro sino una realidad cada vez más popular.

El jueves 22, Eruca llenó el estadio Luna Park para presentar Barro y Fauna, su cuarto disco de estudio. Fue una actuación impecable plagada de invitados que no eran necesarios. El grupo bancó la parada con sus propias herramientas. Se destacó la capacidad vocal de Lula Bertoldi, que con sólo una nota sostenida hasta lo imposible en “Amor ausente” fue capaz de resumir todo lo que ofrece el power trío: polenta, virtuosismo y versatilidad.

Los artistas invitados sirvieron para que la noche tuviera un clima de celebración y para abrir diferentes puertas. David Lebón subió para hacer dos canciones de Seru Giran (“Noche de perros” y “Seminare”) y dar la bendición del bronce. El cruce con Abel Pintos probó que Eruca va más allá del gueto y apunta hacia la masividad que no reconoce dogmas. El guiño a la generación actual del rock argentino se dio en la versión de “Haku Malvin: El Visitante”, con un coro liderado por Gustavo Cortés, de Sig Ragga, y conformado por Barbi Recanati (Utopians), Luciana Segovia (Cirse), Julián Baglietto (Huevo), Nicolás Alfieri (Todo Aparenta Normal), Larro Carballido (Más que Uno), Luciano Villacé (Bigger), Luciano Farelli (Parteplaneta), Mariana Bianchini, entre otros.

                                         

Mientras Eruca representa el camino clásico del grupo profesional de rock, lo de El mató puede verse como lo opuesto. De la mano de una discográfica y gracias a un trabajo constante, el trío cordobés no para de crecer dentro de un marco estándar. Los platenses logran lo mismo desde el sector independiente y van más allá: sintonizan con la época y la redefinen.

Los cuatro recitales de El mató en Niceto (en tres se agotaron las entradas) se realizaron los días 22, 23, 27 y 28 de junio. Sirvieron para presentar La Síntesís O’Konor, el flamante disco que ya tiene hits (“El tesoro”), además de canciones que están a punto de trascender (“El mundo extraño”, “Fuego”) y amplían la paleta sonora de la banda respecto a los trabajos anteriores.

La melancolía adolescente/veinteañera de la banda convoca a un público sensible que sueña con amores fisura de birrita en vereda y nostalgia por un pasado inmediato que no pudo ser pero que guarda un dejo de esperanza. Canciones para la generación que se jacta de procrastinar. Música que no cae en la cursilería autorreferencial de Facebook y está a salvo del cinismo de Twitter y la megaexposición frívola de Instagram. El mató es presente puro. Después de estos shows, probablemente sean cada vez menos los que dejen pasar el tren.

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Los Espíritus presentaron Agua Ardiente, su tercer disco, en el Teatro de Flores, los días 23 y 24 de junio. La humedad que invadía Buenos Aires se multiplicaba dentro del teatro y los pisos mojados se asemejaban a los cuerpos apretados que bailaban, cantaban, se embriagaban con la Quilmes carísima y sentían calor y excitación por estar en el lugar correcto en el momento justo.

“No enseñes a tus hijos, pregúntales mejor”, dice la letra de “El viento”, la última canción del nuevo disco de la banda, que al igual que el anterior, el excelente Gratitud, suena absolutamente actual. La obra de Los Espíritus utiliza blues, psicodelia, dub y rock latino para pintar la decadencia suburbana de la Argentina gobernada por Cambiemos. En Flores, el público lo percibió de la misma manera y lo demostró al gritar en contra de Mauricio Macri en varios pasajes de la noche.

En contraste con los artistas que llenan estadios y utilizan el “nos vemos la semana pasada” de Intoxicados como un leitmotiv conceptual para el revival constante, Los Espíritus se dejan influenciar por Pity Álvarez para apuntar más al “esto lo estoy tocando mañana” de Cortázar. Por ahí también va la escena que representa realmente al rock argentino de estos días.
           
            

Publicado en Rock Salta.

Rastros de una charla poco difundida

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Greil Marcus pasó por Buenos Aires. El periodista estadounidense, una leyenda viva de la crítica cultural con anclaje en el rock, brindó una entrevista abierta en la Biblioteca Nacional este viernes 30 de junio.

A las seis de la tarde, hora prevista para el arranque de la entrevista, apenas un tercio del auditorio Jorge Luis Borges estaba cubierto. Evidentemente, los periodistas inflamos todo. Hasta nuestros miedos. En la previa, más de un colega confesó haber llegado temprano para no quedarse afuera. Lo cierto es que el evento se difundió mucho en el micromundo de redes sociales del periodismo especializado y muy poco en… bueno, en todos los demás lugares. Apenas un rato antes aparecieron entrevistas en Infobae y en Rolling Stone. Lo cierto es que todo se armó a las apuradas para aprovechar que Marcus anda por el país, acompaña a su hija, que realiza un trabajo sobre la cultura y la comunicación durante la dictadura de Videla, y pasea por distintos lugares, como las Cataratas del Iguazú. En consecuencia, sólo se acercó el núcleo duro del ñoñaje.

La entrevista fue realizada por Pablo Strozza, que preguntó sobre Lester Bangs, Bob Dylan, Trump, el rock no anglo, entre otros temas, que no fueron demasiados, ya que Marcus contestó de manera generosa y consumió buena parte del tiempo disponible.

Contó una anécdota con Dylan: dijo que lo conoció en el 63, cuando Bob tocó junto a una cantante oriunda de la misma ciudad de Marcus. Ella los presentó. Después del concierto, Marcus se acercó y lo felicitó. El Nobel contestó: “Fue una mierda, loco. Una mierda”. Sobre Lester Bangs dijo que era un hombre que amaba las drogas y la música, especialmente la música. Que era capaz de reseñar todo lo que escuchaba. De él también recordó un episodio gracioso: Lester salía con una chica que tocaba en una banda. Una noche, la banda fue a tocar a un típico baile de graduación estadounidense. Se la pasó parado en un rincón, aburrido, hasta que comenzó a escribir en su mente una reseña sobre la fiesta. De pronto, ya poseído por el cronista, encaró a una vieja que hablaba a pocos metros con otra persona y le dijo: "¡Señora! Soy Lester Bangs, estoy cubriendo este baile para la revista Creem y me gustaría saber de qué está hablando".

En su estadía en Buenos Aires, Marcus fue a desayunar todos los días a un bar de Palermo que, contó, sólo pasaba “rock británico de 1966", algo que lo sorprendió. Quizás Greil se quede afuera de esta certeza, pero todos sabemos que eso sucede sólo en el barrio que supo tener pintadas de La Armada Cósmica. Además, destacó que el taxista que lo llevó ayer por la ciudad escuchaba un compilado de Lennon. Explicó que no se animaría a escribir sobre rock de países como Alemania, Francia o incluso Argentina porque no se considera preparado, porque no está obligado a escuchar todo. Argumentó que no conoce lo suficiente y que sencillamente no podría captar lo que transmiten esas canciones de origen extraño.

La gente que preguntó hizo foco sobre la obra de Marcus: metodología, muchas referencias a Rastros de carmín, su libro más emblemático. El traductor no era del palo pero laburó como condenado: escribió como un poseso para traducir en tiempo y forma. Strozza lo corrigió un par de veces, como cuando dijo cosas como "entonces Lester Bangs escribió sobre Eme Ce Cinco” (por MC5) o "Bob Dylan realizó Las Grabaciones del Sótano con La Banda” (en lugar de The Basement Tapes y The Band).

Algunas de las ideas que más me quedaron: hay que escribir lo mejor posible, sobre lo que a uno le guste, sin pensar en cosas como el poder de los críticos o el alcance de los textos. Que YouTube es lo que más lo seduce para escuchar música, especialmente los compilados armados por fans que tienen un profundo nivel de detalle. También destaco la risa de Alfredo Rosso, que escuchaba atento en un rincón, arriba. El merecía estar sobre el escenario.


Foto: Twitter del Ministerio de Cultura de la Nación.

Links para todos y todas

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Son tiempos vertiginosos, urgentes (?). Cumplimos el sueño de nuestros padres y hermanos mayores que debían conformarse con ir a escuchar un vinilo en el Winco del vecino. Hoy tenemos todo al alcance. Pero en lugar de entrarle a toda la discografía de Frank Zappa, como habíamos jurado internamente aquella tarde de fines de los noventa mientras leíamos esas reseñas de discos que no podíamos conseguir, nos ahogamos en un mar de información y terminamos pelotudeando en Facebook.

No importa, Frases Rockeras es servicio y te acerca algunos links interesantes que se publicaron recientemente y en los que vale la pena detenerse.

1) Detectives Salvajes - Especial Krautrock 
El programa que se emite de lunes a viernes de 20 a 22 horas por la FM de la Universidad de La Plata es un ejemplo de ñoñez. Datos, canciones poco difundidas, el programa que todo periodista de rock quiere hacer. Acá sí que no se coge. Hace poco subieron el audio de la emisión que le dedicaron al Krautrock.




2) Entrevista a Greil Marcus en Rolling Stone
La reciente visita de Marcus a Buenos Aires pasó casi desapercibida. Con todo, alcanzó para algunas notas y una charla en la Biblioteca Nacional. Esta entrevista de Rolling Stone es breve, apenas cuatro videos cortos, pero presenta cosas interesantes. Especialmente cuando Marcus cuenta cuál era el rol de los periodistas de la RS yanqui original, hace cincuenta años.

3) Los Subterráneos - Fito Páez en los medios 
Otro programa de FM Universidad de La Plata. En este caso, Los Subterráneos, que se emite todos los sábados a las 13 horas, y acerca al oyente la historia del periodismo gráfico de rock de la Argentina. Hace pocos días realizaron un especial sobre Fito Páez en los medios.



4) Rapto - Entrevista a Gustavo Sala 
Con sede en Rosario, esta web excelente presenta textos largos e interesantes sobre la movida de la región y entrevistas a artistas de alcance nacional que anden por la ciudad del flamante marido Lionel Messi. Aquí un ejemplo: una nota reciente con el maestro Gustavo Sala.

La mirada de Martí

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(Charly García)

Yo no me considero un artista, vamos a empezar por ahí. Me considero un trabajador de la fotografía. Alguien que ha aprendido un oficio, que es sacar una foto correcta. He tratado de aportar humildemente mi cuota de inspiración, mi mirada. Después tuve la suerte de que mi trabajo se iba retroalimentando con la gente con la que tuve la posibilidad de poderme relacionar. Porque no solamente trabajé para Luis. Trabajé para un montón de gente dentro del mundo del rock y con cada uno de ellos se arma una química donde el artista te hace una propuesta y vos también proponés. 

Uno empieza en un lado pero resulta que después terminas en un lugar que no estaba planteado de entrada ni en pedo. Pero eso fue el devenir de ir elaborando una idea, un pensamiento, y ver para qué lado lo llevamos. Siempre pasa eso, hoy me pasa eso, no era que me pasaba hace cuarenta años. Vos venís y me decís, che, vamos a hacer un libro sobre Buenos Aires. ¿Y qué hacemos? Vamos a empezar a fotografiar los bares. Y resulta que después te das cuenta de que por ahí es más interesante empezar a meterse en la casa de la gente y que es más interesante cuando el tipo abre el placard y empezás a ver los recuerdos que tiene guardados. Al final terminás en cualquier lado. Para eso se necesita que te interese lo que estás haciendo. Que sientas pasión. Cuando no hay pasión en las cosas no hay nada para contar. Te doy un ejemplo rápido: cuando se hizo la tapa de Durazno sangrando, el durazno lo hizo Luis en su casa. ¡Se puso a hacer el durazno! Ese durazno que aparece en la foto, apoyado en el piso, que hoy por hoy es una pelotudez que con el Photoshop va a quedar mejor, más iluminado y con colores más potentes, lo hizo con yeso. Lo pintó. Había una cuestión artesanal. Es decir: hagámoslo contra viento y marea.



Los orígenes míos con la fotografía se remiten a 1965, 1966. El recuerdo que tengo es haber hecho un primer curso en el Foto Club Buenos Aires, que estaba en ese edificio icónico que es el Pasaje Barolo. Tenían un gabinete muy grande, lleno de ampliadoras para poder copiar fotos. Ahí arranqué a tomar los primeros conocimientos de fotografía. Me acuerdo de quién fue mi profesor, Julio Maubecin. Me enseñó a revelar rollos, a copiar fotos. Estuve dos años. En ese momento, la fotografía fue una inquietud que tenía, una curiosidad. Hay que entender que ahora hay herramientas que están muy al alcance de todos. Cualquiera tiene una cámara en un teléfono. Pero había una época en que no era tan normal tener una cámara fotográfica ni tener determinados tipos de conocimientos en la fotografía. Había gente que tenía cámara pero no era una cosa tan masiva.

Nací en el 50, cumplo años el 9 de agosto. Nací bajo el signo de Leo. Provengo de una familia de trabajadores. Mi padre era técnico textil. Tengo la suerte de que a mi madre todavía la tengo viva, tiene 97 años. Somos de la República de Mataderos. Fue una infancia muy linda, sin necesidades. Nunca nos sobró ni nos faltó. Podemos decir que éramos peronistas en el sentido más avanzado de lo que era el peronismo, que era todo lo que eran las reivindicaciones sociales, los logros, los avances económicos para la gente. Según lo poco que yo entiendo de política, el gobierno de Perón aportó un montón de avances. El día que bombardearon la Plaza de Mayo mi padre había ido a hacer un trámite al centro. Se salvó de pedo de que lo mataran.

Viví un montón de años en Mataderos, como veintipico. Y todavía voy porque la tengo a mi madre ahí. Tengo un hermano mayor, Alejandro, que tiene cinco años más que yo, también periodista, ya jubilado. Creo que tuvo un paso breve por Editorial Perfil, pero casi toda su carrera la hizo en el diario Clarín. Trabajaba en Información General. Gracias a él entré a trabajar en el laboratorio de Editorial Abril, que era una empresa como es hoy Editorial Atlántida, La Nación o Perfil. Escribía gente muy importante. Publicaban las revistas Panorama, Siete Días, Claudia, Vosotras. Era el medio de la familia Civita, gente muy preparada, que le dio gran prestigio al periodismo en esa época. Estaban Tomás Eloy Martínez, Miguel Briante, Jorge Di Paola, un montón de gente de otra época. Grandes plumas. El periodismo era otra cosa, muy distinto a lo que es ahora. Entré como laboratorista raso: revelar y copiar fotos fue mi primer trabajo profesional. Recibía los rollos que traían los fotógrafos, los revelábamos, hacíamos planchas de contacto, la plancha iba a la redacción, elegían las fotos, eso volvía al laboratorio, nosotros copiábamos el panel y lo entregábamos. Para mí fue como una beca, porque me pagaban un sueldo y me estaban formando. Era como un instituto donde te pagan por aprender. Fue la posibilidad de unir lo que ya se presentaba como una vocación, que era la fotografía, y el sustento. Eso pasó en una etapa de mi vida muy difícil, porque había muerto mi padre y el único que se había independizado hasta ese momento era mi hermano. Mi madre y yo dependíamos del sustento que aportaba mi viejo y cuando desapareció vivimos dos años bastante difíciles hasta que yo también pude tener ese empleo y enderezar un poco el barco. Yo tenía veinte o 21 años. Después me pasaron al Departamento de Fotografía ya como fotógrafo. Estuve como cuatro años para que me pasaran. Y mientras tanto hacía fotos para Invisible, ya trabajaba para algunas bandas. Le hacía fotos al grupo El Reloj.

Las primeras fotos las hice en el festival Pinap, en esos primeros festivales de rock. Pero sacaba fotos por la mía, no era un profesional ni mucho menos. Lo hacía de puro fan, porque me gustaban esas canciones y me motivaban, me emocionaban y me sentía identificado. Aparte, pensá que el mundo era bastante formal fuera de esos ámbitos. Hay una cosa en internet, buscala, a ver si la encontrás. Es un especial que preparó la TV Pública en esa época: “Qué piensan los argentinos de los hippies”. Te vas a mear de la risa. Era una megaproducción, iban hasta Bahía Blanca entrevistando a la gente por la calle. Es una cosa tan divertida. Buscala porque no se pueden creer las opiniones de la gente. Decían de todo: estaban los hiper formales hasta los que empezaban a vislumbrar que eso representaba un cambio dentro de la sociedad. Cosas que hoy nos parecen risueñas pero que en esa época eran como un debate. Se estaba modificando la mirada cultural.

                    

En el festival Pinap tocaban Almendra, Manal, La Barra de Chocolate, Conexión N° 5, Moris, Pajarito Zaguri, todos los músicos de esa época. Todo era aprendizaje en ese momento y la gente era una esponja. Ojalá yo siga siendo una esponja hasta el día que me muera. Creo que uno nunca termina de aprender. El día que sentís que ya aprendiste todo lo que tenías que aprender me parece que estás cagado.



Yo a Luis, la primera vez que lo vi, lo vi tocar en el Instituto Di Tella. Después lo vi tocar en varios lados con Almendra. Lo vi en el Teatro Coliseo, en un teatro que se llamaba Embassy, que quedaba en la calle Suipacha. Luis fue un aporte increíble a esta cultura. Cuando apareció Almendra fue una bomba, ¿me entendés lo que te digo? Por lo menos desde mi percepción. Yo me sentía muy identificado, me sentía parte de una generación. Almendra fue realmente un cambio muy grande dentro de la música argentina que, hoy por hoy, sigue influenciando.

(Pappo)
Mis primeros amigos dentro del mundo de la música fueron Black Amaya, que era de San Justo; Héctor Starc, que lamentablemente después devino en un personaje que se ha pasado diciendo pelotudeces; Pedro Botti, que es músico, y Pappo. A Pappo lo conozco desde antes que empezara a tocar la guitarra. Lo conocí en el 65 o 66. Estaba empezando a tocar. Era de La Paternal pero iba a bailar a Embassy y ahí nos conocimos. Era amigo de un amigo que yo tenía en Mataderos que se llamaba Ricardo, el Francés. Y todos los domingos nos encontrábamos en Embassy.

Las bandas tocaban por los barrios, yo a veces no tenía que venir al centro. Un sábado a la noche por ahí tocaban Los Shakers o Los Gatos en el Club José Hernández, ahí en Mataderos. Había una época en la que había un ciclo en el Teatro Coliseo donde tocaban Almendra, Manal, Moris. Era todo mucho más inocente. El rock no era un negocio como lo que se transformó después, una corporación de millonarios. Ahora los músicos son millonarios. Los primeros músicos que en Argentina ganaron dinero, dinero, dinero, fueron Soda Stereo. Todos los que estuvieron antes, incluido Luis, Moris, Los Gatos, han logrado vivir dignamente, pero ¿ganar guita? ¿llenar un estadio? No existían los estadios.

