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Channel: Frases Rockeras
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Anoche lo vi a Fito en vivo y creo que si el tipo seguía pelando hits podría haber estado tocando cuatro horas sin problemas, con todo el público entregadísimo. Hasta sus temas nuevos, que por ahí se ahogan en un mar de palabras, estrofas interminables y lugares comunes de su propia carrera, sonaron mejor.

Algunas preguntas que me surgieron:

¿Por qué no le habrá puesto "Rock and Roll Revolución" al disco, tal como lo canta en el tema? Queda mejor que "Revolution". Es un disco mucho más interesante de lo que parece. Dentro de esa pose "rockero resentido con una mina que intenta mostrar que él es de verdad y ella no", hay canciones muy lindas como "Muchacha" y "Tendré que volver a amar".

¿Los adolescentes no escuchan a Fito? El público era casi todo de 25 años para arriba. Quizás los precios ayudaron a que haya sido un recital para gente que tiene tarjeta de crédito y puede garpar 250/400/600 mangos. Se notó mucho la adultez cuando Fito pidió que todos encendieran los celulares y aparecieron unos telefonazos tremendos, con pantallas gigantescas, mostrando distintas fotos de pibes como fondo.

Algo que me gusta de Páez es que siempre se acuerda de dónde viene. Es un buen resumen del rock argento de "ligas mayores" que lo formó. Tocó "Loco", el tema de Charly que grabó Billy Bond con Seru, y mencionó a García, a Pappo y a Spinetta en su letra. En otro tema habló de Fabi Cantilo. Después de Nebbia. Hizo un tema de Yupanqui y citó "Demoliendo hoteles" y "Yo no quiero volverme tan loco". Incluso, "La mejor solución", de RRR, musicalmente es muy parecida a "Siempre es lo mismo, nena", de Pappo, sólo que compuesta mirando un Rembrandt en la pared en lugar de haberlo hecho en la pausa de la reparación de un carburador.

Fue un recital "rockero", como lo marca el último disco: ropa de cuero, por momentos tres guitarras, actitud (?), Estuvo bien, Páez tiene una muy buena banda. Pero cuando se quedó solo con el piano y se puso a pelar ESAS canciones que a nadie más le salieron, la rompió. Mostró una intensidad impresionante. A "Yo vengo a ofrecer mi corazón" la cantó a oscuras, sin piano ni micrófonos, así nomás, y se la recontra bancó. ¿Cuántos pueden hacer eso?

En fin, larga vida a Páez. Cuando puedan, vayan a verlo, pero no se pongan en primera fila, que escupe mucho cuando canta.

Dejo la lista de temas:

1) Nada del mundo real
2) Rock and Roll Revolution
3) Muchacha
4) Yo te amo
5) Margarita
6) La rueda mágica
7) 11 y 6
8) Loco
9) La mejor solución
10) Tumbas de la gloria
11) Parte del aire
12) Los ejes de mi carreta
13) Yo vengo a ofrecer mi corazón
14) Pétalo de sal
15) Un vestido y un amor
16) Al lado del camino
17) Naturaleza sangre
18) Circo Beat
19) Brillante sobre el mic
20) Ciudad de pobres corazones
21) A rodar la vida
22) Dar es dar
23) Mariposa tecknicolor

Todavía sirve, todavía sirve

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Una vez le dije a mi ex: “Como Los Beatles, juntos funcionábamos mejor”. Era un intento ñoño de recuperarla. Ella era Lennon yéndose a la mierda. Yo el desesperado Paul intentando juntar al grupo para vivir, al menos, una última etapa memorable. No hubo caso.

Ella getbackeó a donde pertenecía y se unió a otras bandas que sonaban mejor, con gente que sí le despertaba ganas de compartir melodías. Paul también vivió algo parecido. Se quedó solo después de la separación de los Fab. Sacó pocos discos extraordinarios y en los ochenta entró en el abismo temible del AOR, esa música que suena en efe emes que quieren ser como The Rain, la radio con la que querían reemplazar al dial rockero que los Lone Rangers tomaron con pistolas de agua.