En esa época era venir al centro a ver una película. En mi barrio había cines, pero las más intelectuales tenías que venir al centro a verlas. Las películas de Bergman me marcaron a fuego: El séptimo sello, Gritos y susurros. Creo que las vi todas. Leíamos a Henry Miller, a Hermann Hesse. El mundo era ir a ver una película, un amigo que te prestara un libro, escuchar un disco, esperar que saliera un disco. Tenía un Winco que te hacía mierda los discos. Me acuerdo estar un sábado en un supermercado gigante que había frente a la cancha de Vélez y ver el disco Revolver recién salido, en las bateas. No te puedo explicar. Esperabas con una ansiedad increíble. Porque pensá que no había nada, no había un antecedente. Ahora justamente lo difícil es que hay tanta información, el menú es tan grande que a veces te mareás.

Las motivaciones en ese momento estaban muy regidas por la necesidad de romper moldes antiguos sobre los que estaban estructuradas la sociedad y las costumbres. Crear un mundo nuevo, un mundo con más libertad, con más imaginería. Creo que eso fue un poco lo que propusieron Los Beatles. ¿Qué era el submarino amarillo y todo eso? Era la revolución del color, imaginémonos un mundo mejor, un mundo donde todos podamos estar bien. Bueno, hoy puede parecer un poco ingenua esa mirada en función de lo que hemos visto y lo que ha pasado, pero era lo que uno ambicionaba a llegar. En ese momento uno tenía la ingenuidad de pensar que a través de eso se iba a lograr tener un cambio que después no sucedió, porque evidentemente hemos fracasado rotundamente.


No me acuerdo qué fue lo primero que me publicó un medio. Sí te puedo decir que para medios relacionados con la música mi primer trabajo fue a través de Jorge Pistocchi. Yo era amigo de Jorge y me convocó para trabajar para Mordisco. Después empecé a trabajar para el Expreso Imaginario, con Jorge también.

Yo he logrado sobrevivir todos estos años trabajando para las revistas. He trabajado mucho para el mundo de la moda, eso fue lo que me dio de comer. Mis primeras fotos de moda las hice con Felisa Pinto para el diario La Opinión por encargo de Juan Gatti. Pero si me preguntás qué me produce más curiosidad, sin dudas me inclinaría hacia el fotoperiodismo. Es una variante de la fotografía muy interesante, y creo que su máxima expresión es Salgado, el brasileño, el maestro de todos nosotros. El fotoperiodismo te permite estar más en contacto con la realidad. La moda es como una ficción. Gracias al fotoperiodismo pude conocer al Doctor Sabin, en Brasilia. Nunca hubiese estado en Irak si no hubiese sido por mi trabajo. Ni hubiese conocido Hawai, Nueva Zelanda, la India o Rusia. En Irak estuve para la última elección de Saddam Hussein, en 1980. Ese viaje lo compartí con, entre otros, un gran periodista argentino que se llama Martín Granovsky. Al mes que me fui había una gran posibilidad de que Irak entrara en guerra con Irán.

Siempre digo: si querés hacer fotografía, empezá por el fotoperiodismo, porque te ayuda a trabajar con la urgencia. Te da ese training de la rapidez. A veces veo gente trabajando en una sesión de fotos en un estudio y no se dan cuenta de que tu umbral de atención es de 45 minutos y después entrás en picada. Hay gente que se piensa que adelante tienen una maceta. “No, ponete así”, la tienen diez horas a la persona. La gente se cansa. El fotoperiodismo te da esa agilidad, esa urgencia, cómo resolver en el medio de la urgencia. Llegás, tocás un timbre, te atiende un tipo que no sabés quién carajo es y ahí tenés que resolver, rápidamente darte cuenta.

El día que fui a la casa de Bioy Casares era entrar en ese departamento antiguo, descubrir que el tipo tiene una biblioteca fabulosa y ahí rápidamente resolver. Estás con un periodista que lo está entrevistando y al mismo tiempo vos le tenés que hacer una foto que represente un poco lo que es la vida, la carrera del tipo, el momento. Y lo tenés que resolver con los elementos que están ahí. No es que tenés una productora y viene un tipo que te prepara las luces y lo maquillan. Entonces, a veces, justamente eso tiene la potencia de que no estuvo preproducido. Es lo que es.

Me ha tocado tener que fotografiar a Galtieri. Vivía ahí en Belgrano, en la calle O’Higgins, en un edificio, en una esquina. Un día me mandaron a sacar fotos al Campo de Polo y estaba Harguindeguy, eran unos tipos re heavys. Iba por una revista, debería ser la Siete Días, que fue el medio donde más desarrollé el fotoperiodismo. Esa época era rarísima, qué te voy a contar. Esa gente no me deja buenos recuerdos.

(Indio)

Uno trata de encontrar los contrastes del personaje. Por eso digo que en ese sentido el maestro es Salgado, porque ha hecho unos trabajos documentales increíbles. Esos tipos laburando en la sierra pelada, bajando a un hoyo a cargar unas bolsas que no se sabe si adentro hay solamente tierra o una pepita de oro. Cosas que no sabés si fueron sacadas en el principio de la humanidad o en el año 2000. Cada cosa te despierta un sentimiento distinto. Una cosa es ir a fotografiar a un tipo que descubrió una vacuna y salvó a un montón de gente y otra cosa es ir a fotografiar a un asesino. Son cosas distintas. Sí, el fotógrafo es el mismo. El valor agregado es tratar de que la foto sea lo más fidedigna posible acorde a lo que es el personaje. Tratar de descubrirlo a través de la fotografía.

Acá en Argentina siempre hemos trabajado con una urgencia. Salí ya, hacelo ya y traelo cuanto antes porque lo necesitábamos para ayer. La fotografía era vista también como una cosa secundaria. Lo importante era la entrevista. Te decían el chasirete, viste.


Yo creo que la herramienta es lo de menos. No es que no me importen las herramientas, no es lo mismo tener un avión que te lleva a 1000 kilómetros por hora que uno que va a 180. Pero lo que digo es que, en definitiva, ahí lo que prevalece es la mirada. Podés hacer una foto genial con un soporte digital o podés hacer una foto de mierda con formato analógico. La mirada va a seguir siendo la mirada. Las herramientas van cambiando, si no todavía estaríamos en la Edad de Piedra, tratando de frotar un palito para prender un fuego. No se puede ir en contra de eso, es ridículo. La herramienta no sustituye la mirada. Eso no se enseña, eso no se aprende. Eso viene con la capacidad innata que está en el ADN de cada individuo. Vos aprendés a escribir, aprendés el vocabulario, aprendés a no tener horrores ortográficos, pero después, tu mirada te hace que a vos te interese hoy estar perdiendo el tiempo acá conmigo y que no estés entrevistando a un tipo que está descubriendo una vacuna que va a salvar a millones de personas. Eso es la mirada, que fue lo que a mí me empujó a hacer tanta fotografía dentro del mundo de la música. Eso es la pasión que uno le pone a las cosas.

El estilo es algo que uno lo va construyendo con el paso del tiempo. Creo que uno empieza imitando a alguien. A mí me gustaban las fotos de Avedon. Me gustaba todo de sus fotos: la iluminación, los encuadres, la temática, la inspiración. Tratar de encontrar un clima en una foto o en un personaje. Él no fotografiaba a cualquier personaje, elegía a la gente a la que fotografiaba. Tiene el valor agregado emocional de lo que uno siente que está tratando de encontrar ahí, en ese retrato, en esa persona, en esa iluminación, en ese concepto. Miraba las fotos de Avedon y trataba de abrevar un poco ahí. Imaginate qué lejos que yo me siento de Avedon, lo digo con un respeto terrible, Pero uno trataba de abrevar ahí. Después, en ese devenir, empieza a aflorar uno, y el trabajo de uno, y uno empieza a tomar un perfil propio y auténtico.

 
(Emmanuel y Dante, IKV)

Tengo cinco hijos: Emmanuel, Lucas, Guadalupe, Flor y Lua. Son tres matrimonios. Es un cambio muy grande en la vida de una persona. Y es una responsabilidad eterna, hasta el día que te mueras. Mi primer hijo llegó cuando yo tenía 26 años. Estaba trabajando en Editorial Abril. Después se fueron desencadenando los años, las parejas.  No tenía la aspiración de que fueran músicos. Tenía la aspiración de que fueran buenas personas y se pudieran ganar la vida. Pero bueno, se ve que de tanta música y de tantos recitales a los que hemos ido cuando ellos eran chicos, algo los empezó a imantar. Emmanuel y Dante compartieron toda la infancia, se criaron juntos. Creo que cuando sacó el primer disco, Tropas de Bronce, Lucas tenía quince años, una cosa así. ¿Pero sabés lo que pasa? Ellos se criaron viéndolo ensayar a Luis. Y todos mis amigos, a lo largo de toda mi vida, han sido músicos. Y yo he estado muy relacionado con la música. He trabajado mucho para muchos de ellos. Entonces, para ellos, entrar en el mundo de la música fue algo que se dio de manera natural.

Para mí ha sido una pasión, la música. Me he puesto la camiseta. Si por algo me siento un referente dentro del mundo del rock es por la pasión que le he puesto a todo eso y el valor agregado que he intentado darle al trabajo de los artistas a través de mi humilde aporte. Y ahora, en parte, vivo de la docencia. Me encanta tener alumnos, me encanta estar en contacto con gente joven. Me encanta poder transmitir lo poco que he podido aprender a lo largo de estos años y que a alguien le sirva como puntapié inicial para ver si descubre una vocación y algo que lo haga feliz en la vida.

Yo había tenido un grupo que se llamaba Pacífico que se fue disolviendo porque los integrantes tenían apuestas distintas: uno quería ser geólogo, otro quería ser visitador médico, y yo quedé solo con el proyecto. Era una etapa bastante complicada. Estaba atravesando un momento muy especial, se había muerto mi padre, no tenía un mango. De cualquier forma no siento desde lo personal no haber tenido una carrera musical, porque creo que la tuve. No tuve una carrera pública ni un reconocimiento hacia esa parte de mi actividad, pero al día de hoy tengo cosas compuestas, lo sigo haciendo, me produce un placer increíble. Amo las guitarras, tengo varias, más las que han sumado mis hijos, que obviamente tienen diez veces más que lo que tengo yo.
En tantas tardes de ocio recreativo y relajado yo tocaba la guitarra y Luis se apoyaba en lo que yo tocaba para poder practicar y tocar. Así fueron surgiendo cosas que después se terminaron plasmando en algunos discos y muchas cosas que no tuvimos el tiempo de haber podido plasmar porque Luis se fue antes de tiempo. Yo era una especie de sparring de Luis, grabé tres temas con él y comparto la autoría: “Almendra”, “Quedándote o yéndote” y “Garopaba”.  Tengo una idea de hacer algo con amigos. Lo tengo medio comprometido a Pomo para tocar, a Verdinelli. Hay una cantidad de gente con la que me gustaría tocar, pero prefiero tocar con mis amigos, no con mis hijos. Con Lucas hemos grabado algunas cosas, participó Balta Comotto. Pero ahora tengo ese proyecto en mente y espero poder realizarlo: volcar esos audios, temas instrumentales, sobre una plataforma digital.

Luis era un apasionado. En general, la mayoría de los artistas que yo he conocido y con la que me he podido relacionar, son gente apasionada y estricta con su trabajo. Hemos compartido tantos momentos, tantos ensayos. He tenido el privilegio de que me diga “mirá lo que estoy componiendo” y que me cante un tema por primera vez. Poder vivir eso es un halago. Esas cosas no tienen valor. Ver que alguien está componiendo algo y que de repente eso se transforma en algo emocionalmente tan fuerte. Yo lo he visto a Luis componer canciones en el medio de la vida cotidiana, el ruido de la familia, los pibes gritando, el lavarropas andando, la televisión encendida. Y en el medio de esa vorágine, como si tuviera un equipo de buzo, el tipo absolutamente abstraído, componiendo una canción que después, cuando te la hace escuchar, decís “puta madre, estabas en el medio de este quilombo componiendo esto, sos un genio”. Es que eso cuando viene, viene. No es que uno dice “hoy voy a componer de 14 a 16 horas”. Ni en pedo. Las ideas surgen en el momento menos esperado. Te subís arriba de un colectivo, estás pasando la SUBE y se te ocurre una idea genial. Y no es que estabas pensando en tener una idea. Eso no lo decide uno. El acto creativo es algo muy original, no tiene precio. Surge de una búsqueda emocional que no tiene show business, no tiene nada. Es un tipo escribiendo en su casa, tratando de darle forma a unas ideas que tiene sueltas.

(Soda Stereo)

El momento de mayor actividad dentro de mi carrera fue hace muchos años. En realidad yo sigo trabajando, pero lo que pasa es que, obviamente, no tengo la performance de una persona joven que está empezando una carrera y toda esa polenta que te dan las hormonas, el deseo de que te vaya bien y de aprender. Yo a veces se los digo a mis alumnos: vienen a aprender y nosotros también seguimos aprendiendo. Antes estaba más enfocado. Ahora tengo una responsabilidad: una hija de doce años y una nena que todavía no tiene dos años. No es tiempo lo que me sobra. Más mi madre que tiene 97 años. Ya ahí tengo tres jugadores en mi vida que me demandan atención, tiempo y responsabilidad.

Me sentí realmente fotógrafo cuando empecé a sentir que los conocimientos que tenía eran sólidos, que es justamente lo que trato de transmitir en los talleres. Por eso prefiero enseñar la fotografía de cero. A mí no me importa que acá venga alguien que no tenga la más puta idea de cómo se agarra una cámara, porque esa persona, potencialmente, puede ser un gran fotógrafo el día de mañana. Estamos dando los cursos hace unos tres años y la verdad que es lindo. Mucha gente cae acá porque viene a probar, pero enseguida detectás a quién le interesa, dónde hay madera para tallar.

Con quienes más trabajé han sido Spinetta y Fito. Estoy preparando un video para Baltasar Comotto, vamos a hacer algo muy lindo. Me parece que si tuviera que elegir un video que me represente, te diría el de “Seguir viviendo sin tu amor”, porque básicamente representa el espíritu de cómo trabajábamos. Ese video es muy lindo porque está hecho dentro de una habitación, con la luz de un velador, con unos láseres que en ese momento eran una novedad, y porque fue filmado en una hora. Con un minigrabador Luis hacía el playback, y ya está. No es el video más elaborado que hicimos. Hay videos que hemos hecho en fílmico: “Cheques”, “Correr frente a ti”. Me gustó mucho el que hicimos en Baja California, en México, con la chica en la orilla del mar. Creo que no tratábamos de decir nada. En realidad, el videoclip a veces es una sucesión de imágenes que se van desencadenando. Obviamente, uno trata de que todo eso tenga un cierto relato y que te deje algo. Lo que pasa es que a veces la música es tan fuerte que las imágenes pasan a segundo plano.


(Fito y Luis: La La La)
Las tapas que más me gustan son las de La Salteña, pero la criolla, no hojaldrada, viste. En los primeros años del rock no había tanta imagen, había que inventarla, crearla. Ahora vivimos un mundo muy profesional, lleno de productores, de gente supuestamente formada. En ese momento uno se la tenía que rebuscar para que algo resultara interesante. Para la tapa de La La La, ya lo he contado millones de veces, estaba la idea de fusionar una imagen que representara a Luis y a Fito. La forma que se me ocurrió de poder llevar esa idea adelante era con una doble exposición con una cámara Hasselblad. Eso lo hicimos en la casa de Fito, en Belgrano R, en la calle Pampa. Una noche los llevé ahí, lo sentaba a uno, le iluminaba la mitad del rostro, lo sentaba al otro, sacaba el chasis, pero no trasladaba la película, entonces ese mismo negativo se imprimía dos veces. Cosas que ahora son una pelotudez hacerlas con el Photoshop, y quedan mejor. Pero en ese momento el desafío era cómo crear una imagen a partir de las herramientas que estaban disponibles en ese momento.




Las primeras cosas que hice para Luis me parecieron, humildemente, buenos trabajos. Lo que hice para Durazno sangrando, El jardín de los presentes. Trabajábamos con lo que teníamos. Nada nos detenía. Eso habla del entusiasmo por hacer las cosas. Esta foto es mía. Está sacada en un hotel en Santa Fe, al amanecer, en una gira de Invisible. Habíamos estado toda la noche dando vueltas y en un momento encontramos en el corredor todos los elementos de limpieza, el carrito de la chica que limpiaba, y Luis se puso las cosas. Tiene un tacho de residuos en la cabeza, parece un faraón. Es que era un faraón, Luis, en su estilo. Le gustaba mucho hacer de bufón, hacer reír a la gente. Tenía esa cosa media histriónica.


Si tuviera que trabajar más asiduamente para el periodismo, me gustaría hacer cosas más de investigación. Acá es inviable. Los grandes medios le ponen un montón de guita a Jorge Lanata, a Joaquín Morales Solá, y después, de ahí para abajo agarrate, hay un abismo entre lo que le pueden pagar a esos tipos y lo que les pueden pagar a los colaboradores por hacer una nota. Entonces, me parece que los recursos están mal administrados.

Lo que tengo pensado hacer es un libro de Luis, uno con todo lo que hice para Fito y otro para todo lo que hice con el rock. Ahí ya tengo tres. Porque, sabés lo que pasa, hacer el libro es también una forma de cerrar una etapa. Si no, sentís que las cosas están ahí, muertas en un cajón. Estoy empezando a navegar esas aguas pero tampoco he querido avanzar mucho, sobre todo con lo de Luis, porque no quiero hacer una cosa oportunista. Luis era un tipo muy exigente con toda su obra, con todo su trabajo. El día que yo haga un libro de él tiene que ser un libro impecable. No quiero hacer un libro barato para que gane guita un editor. Quiero hacer algo para que la gente que realmente amaba la música de él tenga algo bueno. He estado escaneando todo el año pasado. Es un proceso lento porque hay que escanear negativo por negativo. Lo estoy haciendo solo porque es muy difícil hacerlo con alguien. Sos vos el que sabe las fechas, las condiciones en las que se realizó ese material. Entonces es muy difícil delegar. Pero está en marcha y es un proyecto firme. Y después seguir haciendo cosas, no detenerse. Siempre la consigna es hacer algo nuevo.

Pero hay que entender una cosa: los tiempos cambian, gracias a Dios, y la renovación es una cosa inexorable y beneficiosa. Yo creo que cada época tiene sus actores principales. Luis siempre decía en joda algo que me resultaba muy divertido: lo mío fue en los sesenta. Y en parte sí, estoy de acuerdo. Creo que también corresponde que los protagonistas sean otros. Uno empieza a ser medio periférico. La gente empieza a dejar de conocerte. Muchos pibes no saben quién carajo es Luis. Creo que los seguidores de esta chica que canta ahora, que le va tan bien, Lali Espósito, no tienen la más puta idea quién es Spinetta. Pero tampoco está mal, es el signo de otra época. Pasa con los trabajos: el tipo que te daba laburo se jubiló, se murió, se fue de la empresa, y ya perdiste el trabajo porque perdiste el contacto, ¿me entendés? Es así, es inexorable, no se puede hacer nada con eso. Y está bueno a la vez que exista una renovación y que haya nuevas generaciones. Si no, nos quedamos, nos transformamos en los tangueros que tanto criticábamos.



Publicado en La Agenda.

Paren el mundo

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(Julio y su madre. Foto: Marcelo Addax - Facebook Agarrate Catalina)

En el Teatro Provincial, ante unas mil personas, la murga uruguaya Agarrate Catalina presentó anoche su espectáculo “Un día de Julio”. El grupo liderado por Tabaré Cardozo ofreció un show agridulce repleto de guiños culturales y las eternas reflexiones sobre la rutina del hombre actual.

La historia gira alrededor de Julio, un montevideano virgen de 48 años que jamás salió de su casa. Durante toda su vida, Julio se dedicó a estudiar y a reparar gratis todo tipo de objetos para los vecinos. Esto indigna a su madre, que piensa que “la gente es una mierda”, pero le exige a Julio que salga a la calle a conseguir un trabajo remunerado.

Julio se niega a pisar un mundo capitalista que provoca la esclavitud del ser humano con bienes de consumo, trabajos que atan y dogmas que promueven la intolerancia. Prefiere la libertad que da el encierro. Es una mezcla de Jim Carrey en The Truman Show con The Dark Side of the Moon como banda de sonido.

Durante una hora y media, Agarrate Catalina cuenta la historia de Julio con muchísimos guiños pop (desde Sandro al Mortal Kombat), lanza referencias actuales que provocan identificación inmediata (las redes sociales, WhatsApp, tablets) y crea momentos muy graciosos combinados con otros de una tristeza absoluta motivados por una fuerte sensación que queda flotando en el aire: la madre de Julio tiene razón.

Uno de los mejores momentos del espectáculo sucede cuando la murga canta sobre los dogmas, allí demuestra que hasta en las posturas más progres existe intolerancia.

Tras el show, todos los músicos salieron a cantar a la vereda del teatro e interactuaron con su público. Quizás, para refutar un poco a la madre de Julio.

                 


Un breve artículo publicado en Cuarto Poder, de Salta, el 11 de noviembre de 2015. 

Interstellar Overdrive

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(La Renga durante la primera fecha en Huracán. Foto: Leo Italiano - Facebook La Renga)

La Renga en vivo es una película de Christopher Nolan. El pasado y el presente se funden entre sí. ¿Es un sueño? ¿Un deja vu? Las épocas conviven, se alternan. El espectador no sabe si el futuro llegó hace rato o si la cosa sigue igual que antes. ¿O acaso ir a un recital del grupo no se parece a la escena de Interestelar en la que Matthew McConaughey y Anne Hathaway regresan a la nave después de un par de horas de exploración y se encuentran con un David Gyasi envejecido? Hay alguien que está desfasado.

El público, “los mismos de siempre” (una denominación que ahora tiene más fuerza que antes) no avanza. En cambio, la banda va y viene. Los músicos son capaces de mantener firmes algunas posturas (¿todos los recitales tienen que terminar con la misma canción?) pero, por momentos, también se olvidan del rocanrol de caños perpetuos y endurecen el sonido de los discos. Incluso se aggiornan políticamente, bancan un proyecto después de haber tallado en piedra su condición de indiferentes partidarios.

La Renga evoluciona más que su público. La banda se convirtió en un tótem sagrado atemporal del rock argentino a fuerza de popularidad y una obra que se mantiene inquieta (¿qué banda nac & pop es capaz de sacar un disco instrumental?). Por momentos, con los mismos cantos de cancha de toda la vida (“matar a un rati para vengar a Walter”, “el que no salta es un inglés”) y escasas referencias a la actualidad (apenas una bandera solitaria en contra de Macri, un tibio canto kirchnerista), el público que por estos días colma el estadio de Huracán parece haber sido extirpado de un concierto de 1994. O de 1996. O de 1999. O de 2003. O de 2012. Sólo faltan las bengalas que no se pueden usar por razones de fuerza mayor. Los jóvenes que hace veinte años latieron bajo el signo de los tiempos hoy son cuarentones que quieren revivir lo que alguna vez los tuvo a la vanguardia. Salvo por las panzas crecidas, las chapas voladas y el poder adquisitivo un poco más sólido, mantienen todo igual. Son la verdadera burbuja en el tiempo de la que hablaba Soda Stereo hace una década. Vaciaron el contenido de las canciones. Las transformaron en un tributo a la vida que se mueren por recuperar y nunca más van a tener.

Entonces qué

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Entonces, Chizzo pidió por la aparición de Santiago Maldonado. Entonces, las cuatro pantallas que apuntaban hacia las 40 mil personas que llenaban el estadio de Huracán mostraron el rostro de Santiago. Entonces, las 40 mil personas que llenaban el estadio de Huracán en la cuarta fecha de la seguidilla de seis conciertos de regreso a la Ciudad de Buenos Aires después de diez años aplaudieron y gritaron en contra del presidente Mauricio Macri. Entonces, las 40 mil personas pudieron salir de la burbuja en el tiempo que las tenía atadas a las viejas glorias del pasado. Hizo falta un estímulo para provocar la reacción. Se supone que algo de eso es lo que tiene que producir el rock.

                    


El arquitecto del rock

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(Breuer en los estudios MCL, donde trabaja actualmente)

Entre mis dos hijos mayores yo dudo que haya cambiado más de diez pañales. Me pasé diez años trabajando bestialmente, no sabía cómo escaparme. Salía Charly, entraba Fito. Salía Fito, entraban Los Abuelos. Salían Los Abuelos, entraba Don Cornelio. Salía Don Cornelio, entraban Los Enanitos Verdes. Salían Los Enanitos Verdes, entraba Spinetta. Era así. Me decían: “Che, son las once, ¿nos quedamos dos horas más?”. Me tenía que levantar al día siguiente a las ocho de la mañana pero me quedaba dos horas más y en realidad eran tres o cuatro. Yo hacía treinta, cuarenta discos por año, dos o tres turnos por día. Me gusta, me sigue gustando muchísimo mi trabajo. Me apasiona. Vengo al estudio feliz y contento. Hoy estaba chocho porque tenía la excusa para venir a las 8.30. Sabía que tenía que venir temprano y me desperté a las cinco de la mañana. Esto genera una energía que a la gente le gusta. Le gusta grabar conmigo porque no se trata sólo de sacar buen sonido. Grabar se trata de trabajar con alguien que comprenda lo que estás haciendo, te ayude y esté de tu lado.

No digo que todos los discos estaban buenísimos, he hecho un par de porongas, pero en esa época había mucha alquimia de gente. Mucho “nos sentamos a hacer el disco juntos”. Yo iba a la sala de ensayo, el estudio nos daba dos o tres meses para hacer los discos. Y muchos no llegaban con todo ya maqueteado, se producía en el estudio. Teníamos el tiempo, los recursos. Hacíamos dos o tres temas por día. Hoy es impensado, nadie tiene la guita. Ni Sony tiene la plata para pagar dos o tres temas por día para grabar. Y a mí lo que me pasaba era que me caía uno atrás del otro. Los dos discos que le dije que no a Skay, Gulp! y Oktubre, fue por la cantidad de laburo que tenía. ¡Y tenía ganas! Los discos que yo hice de Los Redonditos, sobre todo ciertos temas, me vuelan la cabeza.

Me acuerdo cuando me llamaron y me fui al Cielito a hacer La mosca y la sopa. Así como te pasan cosas cuando conocés una mujer que te da vuelta el bocho y el pecho, a mí me pasó eso profesionalmente con ellos. Siempre me sentí muy inspirado, me resultaba fácil concentrarme en el trabajo, me gustaba mucho. Les agradezco que me hayan dado los medios técnicos y los recursos para hacer el mejor disco posible. Porque era eso lo que ellos querían. Agradezco la confianza depositada en mí. Tanto fue así que cuando hicimos Luzbelito me dijeron: “Mirá, este disco lo queremos hacer fácil, rápido. Nosotros nos queremos encargar sólo de la música”. Lo hicimos en un tiempo récord. Luzbelito es, definitivamente, uno de mis cinco discos emblemáticos, porque la música es de ellos y yo hice absolutamente todo el resto.

(Con el Indio, Gustavo Gauvry y Skay, durante la grabación de Lobo Suelto, Cordero Atado)

En algún momento, el Indio empezó a involucrarse más con la parte de composición, con la parte de estructuras y, sobre todo, con los timbres, los colores y las texturas de la música. En algún momento me dijo: “Che, fijate, yo tengo ahí una piecita, a ver si me das una mano para armarme un estudiecito”. Así que armamos Luzbola, que terminó siendo un edificio en su jardín. Hace muchos años que no voy. En su momento era buenísimo, tenía lo mejor de lo mejor. Lo había armado y diseñado para que incluso lo pueda manejar el Indio desde la sala de grabación. Le había armado una mesa donde podía grabar y tener el preamplificador al lado de él. Tenía un micrófono, veía el vúmetro, sabía cuánto volumen poner y tenía un control remoto. No la usó jamás. Nunca aprendió a manejar del todo los recursos del estudio. Pero se involucró y se empezó a comprar portaestudios y a grabar sus demos, sus temas. Ya para Último bondi a Finisterre tenía algunos años de componer y empieza a pasar su voz por cajitas que tenían efectos. Empieza a encontrar una serie de texturas que eran muy novedosas para lo que era el sonido de los Redondos. En algún momento de los noventa, él respondió a los grupos indies con distorsión, con otro tipo de sonidos, y ahí es que se da el cambio muy grande. El Indio empieza a componer más y los discos empiezan a grabarse en su estudio. Toda la producción quedó más del lado de la cancha del Indio que de Skay. De hecho, creo que en Momo Sampler hay dos temas de Skay y siete u ocho del Indio. Entonces, claro, de alguna manera lo que cambia es el compositor principal de la banda. El Indio empezó a generar un peso muy grande desde el punto de vista de la producción artística. Cambió el tipo que decide cómo va a sonar el disco.


La piel de gallina es fundamental para decir “che, es ésta la toma”. Cuando el músico tiene capacidad de poner la piel de gallina, claro. No siempre ocurre. Me ha pasado con Andrés, Fito, Charly, Luis. Cuando bajás un poco el nivel de profesionalismo empiezan a jugar otras cosas en el músico, que son las inseguridades, los egos. Por ejemplo, la toma está increíble de punta a punta, pero al guitarrista y líder de la banda no le gustó mucho cómo tocó la guitarra, así que vamos de vuelta. Entonces, una toma que está increíble, que se podría haber corregido, se va perdiendo.

Los músicos que no sufren inseguridad no tienen ningún problema en delegar. Muchos de ellos delegan en los ingenieros la responsabilidad de decirles “eso que hiciste no está bien”. Como dice el Portugués Da Silva, nosotros somos buscadores de errores, y ésa es la responsabilidad que tenemos. Tenemos que estar adentro, tenemos que estar involucrados. Cuando grabábamos voces, Charly siempre me decía “sé cruel y sé nazi, no me dejes nada feo”. Entonces, “vamos de vuelta, vamos de vuelta”, porque es lo que me pidió y lo que está esperando de mí. Y hay otros que no. Me ha pasado, en la época de cinta, borrar tomas y saber que no van a hacer otra mejor que ésa. Me pasó un montón de veces. Hay gente que contrata productores, les paga un montón de guita, y no se dejan producir. ¿Para qué lo contrataste si lo querés hacer como se te canta el orto? Lo he visto reiteradas veces. Artistas que toman un productor y que le discuten todo. Uno no toma un productor para discutirle, lo toma para preguntarle, para que el productor eche luz. Si no te gusta, pagale los días de laburo, buscate otro y hacé lo que quieras.

Yo empecé a trabajar con Charly en vivo, con Yendo de la cama al living, año 82. Después pintó una gira muy grande y decidí bajarme porque fue cuando empecé a tener mucho trabajo en estudio que me gustaba mucho, me resultaba más amable. En el vivo, en esa época, los equipos eran una poronga. Los monitores acoplaban todo el tiempo. No se podía “hacer sonido”. Era tratar de que se entendieran más o menos los instrumentos, una cosa muy troglodita, entonces no lo disfrutaba tanto. Sin mencionar que en dos sesiones ganaba más guita que en cuatro días de gira. Y eran los ochenta, los mangos tenían mucho que ver. La economía en los ochenta fue muy difícil. Entonces había que tomar decisiones.

Charly por ahí venía a hacer un demo o me iba yo a la casa y lo ayudaba un poco en la portaestudio.
Un poco así, como de jugueteo. Y en algún momento me dice “vamos a grabar esto”, que era Terapia intensiva. Y nos quedamos trabajando mucho: hicimos tres discos seguidos producidos por Colmillo & Tobillo Productions, que éramos él y yo. Hicimos Suéter, Celeste y La Generación y Detectives, de Fabiana Cantilo.

En un momento fuimos a Nueva York, nos fuimos a comer a lo de Pedro Aznar. Pedro sacó una botellita de sake japonés y, entre sake y sake, en una noche, se definió el proyecto Tango. Charly tenía unos temas, Pedro tenía unos temas. Ahí lo conocí a Joe Blaney y tuve mi primera experiencia de trabajar en Estados Unidos con aparatos grosos y ver a un groso laburando. Después vino Parte de la religión, la música de la película Lo que vendrá, y yo seguí laburando con él en estudio. Realmente la pasábamos muy bien. Había discos donde por ahí yo no intervenía de un lado pero sí intervenía del otro. Con los años, los discos de Charly fueron ganando en caos. “Vamos a grabar el disco en cuatro días” y hace cuatro meses que estamos sin parar. La hija de la lágrima es un disco que empezamos a grabar juntos y después vino toda la parte de creatividad, de grabar 700 teclados a ver cuál queda. Hasta que me llamó y me dijo “ayudame a terminar el disco”. Entonces fui, terminamos y nos fuimos a New York a mezclar con Joe. Así fueron dos o tres discos que hicimos.

El trabajo con Charly fue siempre increíble. Me enseñó muchísimo. Fue el que me entrenó en la capacidad de trabajar mucho, de trabajar muy atento. Me convertí en un campeón de lo que en grabación análoga se llamaba “pinchar” un canal, que era entrar justo a tiempo para reemplazar una parte. Charly decía: “Cambiame cuando yo digo ‘que’. Está un poquito desafinado”. Había que entrar y salir y no era como en la computadora. O me pasaba cosas que no sabía muy bien cómo explicarlas, me tiraba apellidos de referencia y yo al toque entendía: “Necesito una base que sea... Si yo te digo Giorgio Moroder, ¿me entendés?”.Con los años casi que dejamos de hablar. Había una comprensión. Yo estaba muy adentro de lo que él estaba haciendo. Un entendimiento muy transparente de todo el proceso de grabación.


En Del 63, Fito no tenía la más puta idea cómo llegar. Me transmitía una idea y yo, de alguna manera, interpretaba. Era el primer disco, Fito no tenía experiencia, tenía veinte años. Sabía lo que quería pero no sabía expresarlo en términos de producción. Me decía “acá necesito un tambor que sea como catatónico, como estrudencial, ¿entendés?”. Usaba palabras inventadas pero yo buscaba y llegaba ahí. Fito es muy intenso a la hora de trabajar, un musicazo de la concha de la lora. Cada disco que pasaba, él estaba más seguro de lo que quería y cómo lo quería. En Ey! me acuerdo que grabamos un tema como treinta veces y Fito se empezó a poner loco con el Negro Colombres, un baterista de rock cuya fama lo antecede. Estaba tocando perfecto y Fito le decía que no. El Negro agarraba el palo y lo partía de la bronca. Esa vez nunca nos enteramos qué carajo quería Fito. En Enemigos íntimos, venía y me decía “esto tiene que ser así”. Al día siguiente venía Sabina: “No, no, no, este primer tema no”. Y al otro día venía Fito: “No, el gallego está loco, pero qué hijo de puta”. Sal y pimienta total. No la pasaron bien ellos y mucha gente la pasó como el orto. Yo me cagué de risa. Por esta situación tuve que hacer el disco como cinco veces. Creo que es el trabajo que más plata me dejó en pocos días.

Charly, en todos los discos tiene por lo menos un tema que a mí me parece así como “woooow”. Yo me dedico a esto por esos momentos. De hecho, cuando voy a grabar pido mi tiempo para setear todo y una vez que tengo todo seteado me voy adentro de la música. De tanto en tanto miro los vúmetros, veo que está todo bien, chequeo el dibujito en el Pro Tools, pongo algún solo, pero estoy más adentro. Si me toca producir lo agarro a mi asistente y le digo “ocupate”. Me meto mucho, me sorprendo mucho con la música. Disfruto con la música. Hace poco hice un laburo increíble con Alain Johannes y me pasaba eso. Era todo el tiempo gozar. También, ya con los años, la parte técnica es estar disfrutando y tirar la mano. Uno se pone canchero con lo que hace. Pero siempre muy sorprendido, mucha piel de gallina.

Hablando de emocionarse del otro lado del vidrio, yo me acuerdo de estar grabando Spinetta y Los Socios del Desierto y era como que me hacía pis encima de placer y de gozo. Increíble. No me quedaba otra. Estaba ahí sentado, estaba todo sonando bien. Ya cuando le tomaste el sonido a esos músicos no es que tenés que estar controlando todo. Un disco muy fuerte el de los Socios del Desierto. Se grabó todos juntos a un volumen descomunal.

Con Luis trabajé sólo en ese disco pero yo lo conozco de los siglos de los tiempos y ha venido a grabar otras cosas, como “Rezo por vos”. Yo me iba a tomar mate con Luis, a fumar un porrito, comer algo. Le llevaba gulash que hacía en casa. Hago muy buen gulash. Para llevarle comida al Flaco, más vale que le lleves algo bueno. Luis tenía todas estas características que te digo. Sólo apoyaba su inseguridad en su manera de cantar. Yo creo que no le gustaba. Está el Indio, que directamente dice “yo no soy cantor, yo soy un relator”. Luis tenía como una cosa personal con su forma de cantar pero tenía la gran altura de los grandes de decir “¿y a vos que te parece, Oso?”. Me llamaba Oso Húngaro. “¿A vos qué te parece, Oso? ¿Hacemos otra?”. Era una persona muy generosa desde todo punto de vista. Vos te sentabas a hablar con Luis Alberto Spinetta, a tomar un mate, y era un chabón cualquiera. No daba a “Luis Alberto Spinetta”, ¿entendés? No daba lo que la gente se imagina de ese presidente que tuvimos del rock nacional. En el mano a mano era una persona que se daba mucho, te regalaba dibujos, te cantaba canciones, te contaba cosas. Muy dadivoso con sus conocimientos, con su comida, con lo que sea.