Macca perdió tanto el rumbo en su etapa solista que hoy uno de sus mayores clásicos está relacionado con un chancho muerto volando con una manzana en la boca y las patas atadas. A Lennon se lo recuerda más por su adicción a la heroína (como Kurt, como Luca), por sus luchas sociales, por su ostracismo proto-ricotero lleno de misterio y por canciones demasiado sinceras y autobiográficas que le daban un perfil “crudo”, “visceral”, y cosas por el estilo. No importa que después se haya convertido en un amasador de pan que hacía lo que la jermu le dictaba, o escribiera temas pollerudos como “Woman”. Eso quedó tapado por todo lo anterior y fue tachado definitivamente por los cinco balazos inspirados en Salinger.

John será para siempre el rebelde innovador. McCartney el estancado conformista hacedor de hits para señoras. Pero permítanme adjuntar a este texto unos versos de Ximena Sariñana que dicen “Las cosas salen mal/Y no voy a pensar/Que todo es culpa mía”. Paul no fue el único responsable del ocaso beatle. Casi que habría que decir que la separación ocurrió a pesar de él. Sólo hay que leer entrevistas y biografías para enterarse de la verdad: Lennon era un genio pero también un flor de pajero sin mucha motivación. El que se quedaba solo tocando hasta tarde en Abbey Road, a lo Chilavert practicando tiros libres, era Paul McCartney. Mientras los otros tres ya se habían ido a disfrutar su vida de amos del Swinging London, ese supuesto blando para los cánones rockeros se instalaba al lado de Geoff Emerick y aportaba maravillas como el bajo de “Penny Lane”. En la última etapa de la banda, rompía las pelotas para grabar y salir de gira, quería seguir.  

Todo siguió igual hasta hace diez años. En 2005, Paul se juntó con Nigel Godrich, famoso por ser el productor de Radiohead desde The Bends y haber trabajado con Beck en Sea Change. En Abbey Road empezaron a cranear lo que sería Chaos & Creation In The Backyard, el mejor disco de McCartney desde Band On The Run o, quizás, desde The Beatles.

Godrich obligó a McCartney a tocar todos los instrumentos. Lo sacó de la comodidad de la banda de apoyo y también se animó a decirle lo que pensaba de los demos que escuchaba. “Eso es una mierda”, opinó de la primera versión de “Riding To Vanity Fair”. Paul se enojó, se fue del estudio sin grabar una sola nota, pero al otro día volvió, aceptó el desafío y se encaminó hacia una nueva etapa. El resultado es extraordinario. En el disco, McCartney suena maduro y genial, melancólico y elegante. Esperanzado a pesar de reconocer los tropiezos. Lo dice en “How Kind Of You”.

La tapa es Paul adolescente tocando la viola en el patio de la casita de los viejos. Un tipo que aún tenía todo por vivir. Ese fue el espíritu que recuperó para el disco y se nota. Aparece al comienzo en “Fine Line”: “Volvé a casa, todo está perdonado”, canta. En “Jenny Wren” se roba a sí mismo y linkea directo con el White Album. Se reconcilia con su mejor versión. “Friends To Go” es puro George Harrison, alegría y tristeza a la vez. Algo similar ocurre con “Too Much Rain”, el momento del álbum. “Riding To Vanity Fair” termina siendo una canción inquietante, inevitablemente Radiohead. Quizás Paul se dejó aplastar demasiado por la opinión lapidaria de Godrich. Pero de eso también están hechas las nuevas etapas. De la influencia de los que llegan para mostrarnos que hay opciones diferentes.

Con Chaos & Creation In The Backyard, Paul McCartney recuperó la inspiración con alguien nuevo y saldó cuentas de años. Cumplió el sueño de todos los decepcionados y volvió a estar a la altura de la felicidad perdida.

God Only Knows

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Ayer, 15 de septiembre, aproximadamente 850 mil personas participaron en la ciudad de Salta de la procesión en honor al Señor y la Virgen del Milagro. Una manifestación descomunal que se repite todos los años y es precedida por nueve días de oración, peregrinaciones y prohibiciones. Un evento que hace quedar a las misas ricoteras como bandas tributo que recién arrancan.

Durante la procesión, las dos imágenes, que durante el resto del año permanecen en la catedral, fueron paseadas por la ciudad, custodiadas por un cordón policial doble. Una pared humana que alejaba a la gente, que iba apretada y cagada de calor por los 34 de térmica. Del otro lado de la muralla, los políticos y representantes de la Iglesia caminaban sin apretarse, porque la fe también tiene campo VIP.

Antes de finalizar la jornada, el arzobispo Mario Cargnello les pidió a los salteños que sean responsables con el voto del mes que viene para las elecciones presidenciales. Habló de “la contaminación, la acumulación de la basura, el consumismo desenfrenado, el abuso del agua, la falta de agua potable para muchos lugares pobres y la destrucción de especies” que afectan “la biodiversidad” y que deterioran “la calidad de la vida humana y la sociedad toda”. Dijo que la problemática ambiental involucra a Salta y que “cuidar la belleza de nuestra provincia, como la del mundo entero, es un desafío que compromete también nuestra fe”. El mensaje de la máxima autoridad católica pareciera no ser compartido por la mayoría.

Durante las últimas elecciones generales de la provincia, realizadas el 17 de mayo, votaron 686.112 personas de las 931.213 habilitadas. Juan Manuel Urtubey se llevó 340.174 votos (el 51,23%) y Juan Carlos Romero, 203.417 (30,63%). En tercer lugar, muy lejos, quedó el Frente UCR - UNEN - PS, con 8,25%. Más atrás, el Partido Obrero, con 6,22%; el MST, con 1,90%, y el Frente Popular, con 1,75%. 543.591, el 81,86% de los que votaron, polarizaron la elección.

Urtubey, gobernador de Salta desde diciembre de 2007, es el sucesor de Juan Carlos Romero, quien ocupó el cargo durante doce años, desde 1995. En 1999, Urtubey fue jefe de campaña de Romero. En 2003, cuando el romerismo consiguió la re-reelección, los dos festejaron de la mano frente a una multitud.

En septiembre del año pasado, un artículo de la agencia de noticias Copenoa aseguraba que durante las gobernaciones de Romero se desmontaron casi un millón de hectáreas de bosques nativos para monocultivo y ganadería. Agregaba que con Urtubey se habían desmontado hasta ese momento 350.000 hectáreas luego de la implementación de la Ley de bosques. También informaba que el gobierno nacional programaba el desmonte de 6 millones de hectáreas en el norte del país hasta el 2020.

En el norte del Norte se encuentra la finca “El Yuto”. Está en el departamento San Martín y abarca unas 20 mil hectáreas de las cuales fueron desmontadas cerca de 6 mil, según un informe de Greenpeace de mayo de 2014. Allí se produce soja, poroto negro y granada. Fue clasificada por el Ordenamiento Territorial de los Bosques Nativos en la Categoría II, que permite aprovechamiento, no desmontes. En diciembre de 2011, su administrador, Agustín María Ocampo, pidió al gobierno de Salta el cambio de zonificación a la Categoría III para poder realizar el desmonte de 8.163 hectáreas. En el informe, Greenpeace consideró que la deforestación de esas tierras, propiedad de la familia Macri, afectará seriamente a las comunidades indígenas y campesinas cercanas.

El Norte también es dominio de multinacionales mineras que son constantemente denunciadas por contaminación. Empresas que además de tener poder económico tienen en la mano a miles de familias de la zona que viven del trabajo en las minas, algo que retrató Humahuaca Trío en Originario, su segundo y último disco.

La voz de Cargnello también es una de las que más se escucha en contra del aborto, una opinión que coincide con la de la mayoría de los políticos salteños. En diciembre de 2013, monseñor emitió un comunicado en el que se refería a la polémica surgida tras la implementación, por parte del gobierno de la provincia, de un protocolo que exigía denuncia policial o intervención del Ministerio Público a las víctimas de violación que quisieran abortar. La medida fue cuestionada y señalada como un filtro más del conservadurismo local. En su carta, difundida poco antes de la navidad, Cargnello se preguntaba: “¿Es justo plantear la situación como un conflicto entre la madre y el niño en su vientre?”.