Para los Socios no sólo me pagó, me pagó muy bien. Me dio el doble de lo que habíamos arreglado porque le gustó, le pareció increíble trabajar conmigo y disfrutó. Me dijo: “Mirá, me parece que la plata que vos me pediste es muy poca, entonces yo puse un poco más, Oso. Te pido que no discutamos sobre esto, por favor. Yo sé que hicimos un arreglo, yo estoy faltando a ese arreglo pero es en tu beneficio y sólo te pido que no discutamos sobre este tema”. Me dio el sobre, me lo guardé, me fui a mi estudio, lo abrí y, no sé, si me tenía que pagar veinte lucas, había cuarenta. Plata que no te puedo explicar cómo me venía. Yo tenía que terminar de pagar una cosa y la plata del Flaco me sacó del problema. Así que volví y le pegué un abrazo que duró muchísimo. Todavía no terminamos de abrazarnos. Por eso digo que su generosidad no era solamente musical. Nos ha dejado discos que son arte, la quintaesencia del rock nacional.

Cerati sabía muy bien lo que buscaba. Hicimos Para terminar, el segundo disco de Fricción. Él era el productor. Yo diría que fue el trabajo que más disfruté con Gustavo. También hice Ruido blanco, pero ese disco de Fricción está entre los veinte discos que más me gustan de los que yo hice. Es increíble, tiene esa versión de “Héroes” en español, que es la única versión de un tema clásico anglo que yo respeto. Una obra de arte muy bien lograda. Todo eso con Gustavo como productor era bárbaro. Diseñaba los sonidos de la guitarra, metía mano, buscaba y decía “Marito, vamos a grabar”. Por ahí se tomaba media hora para diseñar el sonido de una guitarra que él tenía en la cabeza. Y cuando decía “listo, ya está”, el sonido era… ¡Ah!

Él tuvo esa seguridad cinco años antes de nacer. Yo grabé con Gustavo en un proyecto, no me acuerdo bien cómo se llamaba, antes de Soda Stereo, en El Jardín, y yo ya lo veía y pensaba “este chabón, ¿quién se cree que es?”. Ya se notaba que el tipo tenía mucha seguridad. De hecho, a mí, personalmente, durante los primeros años, no me parecía un gran guitarrista. A ver, no me parecía un guitarrista con la ductilidad de solear. Sí un guitarrista que sabe poner acordes y definitivamente un guitarrista que sabe hacer sonar su instrumento. Tocaba bien, con seguridad, pero al principio me acuerdo que no tenía como una ductilidad. Él tuvo talento sobre la guitarra anteriores a convertirse en un gran guitarrista. A mí me pasó un poco lo mismo en la carrera. Mi trabajo, sonoramente, excepto algunos trabajos muy particulares, me empieza a gustar después de los noventa. Después del 92, 93, empiezo a hacer discos donde yo me los llevo a casa, escucho y digo esto está bastante bien.


Mi puerta de entrada fue en una pequeña compañía discográfica, como cadete. La empresa se llamaba Fonema. Manejaba dos o tres sellos, pero el principal se llamaba Qualiton. Sus caballitos de batalla eran los discos de música para niños del Conjunto Pro Musica de Rosario. Durante muchos años, toda la gente que le quería poner música a sus hijos con un poco de respeto a los chicos y a la música, mostraba eso. Para el Día del Niño se vendían miles. El sello tenía un pequeño estudio de grabación móvil. Una consola, dos grabadores Revox de dos canales, algunos micrófonos Neumann muy buenos. Era la única empresa que grababa música clásica en la Argentina. Discos de Miguel Ángel Estrella, Mario Videla, Manuel Rego y mucho del Pro Música de Rosario, que no sólo hacía los discos de música infantil. Hacía muchos discos de música medieval, música renacentista. Mucha flauta dulce, instrumentos de viento. Y todo esto se grababa en la compañía con un equipo que estaba en una pieza que yo nunca había visto.

Empecé a trabajar ahí y, después de algunos meses, Iván Cosentino, que era como el director artístico de la empresa, me dice: “Mario, escúcheme, váyase a la piecita del fondo y limpieme un poquitito el estudio, que tengo que trabajar a la tarde y hace mucho que no entro”. Me da la llave, abro y entro a una habitación sin ventanas. Dos cables colgaban con una bombita. Había una mesa de roble enorme y torcida y en todas las paredes estaba el ladrillo picado cuando era un look que no estaba de moda. Roña, clavos en los ladrillos adonde había carretes de cinta vacíos, otros con pedacitos de cinta colgando. Todo medio así. Entré ahí, vi todo eso y fue el momento místico y mágico en el que dije: “No salgo más”. Al día siguiente, Iván me dice: “Tengo que grabar un piano, así que por qué no se ocupa de llevar todo el equipo, lo arma y me acompaña durante la grabación. ¿Le interesa?”. Y así empecé.

De mi paso por Fonema lo que me quedó fue lo poco que sabía a pesar de lo mucho que ya había aprendido. Sabía muy poco para grabar, producir y mezclar. Y dije “me quiero ir a estudiar afuera”. Ya venía juntando platita, ahorrando. Me fui en septiembre del 79 a Los Angeles, la capital mundial de la industria discográfica. Estuve exactamente un año. Cuando volví arrancó el estudio El Jardín, que se convirtió, de alguna manera, en el semillero de lo que fue la década del ochenta. Charly grabó la música de la película Pubis Angelical. Sumo grabó Corpiños en la madrugada. Cerati antes de Soda Stereo. Los primeros demos de Los Abuelos. Los Twist. Mucha música que después explotó.
Iban a grabar ahí porque se corría la bola que había un técnico que había estudiado afuera. Esto tiene un poco que ver con cómo es la industria discográfica. Yo te diría que hasta comienzos de la década del setenta las compañías discográficas tenían formatos. Todos los estudios de RCA tenían consolas Neve, grabadores Studer, monitores JBL. Todos los estudios de la CBS tenían consolas API, grabadores Ampex, monitores Altec. Había un formato preestablecido. Los discos de la RCA tenían un estéreo más cerrado pero con más profundidad, más cámara. CBS tenía estéreos más radicales y usaba menos cámara. Entonces, era: “No nos interesa tu creatividad, grabá la voz como se graba acá. Se pone éste micrófono en éste lugar con éste anti pop, se le conecta éste compresor en ésta posición y se graba exactamente a 0 VU”. La CBS, de tanto en tanto, mandaba a sus ingenieros a Estados Unidos a trabajar a los estudios para profesionalizarlos un poco, pero era todo de boca a boca. Era todo prueba y error. No había una plataforma académica para el sonido, así que esto llamaba la atención: un estudio donde había gente con onda, que más o menos sonaba bien con aparatos que no había en otros estudios. Y yo laburaba y le ponía mucha onda y mucho corazón. Y nada, empezó a venir gente.

En algún momento cayó Toxicomanía buscando dos kilos de cocaína. Buscaban a un chabón que era de la cana y se había corrido la bola que los tenía escondidos en el estudio porque venía a grabar con su banda. No sólo no encontraron merca sino que no encontraron ni porro. Hacía tres días que nadie tenía un puto porro en el lugar. “Esto es todo. Si quieren seguir revisando no sé qué más mostrarles. ¿Quieren revisar mi valija?”. “¡A ver! ¡Traémela!”. Abrí la valija, el tipo metió la mano y sacó una tuca. Me comí el juicio pero zafé de un montón de cosas gracias a una inesperada coincidencia: el que estaba a cargo de la comisaría en ese momento era muy amigo de mi cuñada. Esas cosas raras. Pero el consejo fue “no vuelvas a ese estudio, está marcado, los van a volver locos, cambiá de trabajo”. Krochick se enteró, me llamó y me dijo: “A mí no me importa que vos hayas estado preso, yo quiero que vengas a trabajar a mi estudio”. Esas cosas de Miguel, maravillosas. Y me fui a trabajar a Panda. Esto fue por el año 82, más o menos.


Hay un disco muy especial para mí que se llama Menos es más, de El Terceto. Es, de alguna manera, una especie de tesis hecha veinte años después de haber empezado a trabajar. Un disco orgánico donde el sonido solamente está hecho con los instrumentos y los micrófonos. En ningún momento de la grabación, de la mezcla o del mastering, hay ecualizadores, compresores. No hay nada. Es el disco más crudo que hice en mi vida. Así como lo grabé, así lo dejé. Y sigue siendo uno de los discos que hice que lo pongo y digo ¡cómo suena!

Llegando los monos es otro. Es un disco tremendo, increíble, hecho en Panda. Ahí había algo que ya no existe, un lugar que llamábamos La Piecita. Un cuarto que no tenía tratamiento, era todo de ladrillo. Ahí se ponían los que no querían estar a la vista de nadie. Ahí ponía micrófonos especiales para generar un sonido. Si es que existe algún tambor emblemático mío, tiene que ver con que yo ponía un micrófono muy antiguo que tomaba el sonido de ese cuarto con la batería al lado. Lo hice en discos de Charly, de Los Enanitos. Le ponía una compuerta a ese micrófono que sonaba como medio garage. La compuerta permitía que el micrófono se abriera solamente con el golpe del tambor. Entonces hacía como una reverberancia muy intensa y muy corta.

Esto lo aprendí del Portugés Da Silva y tal vez es lo más importante que aprendí en la carrera: nosotros tenemos que estar del lado del músico. Siempre. Yo creo que si un ingeniero o un productor no están del lado del músico, no deberían trabajar con él. Tiene que ver con una especie de compromiso. Y en ese compromiso tiene que existir esto de generar el ámbito y el entorno más apropiado para esa banda. En Panda venían bandas oscuras que preferían tener luz blanca fuerte, ¿entendés? No sé, cuando grabamos con V8, siempre las luces estaban muy fuertes. Si me preguntás por Sumo, era como más tranquilo. El que iba a la piecita era Germán Daffunchio, que hacía esas bases secuenciales y casi mántricas increíbles, eso que para escuchar lo tenés que buscar pero que si lo sacás se cae el tema en pedazos. Él se iba ahí. Luca se iba al fondo, también medio escondido.

Cuando estaba grabando Heavy Tango, con Nacha Guevara, vino Tita Merello. Entró, estaba medio oscurito y lo primero que dijo fue “¡esto parece una casa de cocainómanos!”. Y obviamente no se refería al dueño del estudio pero se ve que algo percibió la señora. Entró una mujer sensible y sintió lo que pasaba. Más allá de la cocaína, a lo que ella se refería era a la densidad del ambiente. Vos tenés que pensar que a la mañana estaba Calamaro, a la tarde estaban Melero, los Ratones, los Redondos, Charly, Fito, Cerati y otros personajes que por ahí no eran del rock y eran igualmente heavys. Había todo tipo de personajes. Mercedes Sosa, Sumo, Cadillacs. Era un movimiento de gente muy heavy. Estaban las chicas. Estaba Celeste, estaba Sandra, estaba Marilina. Todos personajes muy cargados de esa densidad artística. Entonces, esas energías quedan en el lugar. En esta pieza ensayó Luis Alberto Spinetta durante los últimos tres años de su carrera. Se paraba ahí, donde está ese monitor. Díganme que estoy loco, que soy un fumón, pero yo lo sigo sintiendo al Flaco acá. Ese estudio, Panda, tiene una concentración de energía de los ochenta. Era mucho lo que se hacía. Del 2000 para acá los estudios no tienen esa carga. No tienen eso de estar durante meses trabajando casi veinticuatro horas por día con cosas muy fuertes. Es como una ahumadora, al final las paredes quedan negras.


En Panda me pasó esto que te digo: me convertí en un ingeniero famoso mucho antes de convertirme en un buen ingeniero. Yo estaba en mis años en los que quería experimentar y en la experimentación me mandaba unas lindas cagadas, pero me daba cuenta de que mis experimentos gustaban. Yo hacía unos discos que tenían textura, ¿entendés? Hacía algunas cosas poco comunes. Fui acompañando mucho las modas sonoras. Durante la década del ochenta se grababa con muchos procesos. La característica era mucho efecto, mucho proceso. Como dijo Luis Alberto, ningún instrumento debía sonar como el instrumento suena en la realidad.

He ido evolucionando con las cualidades y los colores del sonido. Nunca abandoné mis métodos de
producción. Yo tengo el mismo Pro Tools que usan todos, pero no hago esto de editar. No me gusta usarlo como una herramienta para hacer que una manga de crotos suene bien. Si viene una banda que toca como el orto y yo los convierto en una gran banda porque les pongo todo a tempo, les afino la voz y te hago un disco que suena como la puta madre, ¿qué pasa con esa banda cuando toca en vivo? Si querés grabar conmigo tenés que tocar bien, por lo menos de la mejor manera posible. Y tienen que grabar todos juntos. Si no pueden tocar todos juntos es porque todavía no están listos para grabar el disco. Esa es mi filosofía y mi línea de trabajo. De hecho, creo que es la única regla inquebrantable que tengo. Las voces se hacen después, por ahí el guitarrista quiere tomarse un día especial para meter los solos, si hay violines se hacen en otro lado. Pero, básicamente, el 80, 85 por ciento de la música me gusta grabarla de una vez, todo junto, porque considero que es así como suena la música verdaderamente. Por separado es otra cosa, es otro laburo. En el famoso “Tirá para arriba”, el primer día no grabamos la batería, grabamos el bombo. El segundo día grabamos el tambor. El tercero los fills. Es un método que se usa mucho para trabajar, no es malo, es muy bueno. A mí no me gusta, yo creo en otra cosa.

Soy un tipo muy inquieto, me gusta aprender, voy a convenciones, enseño mi trabajo, que es una de las maneras con las que más aprendo porque siempre hay algún chabón que me sale con alguna cosa, me queda en la cabeza y digo “esto está bueno, mirá lo que está diciendo”. Me salen con unas ideas de un estado de inocencia o de ignorancia, que son los mejores para la creatividad. Entonces voy probando. Aprendo mucho de los alumnos. Disfruto mucho de enseñar.


Todo cambió entre el 99 y el 2001. ¡Todo! Las compañías discográficas en los noventa vendían CDs como locos, ganaban tanta plata que no sabían qué hacer. La revoleaban. Yo he hecho producciones de 400, 500 mil dólares. Para Hecho en Memphis estuvimos dos meses viviendo en unos departamentos tremendos, en un estudio de la reconcha de la lora, con Andrew Oldham, que habrá cobrado un paquete de guita. Yo cobré muy buena plata por el trabajo. De golpe y porrazo, del 99 al 2000, esa economía que iba para arriba se desplomó. Fue cosa de meses. Llegaron las copiadoras rápidas de CD, aparece Napster. Se acabó.

Lo que te decía del sonido es que siempre traté de ir acompañando, voy sumando. Entonces, cuando apareció la primera consola digital, no era un secreto. Cuando Internet se empezó a poner serio yo ya sabía lo que iba a pasar en el 2000, porque era obvio. En el 98 sabía que en uno o dos años se iba todo a la mierda. Ahora me acaban de dar el último Pro Tools, que tiene capacidades que ni siquiera yo podría explicártelas. Creo que graba hasta 700 canales en formatos de audio imposibles. Tiene la capacidad de correr simultáneamente con otro Pro Tools en cualquier otro lugar del mundo. Pero yo empecé a trabajar cuando eran dos canales, se llamaba Sound Tools y si vos querías darle un poquito más de agudos a una canción de tres minutos, tardaba tres minutos y medio en hacerlo. Lo conozco muy desde cero.

Ahora, vos me preguntaste qué onda cuando pasaron del análogo al digital, pero vos no me preguntaste qué onda cuando aparecieron las baterías electrónicas que sonaban bien. Yo me pasé dos años en los que prácticamente no armé una batería acústica. Era todo con máquinas. Cuando apareció el MIDI con todo su potencial me acuerdo que hacíamos todos esos discos y yo esperaba ansioso que llegue la guitarra para darle un poco de humanidad a la música. Ese fue un momento fuerte de la música, también, ¿sabés? Cuando de golpe y porrazo era todo MIDI y los pianos estaban tocados y cuantizados. Fue un momento medio bravo también. O me venían con esas baterías viejas, antiguas, y me decían “che, vamos a usar esto, fijate que parezca una batería de verdad”. Pero las baterías de verdad suenan de otra manera. Bueno, yo me las iba arreglando pero fueron momentos importantes. Cuando aparecen los samplers también fue un momento. Porque, en la música, como en todo, es como con la cancha de paddle. ¡Se pone de moda y lo usa todo el mundo! Durante un par de años era todo lo mismo. Piano de X7, el órgano del X7, la guitarrita del X7. Vos escuchabas discos, ponías Aspen y era como un productor que produjo ochenta mil discos y usó siempre el mismo sonido. Esos momentos me agarraron más sorprendido. Cuando Miguel cayó con el primer sampler yo no sabía de eso, no sabía que se venía. Porque Emulator, cuando sacó su primer sampler, no tenía plata para promocionarlo. Lo vendían en dos negocios de Nueva York y punto. Miguel lo vio y lo trajo. Me lo aprendí ahí, sobre el pucho.

Está el renacer de los vinilos, ¿no? La gente quiere poner sus discos en vinilo. Yo agarro los discos que eran de mi viejo, los escucho y suenan increíbles, pero no suenan increíbles por estar en un vinilo. De hecho, te tenés que comer los ruiditos de púa, tenés que levantar, dar vuelta el disco, qué embole. Lo que cambió es el método de producción de música. Eso es lo que cambió. Cambiaron las exigencias profesionales que había para grabar un disco. Hay muchos músicos que no tienen la plata para hacer una grabación profesional, tienen su equipito en casa y no se quieren quedar con las ganas. A mí me parece que está bien que no se queden con las ganas, pero tienen que comprender que hacer un disco sin un ingeniero de sonido es lo mismo que sacarse una muela sin ir al dentista.

El otro día vino un grupo que tuvo sus quince minutos de fama en el mundo del rock y me vino a decir “¿vos mezclás con consola?”. “Sí, pero acá no tengo”. “Ahh, no tenés consola”. La consola no tiene nada que ver con el sonido. O tal vez sí, pero lo que realmente cambia son los criterios de producción, las condiciones de producción. Si vos me vas a poner un buen batero, un buen bajista y un buen guitarrista, muy bien grabados, eso va a sonar bárbaro. Pero si pusiste una maquinita, si grabaste la batería con cuatro micrófonos en la pieza que no tiene tratamiento acústico, y si a la voz la grabaste con un micrófono de 500 dólares enchufado a una placa de sonido de otros 500 dólares, vas a tener tu disco, vas a tener para mostrar. Pero eso no puede, bajo ningún concepto, sonar de manera profesional. Porque uno puede aprender a manejar las herramientas pero después está el conocimiento profundo. La mayoría de la gente que hace música y que monta su estudio, en general, no está informada. Y el problema del sonido no son los equipos, es cómo se usan.

Yo no trabajo para los que escuchan por el parlante del celular. Yo trabajo para los que aunque sea se ponen un buen par de auriculares o tienen un par de parlantes como la gente. Yo trabajo para esos aparatos que ya ni siquiera son tan caros. El audio en el futuro va a ir mejorando. La capacidad para hacer sonido cada vez es mejor. ¿Sabés dónde me importa mucho que suene bien? En Spotify. Porque es lo que escucha la gente. Poco a poco le pongo más ojo al archivo no comprimido que podría ir a Spotify o a un vinilo, más que al que va apretado para CD. Lo cual es una locura, eso merece una charla de dos horas: el porqué los CD suenan tan apretados y por qué no podemos hacer vinilos con esos CD. Si vos te comprás discos de vinilo hechos a partir de CD la púa salta. Recién, cuando llegaste, estaba haciendo un máster para vinilo. Un máster para vinilo no puede nunca salir de un CD. Tiene su propio protocolo, su propio volumen, sus propias condiciones. Entonces yo mezclo para la gente que le importa escuchar. Después, qué sé yo cómo suena en un parlante de mierda.

Versión un poquito más extensa de la nota que se publicó en La Agenda hace unos días. 
Todas las fotos son gentileza de Mario Breuer.

Litto Nebbia y Pez en la tapa de Rock Salta

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El rosarino y el grupo liderado por Ariel Sanzo ilustran la portada del número de septiembre de la revista que tiene a este cronista como editor.

Rodar, el disco en colaboración entre Nebbia y Pez, fue la excusa para hablar con estos emblemas del rock argentino independiente y popular. Alternativos y clásicos a la vez.

Además, un especial por los cien años del nacimiento del Cuchi Leguizamón. Entrevistamos a Pablo Comas, líder de la excelente banda rosarina Alucinaria. Estuvimos en el show que los mendocinos Usted Señalemelo brindaron en Salta y acompañamos al grupo pampeano Catalinatom durante la grabación de su flamante simple. Y más, mucho más, no deje de adquirir.

La revista Rock Salta estará disponible para la venta en rockerías de la ciudad de Salta, Jujuy, Rosario, Córdoba y Tucumán a partir de la segunda semana de septiembre a 50 pesos. Venta online y envíos a todo el país a través de rocksalta.com.

Fuimos reyes

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Danza Mogo (1988), debut de Proceso a Ricutti, uno de los grupos más exitosos de los ochenta

Se estrenó la segunda parte de Radio Roquen Roll, el documental de Martín Carrizo que refleja la historia del rock cordobés. Este nuevo trabajo se basa en lo ocurrido entre los años 1985 y 2001 y pone el foco en el ascenso y en la caída de las bandas que tuvieron su mejor momento en el fin de la primavera alfonsinista.

Cada vez que uno se topa con un trabajo profundo que rescata a bandas que no tuvieron trascendencia nacional o no se mantuvieron a través del tiempo en los medios de mayor alcance, pasa lo mismo. Uno se pregunta ¿y éstos de dónde salieron?, como dicen que hizo Sandro después de ver a unos músicos mendocinos que le pasaban el trapo.

En realidad, las bandas desconocidas por nosotros, hijos del centralismo que todavía nos domina, no tienen la culpa de esa reacción. Ellas siempre estuvieron ahí. En los últimos años, cada vez se visibilizan más.

Radio Roquen Roll muestra una escena que tuvo muchos vaivenes, como todas las de las provincias. Pero el rock de Córdoba en particular tiene (¿tuvo? ¿tendrá?) un caudal de grupos sumamente fuertes que marcaron una época y, al menos, a una generación de cordobeses. Es el caso de los músicos que coparon la movida a mediados de los ochenta. De la mano de festivales como el Chateau Rock y una buena difusión a través de los medios, el rock de Córdoba, por un ratito, fue consumido por todos y todas.

Pasaporte, Corte y Confección, Proceso a Ricutti, Astroboy, El beso, El final de los árboles, Los Enviados del Señor, Los nuevos coleccionistas de pasillos, Herederos de Einstein, Rastrojero Diesel, Los Navarros, entre otras; son algunas de las bandas que la historia oficial del rock argentino tiene en el banco de suplentes y todavía hace esperar para ingresar aunque sea como el hermoso recuerdo de lo que alguna vez fueron.

                   

A través de numerosas entrevistas, Carrizo muestra las diferentes influencias de cada grupo. Desde el “free punk”, Virus, Fito, Soda y The Cure, hasta el teatro independiente y shockeante de La Fura dels Baus. También menciona lugares clave, como la disco Lado Norte, ubicada al lado de la actual Casa Babylon, y los artículos periodísticos que Topo Gregoratti publicaba en el diario La Voz del Interior y ayudaban a difundir la escena por fuera del gueto. Radio Roquen Roll confirma que todas las patas de la mesa funcionaban al mismo tiempo. No es un dato menor a la hora de analizar cualquier escena provincial.

En la parte 1, estrenada en 2014 y disponible en YouTube, se documentan los inicios del rock cordobés desde los primeros años de la década del sesenta hasta mediados de los ochenta. Momentos de artistas que querían ser “abogados o ingenieros” y hacían música como una distracción temporal en el camino hacia sus aspiraciones tradicionales. Formaban parte de la camada previa a Los Beatniks y Los Gatos. Carecían de la carga ideológica de los pioneros del rock argentino. En la parte 2, todo es distinto. A los músicos ya no les alcanzaba con creerse iguales o mejores que los de Buenos Aires. Tenían un objetivo claro que, sabían, era posible alcanzar sin tener que moverse de la ciudad, sin tener que pasar por Capital Federal.

Probablemente el documental distorsione un poco la mirada y vuelva más épico el pasado. Ya no importa. En Radio Roquen Roll, las bandas conforman una historia riquísima, llena de matices y estilos, con anécdotas y canciones que muestran mucha necesidad de crear y ser profesionales. Casi, casi, el sueño del pibe.

Artículo publicado en el número 22 de la revista Rock Salta, de agosto de 2017.

Messi es arquero

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Este viernes 8 a las 16 horas voy a estar en Rosario para participar de la charla "El rol del periodismo en las escenas locales", una actividad que se va a desarrollar dentro de la Feria del Centro.

Con los periodistas Lucas Canalda (Santa Fe) y Rodrigo Piedra (Córdoba) vamos a hablar un poco sobre cómo hacer desde los medios regionales para ayudar al crecimiento de las escenas musicales. Una eterna pregunta que encierra otras. ¿El periodismo sirve para dar a conocer a los artistas? ¿Los medios conocen a las bandas de sus ciudades o sólo se fijan en lo que se amplifica desde Buenos Aires? ¿Qué hacemos mal como comunicadores? ¿En qué acertamos? ¿Qué podrían hacer los grupos para mejorar su difusión? De todo eso y mucho más vamos a parlotear. Va a coordinar Andrés Conti, de Discos del Saladillo.

Para conocer la programación completa de la Feria, clic acá.

¡Los/as esperamos!

Los días poderosos

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(La Feria del Centro reunió a distintos sellos y editoriales. Foto: Facebook Discos del Saladillo)

Jueves 7 de septiembre

Empiezo el taller “Cómo encontrar poesía en el motor de un auto”, dictado por Fabián Casas en la Biblioteca Nacional. Una actividad gratuita que convocó aproximadamente a 300 aspirantes que nos inscribimos online durante el mes de agosto. Finalmente, quedamos unas cincuenta personas seleccionadas por orden de llegada virtual. Algunas, según cuentan durante la presentación general, ya participaron en ediciones anteriores del taller y ahora reinciden. Casas aprovecha su experiencia para pedirles que cuenten un poco de qué se trata todo esto que nos reúne.

Casas escribe como habla. O habla como escribe. Usa las mismas palabras y expresiones que luego vuelca en los textos. Su manera de llegar a la cuestión es ejemplificar, recordar episodios y películas, comparar la escritura con todo tipo de actividades y tirar nombres de escritores como un kiosquero con Rapipago cobra las boletas durante la primera semana de cada mes. No para. En una hora y media habla de Ricardo Zelarayán, James Joyce, Tolstoi, Martín Rejtman, Borges, Arlt y más. Nos alienta a liberarnos de la influencia. A romper con el mandato. A usar la escritura en función de lo que queremos contar. Al final nos da una consigna para la próxima clase y nos recita poemas de Mariano Blatt y Daniel Durand. El de Durand me encanta. Se llama “Nunca escribiré un poema sobre Los Beatles”:

Un día un amigo me contó
que los Beatles tenían tanta plata
que podían comprarse una ciudad como Concordia
con todo lo que había adentro.
Dos noches estuve sin poder dormir
pensando que en cualquier momento se venían los Beatles
a comprar la ciudad con todo lo que había adentro.

Viernes 8  

Son las 7.30 de la mañana y estoy en la terminal de Retiro. Hace cinco minutos tendría que haber empezado el viaje hacia Rosario pero los trabajadores la UTA están de paro desde las doce de la noche. Tengo que viajar para participar de la primera Feria del Centro, que se realiza desde ayer y se extenderá hasta el domingo 10. Cuatro jornadas en las que se unen las industrias culturales de Santa Fe, Córdoba y Entre Ríos. Pero no hay bondis. Me cabe por vivir en país macrista.

Para el mediodía la cosa ya está solucionada. Viajo en auto con dos rosarinos que me cuentan los entretelones de la escena del rock de Rosario. Nada nuevo: grandes bandas que se separan, internas boludas regidas por el ego que divide a los que podrían hacer cosas juntos, falta de lugares para tocar, público que prefiere ver bandas tributo, productores inescrupulosos y garcas, gente vendehumo. La escena rosarina carga con las mismas taras que las de las demás ciudades del país. Al menos en este viaje.

Llegamos a las tres de la tarde. A las cuatro tiene que arrancar la charla "El rol del periodismo en las escenas locales", una actividad en la que tengo que comentar mi experiencia como periodista que cubre el rock de ciudades que no tienen una industria montada alrededor. También van a participar los periodistas Lucas Canalda, ex Rock & Pop y Radio Metro de Rosario, actual hacedor del excelente sitio Rapto; y el cordobés Rodrigo Piedra, de Indie Hoy. Va a coordinar todo Andrés Conti, del sello rosarino Discos del Saladillo. Conti, también periodista, escribió hace poco un artículo en el que analiza la actualidad del rock rosarino y llega a esas conclusiones comunes que me habían comentado en el auto.

La charla finalmente arranca a las cinco. Somos más o menos veinte personas hablando de lo que ya veníamos hablando hace rato. De lo mismo que vamos a seguir charlando después de terminar. Qué falta, qué se hace mal. Que los periodistas no toman en serio a las bandas locales. Que no las escuchan y preguntan siempre las mismas cosas básicas como “¿Y por qué se llaman así?”. Que los músicos no te mandan una gacetilla ni locos y que no son capaces de escucharse entre ellos. Que son pocos los que conocen las canciones de las demás bandas que conforman la escena. Que falta una visión común, de objetivo unificado aunque los intereses sean diferentes. Que no hay una mística creada alrededor de la escena, como puede ser que tenga La Plata. Que hay que armarla aunque sea puro humo. Que nadie se sabe vender, en el sentido no comercial de la palabra. Que los medios locales tenemos que generar una agenda propia porque allí está la posibilidad de lograr un desarrollo periodístico de la escena. Que no podemos esperar que los grandes medios se hagan cargo de eso.

En la feria hay varios stands de sellos independientes. Me dan discos de Mi Nave, Aguas Tónicas, Ovnitorrincos, Mariano Conti, Kif Kroker y Alucinaria. También Mañana, el tributo a Los Gatos en el que participan Matilda, Pol Nada, Päl Das Shutter, Nausicaa, Juani y la Paz Ciencia, entre otros. En el puesto del sello cordobés Lo-Fi Records ligo el compilado 4, de 2013, que tiene canciones de Fonez, Juan Gris, El Poncho de Clint Eastwood, Piquillín, Ultrasuave y más.

Me pongo a charlar con el santafesino Juan Curto, que lleva adelante el ciclo audiovisual 2 Canciones, del que ya participaron, entre otros, El mató a un policía motorizado, Anticasper, Bestia Bebé, Billordo, Mariana Paraway, Prima Limón y Los Reyes del Falsete. “La idea es que estos compositores y sus canciones sean vistos y escuchados en todos los medios posibles, contribuyendo a la construcción de una red de circulación nacional de música independiente y autogestiva”, dice el flyer que me acerca.
 
                     

A las nueve de la noche, los empleados estatales empiezan a tirar el clásico “vamos saliendo” que clausura todas las reuniones que se quieren extender. Encaramos a una pizzería y vemos la cartelera del diario La Capital. “Nada bueno va a aparecer ahí”, nos dicen los locales. Nos llevan a El Diablito, un ex cabaret devenido en bar pequeño y oscuro que no tiene música porque los vecinos se la tienen jurada. La leyenda cuenta que los integrantes de Queen estuvieron acá en el 81. Incluso está marcado el rincón en el que se habría sentado Freddie Mercury. Me siento ahí y me pido un fernet. Me lo cobran cien pesos, pero está bien. El lugar es muy lindo.

A la una de la mañana caminamos un par de cuadras hasta Downtown, una casona antigua devenida en bar recontra cheto donde hoy tocan The Puñeters, Mi Primo Fosforescente y Gay Gay Guys. Hay que decir que está buenísimo y que el escenario suena fenómeno. Llegamos durante el set de Mi Primo, que me recuerda a Soda, Cerati, Café Tacvba y alguna cosa más. Está bien, pero no me dice demasiado. GGG es otra cosa. Transmiten más. Son más intensos, irónicos y cínicos por momentos. A veces cándidos y hasta ingenuos. Su cantante, que en medio de las canciones exagera la ambigüedad sexual, en los baches habla como un integrante de grupo de rocanrol. Está vestido con la 10 de Maradona del homenaje de 2001 y un short de Rosario Central. Dice que si el rock sirve para algo es para combatir y pide por Santiago Maldonado. Suenan al rock alternativo noventoso y a todo lo que derive de allí. Al final se ponen en sintonía con los Ratones Paranoicos.

                      

Volvemos al Diablito, hasta las cuatro. Nos ubicamos en una mesa que todavía tiene los restos de los comensales anteriores. Vasos vacíos, papeles y dos entradas cortadas del recital que Fito Páez dio hace unas horas en el teatro Astengo. Un show de solo piano que a cada uno de nuestros predecesores de bar les costó 950 pesos. Hay un piano al fondo del Diablito. ¿Lo tocará Fito de vez en cuando? ¿Vendrá Fito? ¿Se habrá sentado acá Freddie? ¿El Diego lo habrá hecho cerrar durante su etapa leprosa?

Sábado 9

Me levanto media hora antes de que se termine el lapso habilitado para el desayuno en este hotel céntrico. Mientras me bajo un café con dos sánguches de jamón y queso leo la reseña del recital de Fito que publica La Capital. “Quizás sería pueril y hasta superfluo realizar la crónica de un nuevo show de un artista rosarino que, con más de 30 años de trayectoria, docenas de discos, múltiples galardones y cinco Grammy Latinos, vuelve a su ciudad natal. Sin embargo, Fito Páez siempre se reinventa”, arranca la crónica de Hernán Osuna. En las redes, Fito sube un video del concierto. Se lo ve en plena arenga al público durante “Y dale alegría a mi corazón”. Un éxito.

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Otro diario, Perfil. Columna de Fabián Casas: “Mariano Blatt, el Pibe de Oro”. El texto es, básicamente, un resumen de mucho de lo que nos dijo el jueves. “Hay algo similar entre los grandes poetas y los grandes maestros de ajedrez. Un gran maestro del juego ciencia suele tener en su cabeza toda la información de casi todas las grandes jugadas del mundo y cuando juega contra otro gran maestro durante un larga partida suele saber los movimientos que va a hacer el otro. Hasta que uno de los dos hace la jugada inesperada. Con los poetas suele pasar lo mismo”, dice.

Antes de ir a la Feria voy hasta Balcarce al 600, la cuadra donde vivía Fito con su familia antes de mudarse a Buenos Aires. Quiero ver si puedo encontrar algunos detalles descriptivos que me ayuden a contar un artículo larguísimo que estoy preparando desde febrero sobre él y que quiero terminar de una vez pero no puedo porque, básicamente, Páez no me responde los pedidos de entrevista. Son esas cosas que no le pasan a Claudio Kleiman o a Simon Reynolds. La casa chorizo no está más. La tiraron abajo más o menos en el 90, después de que estuviera casi cuatro años abandonada y solitaria. La vida allí se terminó en noviembre del 86, cuando dos tipos asesinaron a las abuelas de Fito y a la mujer que trabajaba como doméstica. Hoy hay un centro médico. Al frente todavía está el estacionamiento en el que la jueza Alejandra Rodenas, hoy candidata a diputada nacional, observó a su amigo una madrugada, mientras el músico miraba desde afuera y lloraba contando recuerdos.

Hablando de Simon Reynolds, salió en La Agenda la entrevista que le hice por mail para promocionar sus charlas en Córdoba y Buenos Aires. Me respondió mucho más de lo que finalmente quedó en la nota. Voy a tener que postearla completa en este blog.

En la Feria está el stand de El Qubil, donde se promociona el ciclo “Rosario: 50 años de rock en castellano”, que desde hace un par de temporadas viene homenajeando a la escena local. El 17 de septiembre se va a hacer una nueva fecha. En el teatro Vorterix de esta ciudad van a tocar Mamita Peyote, Los Sucesores de la Bestia, Zona 84, Sistole, Ismael Torres y más. También están los stands de Polvo Bureau, Santa Fe Recording, Rompe, Basura! Discos, Audio Buró, Planeta X, Fluorescente Discos, Yovizna Discos y más. Además hay puestos de libros regionales, stands de productos artesanales, videojuegos, sala de exposiciones, un pequeño escenario para shows en vivo y un food truck que vende cerveza artesanal desde una heladerita. Todo de cara al inmenso Río Paraná y en diagonal al Monumento a la Bandera, que está en refacciones.

A las siete de la tarde, mientras entrevisto al periodista Horacio Vargas para mi nota sobre Fito, se larga una tormenta demencial. Vargas, autor de la biografía de Fontanarrosa, escribió el libro “La vida después de la vida”, un ejemplar que se puede conseguir usado por Mercado Libre y que es un excelente compendio de los primeros años de Páez. Vargas además participa de la feria con el stand de su sello jazzero BlueArt.

En una pausa de la tormenta aprovechamos para ir hasta la Sala Lavardén, donde hoy se va a presentar Rodar, el disco en colaboración entre Litto Nebbia y Pez. El lugar es hermoso. No quiero ser insistente, pero tengo que volver a mencionar a Fito y decir que en este teatro grabó Circo Beat. Lo hizo acondicionar especialmente para captar la esencia rosarina que quería plasmar en el álbum, algo así como el Sgt. Pepper’s del rock argentino, conceptualmente hablando, claro. Me pongo a charlar con un periodista que me cuenta que hace algunos años trabajó en la Sala, que ahora es una plataforma multidisciplinaria en la que se pueden encontrar, por ejemplo, roperos que llevan a otros lugares.

Cerca de las diez de la noche se abre el telón. Los Pez rodean a Litto, que está sentado frente a un teclado al medio del escenario y tiene auriculares negros y anteojos al tono. Empiezan con “Rodar (sin celular)”, la primera canción del disco. Después siguen “Mujer de carbón”, “El rey lloró”, “Rock de la mujer perdida”, la excelente “Cadenas y moneda”, “Lágrimas de María”, “Hogar”, “Soy de cualquier lugar” y más. Suenan mucho más poderosos que en el disco. La unión musical es muy sólida, no es para nada forzada. Litto canta con un aplomo extraordinario y no falla una. Los Pez se apoderan del sonido de manera mucho más profunda que en el disco. Y todo suena mejor. Desde 1970 que Nebbia no sonaba tan rockero y toca como si no hubiesen pasado los años. Como si esto fuera lo que ensaya todas las semanas. Además, hacen canciones que no están en el disco, como “Sólo se trata de vivir”. Los Pez hacen solos “Para las almas sensibles”, con Litto en el escenario escuchando atento. Juntos hacen “De la vieja escuela del amor”, una canción que está en Rock Nacional, el disco de Pez de 2016. Cuando terminan, Ariel Sanzo dice “¿Sabés lo que es que Nebbia te cante una canción?”.

Afuera llueve como si fuera la última vez. Hacemos tiempo hasta que los empleados del lugar sacan a relucir el “vamos saliendo”. Entonces caminamos bajo la tormenta hasta la zona de la Plaza del Che, donde hay un bar repleto de gente guarecida que nos ve entrar con horror. Pedimos cerveza y unos sánguches tremendos recomendados por la moza que, me cuentan, es estadounidense y vive acá desde hace diez años.

La lluvia es una lástima porque nos arruina los planes. Teníamos toda una agenda programada que incluía el recital de Nebbia y Pez, Viva Elástico en un lugar cerca de la Feria, grupos rosarinos en McNamara y otras bandas en una casona que todavía no sé dónde queda. Hay que empezar a descartar. VIva Elástico olvidate, me dicen, debe estar toda inundada la zona. Vamos a McNamara. Tocan Valle, el grupo de los ex integrantes de Alucinaria; junto con Riel y Prepizza. El lugar está lleno, no podemos pasar. Sólo queda ir hasta Puerto de Ideas, “un bar donde no hay agua, cerveza nomás”.

Puerto de Ideas es una casa chorizo convertida en bar under parecido al Antro Mágico porteño. ¿Todavía está el Antro Mágico? Hace años que no paso por ahí. En Puerto de Ideas la cerveza cuesta sesenta pesos. La pizza, ochenta. Y en una pieza está tocando Korben Dallas, un excelente grupo instrumental que tiene un disco en el que posan lookeados como si fueran Los Chalchaleros.

                                        

Pero la noche está rota. Somos pocas personas. Como ya no llueve, encaramos otra vez para El Diablito. Otra vez al rincón de Freddie Mercury hasta que el de la puerta decida que es hora de salir.

Domingo 10

No para de llover pero ya no hay paro de la UTA. Aprovecho el desayuno y pregunto hasta qué hora puedo extender el check out. “Hoy hasta las 15, señor”. Mi colectivo sale a las 17. No puedo hacer mucho más que esperar, encerrarme e intentar liberarme para poder escribir.

"Trump creó una burbuja de fantasías"

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El crítico inglés Simon Reynolds está en la Argentina. El fin de semana pasado se presentó en la ciudad de Córdoba y este martes 12 va a estar en Buenos Aires. Va a dictar una "clase magistral" sobre la relación entre el rock y el mundo del espectáculo llamada "Todos están en el show business". El evento se realizará en el Centro Cultural San Martín, a partir de las 19 horas.

Aquí, Reynolds se explaya sobre su reciente libro Como un golpe de rayo, en el que aborda la historia del glam rock y sus consecuencias. La entrevista se hizo vía correo electrónico a mediados de agosto. Se publicó en La Agenda la semana pasada. Por una cuestión de espacio, sólo pude incluir un fragmento de las generosas respuestas que mandó (¡nueve páginas de Word!). Acá la comparto completa.

- Como un golpe de rayo tiene 700 páginas. ¿Cuántas más escribiste? ¿Qué dejaste afuera?
- No estoy seguro. Con cada libro que escribo siempre me excedo y luego lo tengo que acortar, por lo general para hacerlo más legible y más fluido. De todos modos, en el libro del glam no corté capítulos enteros. Incluí a todas las personas que quería cubrir. Siempre hay historias piolas, detalles informativos o descripciones más profundas de canciones o discos puntuales que tenés que dejar afuera porque es importante que el libro se lea con fluidez y que tenga cierto ritmo narrativo. Algunas veces me desvié teóricamente y a la larga decidí “esto hay que sacarlo, está desacelerando la historia”. Uno de esos desvíos es la base de la charla que voy a dar en Argentina: el análisis de la relación entre el rock y el mundo del espectáculo: ¿El rock es una forma de arte y una fuerza para el cambio revolucionario? ¿O es solo entretenimiento, fantasía y espectáculo?
- ¿Qué podría causar hoy el mismo impacto que se originó a partir de la falsa salida del closet de Bowie en 1972? ¿Por dónde transita la transgresión en 2017?
- Me parece que en el siglo 21, y probablemente desde antes, la música pop ya agotó el concepto de impacto y escándalo como una estrategia estética. Lady Gaga intentó despertar la idea amontonando todas esas imágenes extremas y esas tendencias de la moda. En mi opinión, fue bastante aceptado y ella fue tomada como una artista con una imagen muy peculiar, nada más. Me parece que ni siquiera fue considerada tan amenazante como lo fue Marilyn Manson en los 90, al cual muchos cristianos del corazón de Estados Unidos de ese entonces consideraban genuinamente peligroso (mientras que las personas con nociones de actualidad, como vos y yo, probablemente pensábamos que era bastante absurdo, y no nos sorprendía en absoluto). No creo que Lady Gaga haya ofendido de verdad a nadie, ni que la gente la haya visto como una transgresora. Por supuesto que tiene fans que la ven como una especie de vocera de la rareza y de la inadaptación. Es admirada y adorada por sus declaraciones en apoyo de las personas LGBT. Pero ese tipo de valores ya son bastante comunes hoy en día, y esa conducta  es la esperable dentro de la industria del entretenimiento.
Cuando hablamos de escándalo, atrocidad y transgresión de los estándares respetables y las normas civilizadas, es difícil competir con lo que está sucediendo con la política en la actualidad, ya sea siendo expulsado desde la Casa Blanca o burbujeando nocivamente en en las cloacas de internet, en el discurso del odio de la derecha, en la paranoia neofascista, en la misoginia despiadada, el racismo cavernícola, etc.
De hecho, lo que sucedió con la llamada derecha alternativa debería hacernos cuestionar los impulsos que hay detrás del deseo de impactar y transgredir. Tal vez, hace mucho tiempo, hubo un instinto genuinamente liberador detrás del discurso sin censuras de un comediante como Lenny Bruce, o de algunos escritores o músicos que decían en voz alta las verdades menos bonitas. Pero sólo basta con observar al punk o la industria cultural para darnos cuenta que la lógica de la transgresión puede conducir a las personas a posturas muy nihilistas que pueden terminar en un coqueteo con el fascismo.
- Cuando leí cómo destacás la impostura y las mentiras como herramientas fundamentales del glam pensé en Bob Dylan, quien también mintió mucho en sus primeros reportajes. ¿Creés que Dylan utilizó la misma táctica o no era tan pragmático como Bolan o Bowie? ¿Qué opinás del reciente Premio Nobel que recibió?
- Dylan se inventó a sí mismo como imagen pública. “Bob Dylan” no es su verdadero nombre y, al igual que Bowie, se construyó a sí mismo un “yo” artístico “tomando prestadas” las ideas de otras personas, particularmente las de Woody Guthrie. Sin embargo, nunca me pareció que esto fuese una versión previa del glam, ya que su imagen visual no cambió demasiado y nunca hubo un elemento teatral en sus actuaciones. Pero, ciertamente, le gustaba jugar con los medios, y sus fans lo seguían, y usar ideas sobre inescrutabilidad y una mística super cool y enigmática como forma de transitar el reino de la fama. Bowie aprendió algunas cosas de Dylan.
No soy muy fanático de Dylan; de hecho sus letras son uno de los motivos por los que su trabajo no me produce demasiado. Me gusta el sonido de sus discos de los 60 y de comienzos de los 70, y he llegado a darme cuenta que hace cosas interesantes con su extremadamente limitada y poco agradable voz. Pero sus palabras… rara vez puedo conectar con ellas. Suelo admirar más a los compositores que se abren y dicen todo lo que quieren decir de la forma más clara y directa posible. Por lo general sospecho que los compositores que usan imágenes opacas o abstractas en realidad no tienen algo para decir y eso mismo es lo que están encubriendo. Así que, a mi, que Dylan haya ganado el Premio Nobel me parece un desperdicio de un premio que podría haberse entregado a algún novelista o poeta increíble pero mucho menos conocido que en verdad hubiese sido beneficiado con esta atención. Dylan no necesita más elogios ni dinero.
- Según Mike Chapman, el glam era (¿es?) “música para ser vista y oída”. ¿Se sostiene el glam sólo desde los discos? ¿Se puede disfrutar sin ver?
- Yo creo que la mejor manera de experimentar el glam es a través de apariciones en la televisión. Son más controladas y visualmente acertadas que un show en un escenario y, además, se ven los acercamientos a la cara del cantante. También se pueden apreciar los disfraces, el maquillaje y los peinados en detalle. Cuando me pregunto cuáles son los mejores momentos del glam, para mi son las apariciones de personalidades como Roxy Music, Bowie, T. Rex, The Sweet y Gary Glitter en Top of the Pops, el show de pop que se emitía semanalmente en el Reino Unido y que era seguido por una gran cantidad de gente, es decir que era el escenario con más espectadores que un músico pop podía alcanzar. También pienso en los New York Dolls en el Old Grey Whistle Test, el show de rock más serio de la BBC, orientado a jóvenes adultos, basado en discos en lugar de singles.
No obstante, los discos definitivamente funcionaban por su cuenta. Artistas como The Sweet, Gary Glitter y Suzi Quatro sonaban en discotecas en todo el Reino Unido, y en otros países también, y los chicos bailaban enloquecidos sólo con el impacto auditivo. El glam era esencialmente música disco antes del disco, todo se basaba en el sonido de los tambores. Las producciones de The Sweet sonaban en particular espectaculares en la radio. Por eso tomé la cita de Mike Chapman que dice que la música en sí misma tiene una naturaleza casi visual. Su producción era tan precisa y tridimensional, y la histeria tan intensificada, que era casi como un drama que se representaba a través de las ondas radiales.

                   

  - El libro también me hizo pensar en la posverdad, en los políticos no-políticos que llegan al poder a través del show business y con el apoyo de las noticias falsas que se vuelven virales. ¿Hay alguna relación?
- Mientras escribía era totalmente consciente de que el perfil de la personalidad de algunas de las estrellas sobre las cuales estaba escribiendo (narcisistas, exhibicionistas, ambiciosas por recibir la atención del mundo, flexibles en su relación con la verdad, dispuestas a decir casi cualquier cosa con tal de obtener publicidad y para impulsar sus carreras) era incómodamente similar a la del hombre que parecía ser el principal candidato republicano para presidente. Terminé el libro a comienzos de 2016, cerca del momento en el que parecía seguro que Trump iba a vencer a todos sus contrincantes republicanos. En el libro hay algunas referencias sobre las ideas de Trump sobre “la hipérbole verdadera” y sobre la importancia de la proyección de fuerza y certeza como herramientas esenciales a la hora de cerrar negocios y acuerdos (cómo la imagen es más importante que la realidad).
Si hubiera terminado el libro un año después, después de las elecciones, hubiese hecho muchas más de estas conexiones. Trump es una figura que primero suprimió la diferencia entre la actividad inmobiliaria y el mundo del espectáculo. Después suprimió los límites entre la política y el mundo del espectáculo. Muchas estrellas pop y del cine, en mi libro Bolan es el mayor ejemplo, vivían en esta burbuja de fantasía y engaño respecto a lo geniales que eran. Eran capaces de vender al público un mito sobre ellos mismos porque ellos mismos se creían sus propias mentiras. Ese es el secreto del comercio en el entretenimiento, en los negocios, en la política: creer en la ilusión que uno creó. Trump creó un mundo que es una burbuja de fantasías, con triunfos que no están basados en un logro verdadero, ni en la realidad; y convenció, en el conteo más reciente, a cerca de un 35%  del público norteamericano de vivir en esa irrealidad posverdadera y sin fundamentos.
- ¿Qué material utilizaste? ¿Tenés un archivo personal de revistas y diarios? ¿Hiciste entrevistas? You Tube debe ser fuente permanente.
- Hice bastantes entrevistas y, en especial, obtuve varias cosas interesantes de las figuras menos conocidas de ese entonces (productores, técnicos, mánagers, periodistas, músicos de bandas que están algo olvidadas, pero que fueron importantes en ese momento). Pero el material más útil fueron las revistas viejas. Sí, tengo un archivo considerable de periódicos y revistas de música de los 70, y en ellos se pueden encontrar toda clase de detalles olvidados: citas de lo más inusuales y frescas de las grandes estrellas, que son distintas a las que ya vimos una docena de veces en otros libros, y también se obtiene un gran sentido del contexto, todo lo que estaba pasando en la música en ese momento, cuál era el trasfondo sobre el cual el glam brillaba tanto. Y tan sólo el sentimiento y las vibraciones de la cultura del rock de ese momento.
YouTube fue muy útil, aunque ya hay demasiado material subido ahí en la actualidad. Cuando hice el libro sobre postpunk YouTube no existía y de alguna manera eso terminó siendo mejor.
- Me gustaría saber cómo es el lugar donde escribís: qué hay a tu alrededor, qué elementos o “ritos” ayudan a concentrarte y qué puede llegar a distraerte.
- Es una oficina al frente de la casa, una especie de jardín de invierno que está apenas separado del cuerpo principal de la casa, por lo cual suele ser demasiado caluroso en verano y demasiado frío en invierno (estamos en Los Angeles). Sin embargo, tiene muy buena luz y es lindo ver al cartero llegando, a las ardillas escalando árboles y a los colibríes sumergiendo sus picos en los ramos de flores en el jardín. Como es de esperarse, hay muchos libros apilados en el piso. Cuando estaba haciendo el libro del glam todos los libros eran relacionados a ese tema. Discos esperando ser reproducidos, carpetas, revistas, la parafernalia usual de un escritor.
En realidad no tengo ningún ritual, salvo que tomar un montón de té cuente como uno. Por lo general, tengo música puesta la mayor parte del tiempo; aunque si el trabajo está yendo demasiado bien, a veces me olvido de poner algo nuevo. O bien ponía glam sin parar o bien ponía nuevos lanzamientos con los que intentaba mantenerme al día, y otras veces, sólo para obtener una energía propulsora, ponía música dance de los 90: rave hardcore y jungle. El problema de escuchar música y trabajar a la vez es que, si en verdad le estamos prestando atención a la música, el ritmo de trabajo se desacelera; y, por el otro lado, si uno está trabajando bien, puede encontrarse con que escuchó un disco entero y que no se acuerda nada en absoluto al terminarlo. Por eso, cuando estaba escribiendo sobre discos específicos para el libro del glam me alejaba de la computadora y me concentraba sólo en la música y mientras tanto escribía notas en papel.
Mi método implica mucha pérdida de tiempo, distracción, posponer el arranque. Las noticias y comentarios infinitos y detallados sobre política son realmente una gran interrupción de la concentración, porque sentís que estás haciendo algo valioso al mantenerte al tanto de las últimas noticias. Una vez que el deadline se acerca demasiado (por lo general un deadline impuesto por mí mismo: tratar de terminar una sección para cierto día) es impresionante lo rápido que avanza la escritura. Me puede llegar a llevar tres días escribir las primeras 150 palabras de un capítulo, luego el ritmo se acelera y cuando llega el último día ya escribo 5.000 palabras en un solo día. Es como escalar hasta la cima de una montaña y después bajar corriendo hasta la base.
- ¿Cómo describirías tu evolución en la escritura? En este libro, a diferencia de, por ejemplo, Retromania, sos más directo, casi no hay primera persona.
- No creo que haya una evolución en sí, es sólo una forma diferente. En el libro del glam –así como en el de postpunk– cuento una historia de la cual no soy protagonista. No estuve involucrado en los acontecimientos y tampoco fui un testigo presencial. Experimenté estos hechos de una manera indirecta, a través de los discos o a través de los medios de comunicación masivos, como la radio y la televisión. Mi visión personal se hace ver en la forma en la que armo la historia: las descripciones de la música y de las caras, los cuerpos y las actuaciones de los artistas y las opiniones que doy. Pero Retromania fue mucho más polémico, una reacción personal hacia lo que estaba sucediendo en la cultura musical,  arraigado a mi respuesta emocional –¡desorientación y desesperación!– hacia los acontecimientos del siglo 21. Por lo cual se sentía perfectamente natural recurrir a mis propias experiencias como, por ejemplo, coleccionista. Y también escribí sobre mi hijo y sus colecciones. O escribí sobre mis encuentros con varios “revividores” (revivalists) y personas obsesionadas con eras particulares de la música, como las que conocí durante mi primer año en la universidad y que vivían en la época hippie, como en una discontinuidad temporal. A la gente parece gustarle ese tipo de escritura más personalizada, y también las observaciones basadas en la experiencia propia. Definitivamente lo volvería a hacer si el tema lo permitiese, pero no me pareció apropiado ni efectivo hacerlo en el libro del glam, excepto en la introducción y en el ensayo final sobre la muerte de Bowie, que es intensamente personal y refleja mis propios encuentros con la mortalidad en los últimos años.
Me parece que se puede escribir de forma personal sin la necesitad de utilizar la primera persona “yo” ni referirse directamente a las experiencias personales de uno. Al final, es todo una especie de biografía descolocada, o una especie de poema indirecto sobre la vida de uno, en el sentido de lo que a uno le importa. Otra persona podría haber contado con exactamente el mismo material de investigación que tuve yo para el libro del glam, el de postpunk o el de tecno, pero el producto final hubiera sido completamente diferente.
En un sentido más general, durante todo el transcurso de mi carrera, pasé de ser mucho más crítico y despectivo hacia las cosas que no me gustaban (que es la forma en la que escribía a fines de los 80 en el fanzine Monitor y luego en Melody Maker, cuando era un joven de veintipocos) a ser mucho más comprensivo y empático respecto a la música, las escenas o los gustos que no me agradan en lo personal. Me gusta entender la atracción que tienen estas cosas y cómo las escenas o las subculturas funcionan en los fans, los oyentes y la gente que hace la música.
Esa es una evolución bastante normal y esperable: uno se vuelve menos intolerante y más curioso sobre lo que motiva y excita a otras personas, uno quiere tener una noción de cómo se ve el mundo a través de sus ojos y de cómo construyeron su propio conjunto de valores.
- Te formaste con un periodismo que no tiene mucho que ver con el actual. ¿Cómo te llevás con el periodismo online, la inmediatez de las redes sociales y la necesidad de escribir muchos artículos de pocos párrafos para alimentar continuamente el clickbait?
- Personalmente no suelo escribir artículos de párrafos cortos –¡de hecho, con este libro de 700 páginas demuestro que voy hacia la dirección opuesta!-. Por lo general, la mayor parte del trabajo que hago es en formato largo, son cosas como el ensayo de 5000 palabras sobre Donna Summer y Giorgio Moroder que escribí recientemente para Pitchfork, o la crítica de 1000 palabras de algún disco para The Wire o 4Columns. Sí disfruto escribir de forma más fragmentada en mi blog. Me parece que las explosiones de ideas cortas y pegadizas, o las reacciones instantáneas pueden tener un gran valor o ser muy entretenidas, tanto escribirlas como leerlas. Gran parte de mi blogging consiste en postear uno o varios videos de YouTube y hacer comentarios breves: ocurrencias, chistes, conexiones. La gente escribe cosas muy buenas en Facebook y escribir un tuit genial implica un arte. Es una pena que sea todo tan efímero y se olvide tan rápido. Por eso, uno se cuestiona si alguien debería desarrollar los post de Facebook o los hilos de un tuit para convertirlos en un ensayo y, de esa forma, habría más tiempo de analizarlos. Pero la espontaneidad suma muchísimo. Y, al final de cuentas, todo es efímero, incluso el ensayo o libro más pensado e investigado en profundidad desaparecerá con el parpedear del ojo de la eternidad. Entonces ¿quién es uno para juzgar si un tuit, o el posteo de un blog o una opinión de Facebook implican una pérdida de tiempo mayor que el escribir un libro?
- ¿Por qué escribiste que la Melody Maker de principios de los setenta era “más inteligente y entretenida que la competencia”? ¿Cómo se puede lograr un periodismo musical entretenido e inteligente en la actualidad?
- Creo que lo que me llamaba la atención de la Melody Maker de ese momento era que tenía el ethos de un diario. La mayor parte de su staff y escritores venía originalmente de diarios locales, tenían ese entrenamiento y esa mentalidad. Por eso en la Maker hacían trabajos muy bien relatados sobre temas que no eran necesariamente las cosas que uno esperaría que cubriera una revista de rock seria. Salían notas sobre clubes de fans o sobre algún fenómeno adolescente, como la manía de los Jackson 5, The Osmonds o David Cassidy. Había muchos artículos sobre la industria musical, charlas con patrocinadores o con productores sobre la industria o sobre el estado de la música pop. Pero a la vez tenía dos hojas repletas de Sun Ra o Stockhausen. Al mismo tiempo, así como tenían el periodismo apropiado, también tenían columnas, críticas sobre discos, críticas sobre shows y artículos de opinión sobre temas de actualidad súper tendenciosos. Por lo cual era una una mezcla muy buena de periodismo empírico presencial y artículos sobre noticias, escrito con más objetividad e imparcialidad, al lado de otra forma de escribir mucho más crítica y sentenciosa.
Alrededor del 74, New Musical Express asumió el mando de Melody Maker, destacando el lado crítico, sentencioso y tendencioso, convirtiendo a los escritores en celebridades y personajes de culto. No atraían al talento local de los periódicos, sino a la gente de la prensa under –las revistas y diarios de la contracultura-. Así que a pesar de que tenían algunos periodistas buenos haciendo reportajes y noticias orientados a la industria, y también reportajes sobre política,  el equilibrio se desplazó hacia la opinión y el crear controversia. Esto fue genial, yo era muy fan de NME, en especial durante los años postpunk.  Pero, observando la Melody Maker de comienzos de los 70, el equilibrio que tenían era de alguna manera mejor. Tenían corresponsales extranjeros como un diario formal, una agencia en Nueva York, personas en otras grandes ciudades de la industria de la música en Estados Unidos. Fue el medio gráfico sobre música más vendido del mundo durante un par de años y se consideraba a sí mismo como el diario musical de referencia, del mismo modo en que el New York Times se consideraba el diario de referencia. Para un historiador, el abanico de escrituras que tenia la Melody Maker de ese entonces puede ser un recurso muy valioso. Podés enterarte cuánto salía ir a un concierto de rock en 1972. Cuánto costaba ser un miembro del club de fans de Slade, y ¡todo lo obtenías por 50 centavos! Así que, del discurso de la época -las ideas y valores que están expresadas en los escritos críticos y también los escritos de los fans en la página de cartas, las cuales usé muchísimo en el libro del glam-  se obtiene toda esta información tan rica y basada en hechos reales.
No se cómo recuperarla. En el periodismo musical de la actualidad está faltando la parte de reportajes. En realidad no es puramente periodismo. Es todo críticas, opiniones, “hot takes” y entrevistas que no se hacen en persona, sino que por teléfono o, lo que es incluso peor, cada vez más por mail. Por lo cual no hay una dimensión de reportaje ni un sentido del músico como un ser humano de carne y hueso. El problema ahora es cómo financiar un periódico de música de esa dimensión. La Melody Maker y otros periódicos de música obtenían todos sus fondos de compañías discográficas y de patrocinadores de conciertos que compraban espacio publicitario. Para esas empresas, los medios gráficos sobre música eran la única forma de llegar a la audiencia del rock. Ese dinero que ingresaba todas las semanas le daba la posibilidad a los medios de música de cubrir una gran parte de los gastos semanales, emplear a siete u ocho escritores y darle trabajo a docenas de trabajadores independientes que podían vivir trabajando enteramente para Melody Maker, o NME o Sounds.
- Destacás a Lester Bangs y escribiste que la crítica de rock debería ser “ferviente, encendida y ridículamente polarizada en sus juicios”. Sin embargo, tus textos no son polémicos ni manifiestos de fanzine. ¿Cómo llegás de una manera más “sobria” a eso que definís como “la Verdad dándote un puñetazo en la boca”?
- He escrito muchas cosas controvertidas con el pasar de los años y aún escribo artículos de opinión, columnas y posteos de blog largos que muestran una postura. Y en mis libros –aunque tienen un tono sobrio y una investigación profunda–  siempre hay algún tipo de punto de vista. Respecto al libro de postpunk, estaba diciendo “esta fue una era de la música que necesita más reconocimiento, y tenía ciertos aspectos que sería bueno que tengamos hoy”. De cierto modo, era el comienzo de mi crítica sobre la cultura retro.  Retromania en sí mismo fue una intervención por completo –molestó a muchas personas y provocó muchas discusiones-. Es cierto, sin embargo, que las opiniones están respaldadas por evidencia y razonadas con cuidado a través de argumentos. Pero fue un libro controvertido con el cual muchos discreparon.
De hecho, hay un toque polémico a lo largo del libro del glam, aunque es más sutil. Hablo sobre la fama y su efecto distorsionador, tanto en la estrella individual como en la cultura en su totalidad. Analizo el narcisismo y el deseo por la atención y la gloria mundial como forma de inmadurez a nivel individual, pero también a nivel de civilización: un trastorno de personalidad, una decadencia en nuestra cultura. No quería meter esta idea en la cabeza de la gente, pero se ve a lo largo de todo el libro, desde la dedicatoria a mi padre fallecido y a mi madre que aún vive, hasta el ensayo final sobre Bowie y lo efímero que es el estrellato y la gloria mundial. El libro se puede leer como si fuese la historia del glam y tomarlo como una celebración de la música y los logros de los artistas –ya que lo es–; pero me parece que un lector más atento puede notar que hay una pizca de ambivalencia a lo largo de todo el libro. Creo que la mayoría de las personas que hicieron esta música increíble no son admirables como seres humanos. Sus posturas me parecen bastante cuestionables. El libro de postpunk era de muchas formas una serie de narraciones heroicas, pero no creo que las figuras del libro del glam sean el mismo tipo de héroes. También, al mismo tiempo, en el libro del glam cuestiono el concepto mismo de heroísmo, el deseo de sobresalir como un ser extraordinario o súper significativo.
El enfoque sobre Bangs, me parece, es el de un hombre joven. Es lo que hice cuando era un hombre joven. Es un tipo de escritura que funciona cuando ves las cosas en términos blanco o negro. Esta música o músico es la salvación, el camino correcto; esta música o este músico está mal, no es la dirección en la que la música debería estar yendo.  Esa visión polarizada te permite escribir de una manera mucho más agresiva, ferviente, cruda y definida – alabando algunas cosas a los cielos, condenando otras cosas-. Es muy emocionante leer –y escribir– de esta manera, pero a cierta edad, con suerte, se empiezan a ver las cosas de una forma más sutil, con matices de grises. No se puede evitar cambiar al crecer. Seguir escribiendo de esa manera polarizada y súper crítica sería falso y forzado. Irremediablemente, uno comienza a tener un sentido de perspectiva . Uno se da cuenta que la gente escuchando o hacienda música que a uno le parece mala no es en verdad dañina ni terrible. En especial comparándola con las cosas terribles, dañinas y nocivas que suceden en el mundo.

Traducción de Ana Belén Segura. Fotos gentileza de Caja Negra Editora. 

La cultura de la ausencia

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Sábado 15 de julio de 2017. Buenos Aires tiene un clima horrendo, feo, como el de un país gobernado por Cambiemos. Llovizna y el viento helado que parte la cara en dos invita a encerrarse. Algo de eso hacen los músicos de Catalinatom en los míticos Estudios Panda. El grupo pampeano se encuentra en la segunda jornada de grabación de su primer material en diez años.

El cantante Juan Ignacio De Pian está en el estudio, frente al micrófono. El guitarrista y productor Mauricio Flores está sentado en la consola junto al ingeniero Néstor Tinaro. Atrás se amontona el resto de la banda: el guitarrista Chelo Porcel, el bajista Willy Viek y el baterista Lucas Manera. La escena es conocida: músicos en el sillón con la cabeza sobre el respaldo. Otros de pie. Con los ojos cerrados o la mirada perdida. Todos cansados. Todos concentrados. Todos escuchando cómo avanza la grabación.

Es la toma dos de voces principales para “Tal mar”, una de las dos canciones que graban en estas sesiones. Luego llegará “Natural”. Juan pide “media toma”, quiere arrancar a cantar a la mitad de la canción para dar más aire a su interpretación. “Dale lo que pide”, se entusiasma Chelo. Mauricio habla con Tinaro y acceden. Antes de la cuarta toma se juntan todos a escuchar para corregir detalles. Juan vuelve al estudio, arranca de nuevo. “Pará, pará, se me escapó un pollo, venía re concentrado”, se queja. Quinta toma. A esta altura, es un lugar común decir que las guitarras son como una ruta asfaltada donde la voz se mueve con comodidad. Es que no hay dudas, este folk rock suena bien.
             
                                           


Catalinatom, banda de Santa Rosa, se formó en el año 2000. En 2007 apareció Más del barro, el único disco hasta el momento, que está fuera de circulación. No se consigue ni en YouTube. Apenas hay unos temas sueltos dando vueltas por la web. Entre 2009 y 2015 hubo un impasse en el que cada uno de los integrantes se dedicó a otros proyectos. En 2015, Mauricio y Juan, los únicos miembros originales, retomaron el camino. La formación actual es nuevísima, tiene apenas unos meses. En estas canciones flamantes, la temática es la ausencia del Río Atuel en La Pampa por el bloqueo provocado en Mendoza y la desertificación de las tierras como consecuencia. “Después del mar, la sed, después del agua, la sal”, canta Juan, y agrega: “Tal vez llore con lágrimas mi Atuel”.

“La idea es hacer dos canciones. Queríamos grabar en un estudio con todas las cosas que tiene Panda y ver cómo estaba sonando la banda en este nuevo momento después de varios años sin grabar en un estudio importante. Y también para salir a girar un poco por las provincias, tener un material de difusión importante. Venimos laburando para esto hace varios meses, realmente produciendo las canciones que íbamos a hacer acá para aprovechar el tiempo y para que salgan lo mejor posible. Para eso ya teníamos que venir con un concepto más o menos laburado durante un tiempo. Y también es como el primer paso para pensar en hacer un disco con este sonido. Estamos en la búsqueda de un sonido que creo que estamos logrando y está bueno”, dice Juan, en una pausa de la grabación. Mauricio agrega: “Tenemos material para un disco, pero teniendo en cuenta los tiempos de preproducción, calculamos que lo vamos a grabar en julio del año que viene. Y necesitamos un material fresco para esperar ese tiempo, laburar y seguir tocando”.

Juan explica que “Natural” y “Tal mar” tienen “una familiaridad”. “Son dos miradas diferentes de una sola situación -sigue-. ‘Natural’ es un poco el discurso conformista, que hay un montón de cosas que creemos que son naturales o que son porque tienen que ser. A nosotros nos cortaron un río ‘y bueno, es porque nosotros estamos abajo y está bien, porque Mendoza tiene industria vitivinícola hace 300 años y entonces es natural que le corten el agua a La Pampa’. Esa es una mirada de ver las cosas, que es natural, y no solamente en el río sino en muchas cosas más. La naturalización de muchas cosas que no son naturales. Naturalizar los incendios, las sequías, la pobreza. Uno termina viéndolas como normales porque lo ve todo el tiempo o periódicamente”.

El cantante, que también es el letrista y uno de los compositores, ahora habla de “Tal mar”: “Es un poco una respuesta social. La Pampa tiene una densidad poblacional que es muy pequeña en comparación con muchas provincias. Por eso también es considerada Patagonia, porque tiene un montón de características patagónicas: la distancia entre pueblo y pueblo, la densidad poblacional. Y es algo que estudiamos todos, que el río va hacia el mar. Nosotros no tenemos esa posibilidad porque está cortada. Y es un juego de palabras con que la gente es el mar, que tiene que traer el río otra vez. Este mar de gente, esta gente que vive en ese mar, hace que el río vuelva”.

"La Pampa tiene pocos años de ser provincia. Hay muchas identidades que tienen otras provincias, como por ejemplo Salta, que son milenarias. Uno va a la Casona del Molino y ve una historia riquísima a nivel general. La Pampa tiene una historia rica pero no tan vieja ni tan inculcada ni tan difundida, entonces, ¿cuál es la identidad que tiene? Bueno, hubo un grupo de gente, no buscando eso, que empezó a hablar de esta ausencia. Yo la llamo la cultura de la ausencia a esta sensación de que no existe algo. Hubo un grupo de gente, una generación importantísima para la música folclórica de La Pampa, que tomó esta problemática del río como una problemática particular. Además también de tomar lo que es la imagen del oeste pampeano, en vez del este pampeano, la parte de Buenos Aires, como nuestro paisaje, como nuestra identidad”, continúa Juan. Cuenta que el oeste pampeano “es hermoso”: “Son todas plantas pequeñas, no tienen mucho desarrollo, salvo algunos caldenes, algunos chañares. Es todo con mucho viento, mucho sol. Mucha cultura del chivo, de la guitarra. Mucho cielo, el oeste tiene mucho cielo. Y las noches creo que son únicas. Las noches de La Pampa, en su inmensidad, son algo raro de ver. Y cuando uno la ve en el campo está muy bueno, es muy lindo”.

Después de meter las voces principales, es hora de doblar y hacer coros. Willy aporta una sentida segunda voz en “Tal mar” y es un placer escuchar cómo todo de a poco se construye. Lo que fue una poesía musicalizada, se armó en una sala de ensayo y pasó a un estudio. Prueba y error hasta llegar al objetivo. Ahora, las canciones sólo están a un clic de distancia.

                  

Artículo publicado en la revista Rock Salta 23, de septiembre de 2017.

Vinieron a explotar

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(La tapa de La síntesis O'Konor, de El mató a un policía motorizado)


Una pequeña y arbitraria lista de canciones del rock argentino 2017.

Usted Señalemelo - “Big Bang”
Disco: II
Los mendocinos ofrecen una mezcla de rock y pop que pareciera alimentarse de Soda y Los Redondos al mismo tiempo. El estribillo arrogante de esta canción sólo puede ser un buen augurio para el rock argentino que se viene y que ellos representan.

Degradé - “La casa abandonada”
Disco: Balneario
El segundo tema del nuevo disco de los rosarinos evoca a la infancia de los músicos. Las voces y la onda beatle la definen. “Quiero cantar lo que no está”, dicen. Pero esta canción está. Se nota tanto que no se puede obviar.

Charly García - “Lluvia” 
Disco: Random 
Hace varios años que Charly tira mierda contra la calidad del rock argentino actual. Sabemos que no tiene razón, pero cuando pela canciones como ésta es difícil pedirle que se calle.

Los Besos - “Helados verdes”
Disco: Helados verdes
No importa la duración de un disco. Cuando es bueno se vuelve infinito. Helados verdes, el breve álbum de Los Besos (seis canciones, 16 minutos) es uno de esos trabajos destinados a bancarse el repeat.

Pez - “Los días poderosos”
Disco: Pelea al horror
La explosión de voces cuando llega el verso "donde todo puede pasar" provoca el primer gran momento de esta canción con letra de Fabián Casas. El recitado del final le abre la puerta a la nostalgia.

Placard - “Flecha rota”
Disco: El disco robado 
El segundo álbum de la banda de Mike Barrenechea y Laura Carbajal tuvo un proceso difícil. La primera versión fue efectivamente robada. Pero las canciones quedaron. "Flecha rota" es una de las más lindas.

Los Espíritus - “La mirada”
Disco: Agua ardiente
Hace tiempo que no aparecía una banda con la capacidad de conformar a casi todos y con la popularidad como un cheque en blanco. Los Espíritus se recibieron del grupo que hay que ir a ver, el que mejor refleja la época. “El pasaje salió el doble y ninguno dijo nada”. La tensión antes de la paliza.

Pez - “1986”
Disco: Pelea al horror
El rock, laberinto privado, maravilla del mundo, que nos protege y nos reúne ante lo malo que anda ahí afuera. Que nos hace creer que nuestros proyectos de vida pueden ser posibles. Que te educa desde una ideología que hoy parece haber sido convertida en negocio pero que en realidad está ahí, siempre lista para que la usemos a nuestro favor y no para beneficio de os garcas.

Boom Boom Kid - “Aloha bohemia”
Disco: El disco del invierno
El disco del invierno, el segundo que BBK publica este año, es de lo más hitero que se publicó. Aquí, un ejemplo de estribillo irresistible.

El mató a un policía motorizado - “El mundo extraño”
Disco: La síntesis O’Konor
“Sé que es lo peor pero ésta es la mejor versión de mí”. Si usamos la frase de la canción para describir el disco, tenemos mentiras y verdades. “El mundo extraño” es la mejor versión de lo mejor de El mató, otra banda de esta lista que no tiene techo.

Luciana Tagliapietra - “Un monstruo”
Disco: Kawaii 
La tucumana se pasó al pop electrónico y la colgó en el ángulo. Un disco de canciones de amor y desamor dramático y exagerado (“otra vez estoy inestable”,  “enferma, tirada y llorando en la plaza, te vi”) que está entre lo mejor del año.

El Estrellero - "El deseo de fascinar" / "Desventajas"
Disco: Los magos
La banda platense es de las que uno no entiende cómo no suenan en todos lados, todo el tiempo. El primer corte, "El deseo de fascinar", es súper entrador y tiene al guitarrista Alejo Klimavicius al frente. En la segunda canción, el que lleva las riendas es el bajista Juan Irio. 

 

Nebbia - Pez: vamos haciendo

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(Litto y Pez en la sala de ensayo de la banda, el lunes 28 de agosto de 2017)

Litto Nebbia y Pez se juntaron, ensayaron, tocaron, se coparon y grabaron. Parece simple, aunque contenga una carga energética que tiene cincuenta años de historia. El encuentro responde a una tradición y a una ideología del rock argentino que al mismo tiempo apunta al futuro. La independencia, el fuck you a las empresas, el hacelo vos mismo como algo cada vez más común. Hay influencias punks, ricoteras, spinetteanas, está la Expreso Imaginario, está el fanzine Resistencia de Patricia Pietrafesa, está el aguante épico de la disquería Mercurio ante la prepotencia de las multinacionales que te venden la basura que te pasan las mismas radiofórmulas de siempre: falsos artistas de chupín, de cara consumida por la merca, que confunden rock con pomeleada, tipos que alimentan el cinismo de los que ya no creen que el rock pueda servir para algo bueno, que fomentan la mofa de los que sienten que esa música es incapaz de engordar las mentes y sólo puede aspirar a aumentar las cuentas bancarias de label managers que chequean las palabras clave que más se retuitearon. No, amigos, no amigas: esto que grabaron Nebbia y Pez no es solamente un disco de versiones con algunos temas nuevos. Responde a un legado y será para siempre una influencia.

Pez es lo más parecido a eso que canta Massacre en “La octava maravilla”, donde Walas realza el valor simbólico del rock. El rock como bandera en alto contra todos los males de este mundo. ¿Acaso no es eso lo que transmite la banda en “1986”, una de las mejores canciones del disco Pelea al horror? “Es 1986, estoy solo y no sé bien qué hacer / No me gusta ir a bailar y no me interesa estudiar / Sólo quiero ir a ese antro una vez más a tocar”. El rock como única posibilidad. Ariel Sanzo, que aunque no quiera igual va a seguir siendo conocido como Minimal, siempre mantuvo cerca ese recuerdo, el de su formación. Cuando era joven ya lo tenía claro: “Eso que vos definirías distracción / Al fin de cuentas fue mi educación / Tapas de discos y pósters de la Pelo”, cantó allá por el 98, cuando todavía era el guitarrista veinteañero que había ayudado a cambiar el sonido de Los Fabulosos Cadillacs.

Si se lo preguntás, Ariel va a decir que no sabe de dónde salieron las canciones. Que no es escritor, que hace lo que puede. Que las escribe así nomás y listo, a cobrar en SADAIC. Pero esas cosas no se escriben en diez minutos. Aparecen después de años de discos escuchados, de recitales pogueados, de conciertos brindados, de, sí, pósters pegados y lectura de revistas que transmitan un poco de esa mezcla de sensaciones que aparecen cuando en un par de auriculares o parlantes suena al mango la música que amamos. En los pósters estaban Luis Alberto, Charly, los Manal, Abuelo, Luca, el Indio y Nebbia, el mismo que en la pequeña sala de ensayo de Avenida Rivadavia al siete mil y pico dijo no me hagan ensayar “La balsa”. Es que, muchachos, hay cosas que no se ensayan más. Hay cosas que se llevan adentro para siempre, que nunca más serán error.

Y hay que decirlo así, sabiendo que si el mundo perdona tantas injusticias también puede perdonar este brulote: el que no tiene en su discoteca un buen disco de Pez o de Nebbia no sabe nada de rock argentino. Pero resulta que las cosas se han simplificado: ahora Pez y Nebbia editan juntos a la par. El 1 de septiembre apareció Rodar, el disco que grabaron en colaboración a principios de este año.

                                                                           ****

“Mi relación con él empezó cuando yo estaba grabando un disco solista que tenía un tema que se llama ‘Todo el tiempo que se va’. Un día me desperté y dije ‘¿y si lo llamo a Nebbia? Capaz que se copa y lo canta’. Le escribí y a los diez minutos me contestó”, recuerda Sanzo, voz y guitarra de Pez, parado exactamente al medio de la sala de ensayo del grupo, en el barrio de Flores. El flechazo provocó que Nebbia lo convocara para formar parte de La Luz, el trío que acompañó al ex Gatos durante la segunda mitad de la década pasada. Juntos grabaron los discos Danza del corazón, The Blues y El palacio de las flores, el álbum solista de Andrés Calamaro editado en 2006.

En diciembre del año pasado, Pez invitó a Nebbia a participar de un show en el Teatro Vorterix. Durante los ensayos se gestó la idea de Rodar. “Vino acá a ensayar con nosotros, le hicimos un recibimiento, una picada, y fluyó tan natural todo -sigue Ariel-. Estuvo re bien todo, vino al show de Vorterix y flasheó con la situación de nosotros como grupo humano. El grupo humano extendido de Pez: toda la gente que labura, viste, y el público también, que lo recibió embelesado. Me parece que se sintió cómodo con nosotros y al toque, a los quince días, me llamó: ‘Che, te quiero hacer una propuesta, no sé si va a haber un mango o qué, pero por lo menos nos vamos a divertir’. Y la propuesta era grabar este disco y hacer un par de shows. Así que le dijimos obviamente que sí inmediatamente y después grabamos el disco”.

Rodar tiene quince canciones, la mayoría de la etapa inicial de Nebbia, temas de Los Gatos que se mantienen como la faceta más popular del rosarino. “Hogar”, “Rock de la mujer perdida”, “Los días de Actemio”, “El rey lloró / Madre escúchame”, “No fui hecho para esta tierra”, “Lágrimas de María”, “Mujer de carbón”, “Soy de cualquier lugar”, “Cadenas y moneda” (de Huinca) y “La balsa”. También está “Pato trabaja en una carnicería”, de Moris, y dos piezas compuestas con Sanzo especialmente para este álbum: “Aromas de una esquina” y “Las palabras mágicas”.

“Logramos que el disco sea Nebbia Pez, logramos que el disco suene a Pez también, más allá de que nosotros somos mucho más ruidosos de lo que él acostumbra a tocar a nivel volumen y a nivel distorsiones. Logramos llegar a un lugar intermedio donde Litto estaba cómodo y seguía sonando a Pez”, explica Ariel.

El disco fue grabado en la sala de ensayo de la banda y en el estudio de Melopea, la discográfica independiente de Litto. En octubre aparecerá el vinilo. Antes, el 9 de septiembre, habrá una presentación en la Sala Lavardén de Rosario. El 14 de octubre se presentarán en la primera fecha del festival Barock, en Buenos Aires. “Creo que hacemos algo a fin de año acá en Capital -sigue Ariel-. Por lo pronto son esos tres shows. Después veremos si pintan más o si pinta seguir grabando cosas juntos. Alguien decía que hay cosas más de los setenta y ochenta que estaría bueno que las hiciéramos, y bueno, pueden venir en Nebbia Pez Volumen 2 (risas)”.

                                         


Hola Federico.
No hay problema con la entrevista.
Solo que como ando de aquí para allá como siempre y, encima, además de grabar y tocar, con muchas notas, te pido que me envíes un machete con todo lo que quieras preguntar, que en diversos huecos al toque te contesto.
Esto no quitará que al terminar la nota podamos vernos un cacho, para algunas fotos o remate de la nota, lo que necesites...
Gracias.
Vamos haciendo.
Nebbia 

Es cierto, Litto Nebbia contesta al toque. Es tan accesible que su mail personal figura al final de Mi banda sonora, las excelentes memorias que publicó este año a través de Aguilar. Allí, en el libro, también aparece la relación intensa, apasionada, que tiene con la música. Si los Pez, que editan un disco por año, son catalogados de prolíficos, lo de Nebbia va mucho más allá. Un breve repaso de los últimos trabajos discográficos en los que estuvo involucrado da cuenta de esa necesidad: Litto Nebbia Power Trío del Sur Canto de la Luna, Silvina Garré & Litto Nebbia Archivo Jobim, Litto Nebbia En vivo en Zapala 2014, Litto Nebbia No Hits, Litto Nebbia 50 Años de Escribir Canciones Vol. 1-2-3-4-5. Y siguen las firmas. Vamos haciendo.



“Se nos ocurrió hacer una juntada por los cincuenta años del rock argentino. Justamente como un guiño entre dos artistas con larga trayectoria y bien conocidos, pero de alguna manera independientes. El disco es una hora de música de muchos temas bien rockeros más tres canciones nuevas. Grabamos durante dos meses distintas sesiones, por un lado en estudio móvil de Pez en su sala de ensayo y otras cosas en el estudio de Melopea”, cuenta Nebbia.

“Hay afinidad artística entre nosotros y nos gusta cómo tocamos. Todo eso llevó la idea adelante”, dice Litto, y agrega: “Ariel es muy buen músico y muy buena persona, dos puntos claves para mí como sagrada cuestión para tocar, compartir el escenario o un disco con alguien. Pez es un proyecto que viene desarrollando contra viento y marea junto a sus magníficos compañeros. Es toda gente querible”.

En febrero, Nebbia publicó en CD todo el catálogo de Los Gatos a través de Melopea. Lo hizo tras años de asegurar que había firmado contratos leoninos siendo menor de edad que iban en contra de sus derechos y tras denunciar que la empresa tenía congelado el material de la banda. En marzo, Sony Music le envió una carta documento que sorprendió por su virulencia. “Usted es autor, intérprete o co-intérprete, pero no es el productor fonográfico ni es el titular de la propiedad intelectual sobre los fonogramas que pretende comercializar como si fueran suyos (y, definitivamente, no lo son)”, le comunicó la empresa.

Sin embargo, según cuenta Litto, “no hay demanda ni nada que se le parezca”: “Hemos publicado los discos compactos de los seis álbumes históricos de Los Gatos a través de Melopea y la Sony nos ha amenazado, nos ha tratado como criminales a través de carta documento, le han prohibido a algunas disquerías que exhiban o vendan discos míos. Una barbaridad”. Y agrega: “Pero lo más sencillo que le pedimos y terminaría la discusión, es que nos muestren el contrato por el cual dicen que son los propietarios de esas grabaciones”.

Ahora, Nebbia subió la apuesta y publicó los discos de Los Gatos en vinilo. “No han publicado estos discos durante un cuarto de siglo, 25 años, pero sí los han subido a los nuevos sistemas digitales como Spotify, iTunes, Deezer y todo eso. Me hago una pregunta: ¿alguien puede creer que 51 años atrás, y encima siendo menor, yo haya firmado un contrato que permita que alguien explote comercialmente estos discos por la web?”.

La lucha de Litto en contra de las empresas no es nueva pero en el último año ha cobrado una mayor magnitud y lo coloca en un pedestal rockero. El prócer que se la banca y le hace un corte de manga a la multinacional. Y que, encima, no para: “Ayer terminé de grabar un álbum hermoso, distinto, de esas aventuras en las que me gusta meterme”, cuenta, y sigue: “Se trata del álbum Nebbia & sus amigos del Litoral: los Hermanos Núñez y Cacho Bernal. Se trata de un disco donde tocamos música del Litoral, algunos temas brasileros, paraguayos y nuevos temas míos. Lo publicaremos hacia noviembre y tocaremos directamente en 2018 en el legendario Festival de Puerto Tirol, luego en el Festival del Chamamé de Corrientes y aproximadamente ocho conciertos posteriores mostrando el trabajo durante marzo y abril. También para fin de año publicaremos el álbum Leopoldo Deza & Litto Nebbia: Canciones de Tucumán a Rosario, un hermoso álbum de canciones, con todo el objetivo de mostrar al tucumano instrumentista y compositor Leopoldo Deza. Para mí, uno de los grandes compositores ocultos que tenemos en nuestra variada música popular. Mi participación en este álbum es ayudarlo tocando, compartiendo las sesiones, cantando un poco, y sólo he colaborado compositivamente con dos o tres músicas y un par de textos. La composición prácticamente en general pertenece a Deza”.

                                                                        ****

- Yo creo que si a Nebbia lo agitás un poco, te saca tres volúmenes más (risas).
- Ariel: Sí, vamos a ver cómo funciona éste, si la gente se copa, si funciona, si estamos todos cómodos tocando en vivo. Yo tengo un miedo a eso, viste, porque Pez en vivo es ruidoso. Tengo miedo que le quememos la gorra a Litto. Espero que no.
- Alguien podría venir y decirte: pero él tocó en Los Gatos con Pappo, está acostumbrado. 
- Sí, pero ya se fue de ese lugar, Litto.
- Sí, Litto se movió, claramente. pero al mismo tiempo está todo el tiempo revisitando ese lugar. Volviendo, variando y probando. No es como, ponele, Spinetta, que no quería cantar “Muchacha”, el clásico. 
- Bueno, pará. Yo creo que pasaron muchísimos años hasta que Litto volvió a cantar “La balsa”.
- Sí, “La balsa” en particular sí. 
- Hubo muchos años que no la cantaba. Muchos años. Y de hecho, sigue siendo como… La ensayamos una vez acá y la segunda vez que la quisimos ensayar dijo muchachos, toquemosla cuando esté rec y play prendido porque ya está (risas). La frase fue "no me hagas ensayar 'La balsa'".

                                                                        ****

“Litto dice que cuando nos convocó, lo más significativo para él, para esta reunión, para este festejo de los cincuenta años del rock argentino, era el hecho de que seamos una banda independiente, como lo es él. Como que esa es la bandera que él quiere flamear, más aún ahora, con todo este quilombo, la batalla con Sony y toda esa historia. Nosotros nunca hablamos de eso, de nosotros mismos. Para mí no es un valor agregado ser independiente. A mí me interesa la canción. Pero Litto rescató eso de Pez y le parece importante para este momento y para esta unión”, cuenta Ariel.

La histórica independencia del grupo lo convirtió en un referente absoluto para las nuevas camadas. Por eso, aunque tengan casi 24 años de banda, Pez forma parte del aquí y ahora del rock argentino. No tiene nada que ver con los grupos llena estadios que atrasan más que decreto macrista (OK, quizás ésto último sea exagerado, nada atrasa más que el macrismo).

“Yo de pendejo mamé el palo del hardcore, las bandas sacaban sus propios singles con tapita de cartón. Yo mamé eso a los quince años, me volví loco con esa información, pero me interesan las canciones. Si una canción está buena no vale menos porque salió por PopArt”, sigue Ariel. “Estamos sobre nuestra vía loca, caminamos ahí arriba y vamos, pero dudas hay todo el tiempo. Más ahora, en este país, que están las cosas realmente difíciles. ¿Cómo no vas dudar? Nosotros tenemos que replantear todo. Nosotros tuvimos, desde que empezó esta nueva administración del país, creo que una reducción del cincuenta por ciento de nuestros shows anuales”.
- ¿Cuántos? 
- Yo creo que llegamos a tocar en setenta shows al año, que para nosotros estaba buenísimo. Me parece que estamos en un cincuenta por ciento de lo que laburábamos antes. La gente está sin laburo, los pibes están sin laburo, el que tiene laburo tiene que pagar los impuestos, que están carísimos.
- ¿Esto también repercute en la cantidad de discos que fabrican? ¿Fabricaron menos?
- Fabricamos menos. Por una cuestión operativa, hacemos una tirada muy chica. Pez fabrica dos mil discos cuando saca un disco. De Pelea al horror sacamos dos mil cajas pero fabricamos mil CD. Vamos a fabricar los otros mil cuando se vendan.

                   

Pelea al horror se publicó el 11 de agosto. Es el disco número 18 de la banda, sin contar las ediciones en DVD. Para el baterista Franco Salvador, se trata de un trabajo que recoge todas las facetas de la banda, capaz de anclar en el punk, el blues, el folk, el rock progresivo, el dub y la psicodelia. “Fue saliendo naturalmente. Una vez ya consumada la historia empezamos a tener, o por lo menos yo empecé a tener, flashes de discos anteriores, con determinados pasajes de canciones. Pero fue algo que ocurrió, no es que fue buscado”, explica. Ariel considera que la referencia es Queen: “Esos discos que tenían desde una balada, el rock de (Roger) Taylor, el hit de (Freddie) Mercury. Muy variados en sí mismos pero a la vez los escuchabas y estaba todo bien, era todo Queen. Yo creo que después de millones de años, a eso lo logramos. Hemos hecho discos variados entre sí y ahora cada tema es variado entre sí de algún modo, pero lo escuchás y todo el disco es Pez. Está bueno”.

Efectivamente, Pelea al horror es un álbum variado que posee detalles que dialogan con toda la discografía del grupo. El folk de Hoy (2006), el dub de El manto eléctrico (2014), el progresivo de Los Orfebres (2007) y más. Retoma la idea del rock como laberinto privado, maravilla del mundo, que nos protege y nos reúne ante lo malo que anda ahí afuera. Que nos hace creer que nuestros proyectos de vida pueden ser posibles. Que te educa desde una ideología que hoy parece haber sido convertida en negocio pero que en realidad está ahí, siempre lista para que la usemos a nuestro favor y no para beneficio de (l)os garcas.

“Hay gente que escuchaba rock que después tuvo hijos, creció y lo recuerda como algo inocente porque acompañó su época inocente de la vida. Yo tengo 47 años, me despierto y rock. No es algo inocente para mí, es completamente perverso, si se quiere”, opina Ariel. “Yo sigo creyendo en David Crosby y no me considero inocente por creer en él, un artista que dice siempre lo mismo desde hace setenta años, con una obra consistente y certera. Yo creo en él”.

Pero, como aporta el bajista Fósforo García, “de alguna forma el rock se desmadró”. “Te pueden vender fideos con rock”, dice. Eso no le importa a Ariel: “Yo me despierto y rock”, insiste: “Pero no es que me despierto y digo ¡Yeah! ¡Hoy voy a vivir! Creo que somos tipos grandes que se juntan acá y tocan como si tuvieran quince años. Y salen de viaje juntos y hacen chistes pelotudos como si tuvieran quince años. A nuestro mundo lo cambiamos con el rock. El nuestro, la vida de cada uno. Cambiar el mundo es una tarea muy ridícula. Pero no me parece que el rock se haya licuado o haya perdido el valor. Para mí sigue siendo lo mismo. Es menos popular, ya está manyado, la gente tiene cincuenta años de rock encima, pero la intención es la misma. Y yo creo en eso. Lo que pasa es que todo se desvirtúa y todo tiene su versión chorizo. Y eso, la versión berreta, salpica todo en todos lados. Pero no es todo así. Hay gente todavía practicando el viejo arte de lo que sea. Y yo creo que nosotros hacemos rock con la misma intención y la misma carga y el mismo peso que cualquier época que te parezca válida. Nosotros hacemos desde ese lugar”.

Artículo publicado en la revista Rock Salta 23, de septiembre de 2017. La foto es de Victoria Schwindt.
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