En marzo de este año, un informe  de la Asociación por los Derechos Civiles reveló que cada año, en Salta, 7200 mujeres son atendidas por abortos en los hospitales de la provincia y que ocurren 14 muertes maternas anuales. La mitad de ellas, por complicaciones de los abortos. Estas cifras son superadas solamente por Buenos Aires.

El 29 de agosto, unos días antes de que comenzara la novena que anticipa la procesión, Pedro Aznar tocó en el Teatro Provincial, que queda justo frente a la plaza 9 de Julio. Un rato antes del inicio del show, en plena calle, unas mil personas agitaban banderas, cantaban y saltaban. Podrían haber sido fans de La Beriso, Don Osvaldo, Ciro o Salta La Banca, pero no, eran los protagonistas del “Milagro de los Jóvenes”, una rama de la celebración del 15 de septiembre que se estaba desarrollando en la puerta de la catedral.

El recital de Aznar fue uno de los últimos eventos que se realizaron en la ciudad, ya que la Ordenanza 9945, sancionada por el Concejo Deliberante de Salta el 22 de marzo del 2000, prohíbe, entre el 6 y el 15 de septiembre de cada año, “los bailes, espectáculos públicos en confiterías, café concert, pub y afines” en la zona de la plaza. Además, la Resolución 002, del 13 de agosto de este año, ordenó que no se realicen “espectáculos ‘eventuales’ de cualquier género, en todo el ejido municipal” entre las mismas fechas. Según se explicó desde la Municipalidad, con estas medidas se intentó preservar “el clima de oración” y permitir el “normal desarrollo de las actividades de la Festividad del Milagro”.

La novena, que comienza el 6 de septiembre, provoca la congregación de miles de personas que rezan durante todo el día adentro y afuera de la catedral. También es el lugar de llegada de 75 mil peregrinos que arriban desde diferentes localidades de la provincia y el país. Algunos caminan durante varios días. Este acto conmueve a propios y ajenos del catolicismo. Es común en Salta ver y escuchar opiniones que resaltan la emoción que provoca la fe de los peregrinos, que suelen ser personas de bajo poder adquisitivo que durante el resto del año no acceden a buenas condiciones laborales y deben vivir en una provincia que tiene más de treinta escuelas rancho y conflictos sanitarios que se perciben en casos de muertes por desnutrición, falta de medicamentos y segregación. Son símbolos ideales para fotos que van muy bien junto a la palabra "colorido" en las páginas de los medios. Durante la procesión son enviados junto a la muchedumbre mientras la casta oficial de doble apellido que gobierna y es elegida por el 80 por ciento de la población avanza sin transpirar.

En el teatro, Aznar dio un show obvio. Es decir, fue muy bueno. Hizo canciones de toda su discografía, presentó un inédito, cantó una de Seru, metió un set folclórico en el medio de los solos de bajo de tres minutos y versionó a Coldplay, a los Stones y a Green Day. De alguna manera, fue lo contrario a lo que estaba sucediendo en la plaza. Demostró estar hecho de distintos ingredientes que fue sumando a lo largo de su carrera. También, que las mezclas nunca serán malas. Confirmó que el conservadurismo, presente también en el rock, sólo sirve para estancarse en tradiciones que se pueden extender durante siglos, sin reflejar la actualidad, impidiendo el avance.

Soledad y compañía

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(Luca falleció en esta pequeña habitación. Fuente: acá)

“Libertad divino tesoro”, la biografía que escribió Oscar Jalil, supera las quinientas páginas y completa definitivamente la historia de Sumo. Cierra el grupo formado por los libros “Un ciego guiando a los ciegos” y “La jungla del poder”, el número especial de la revista Rolling Stone de 2002 y el documental de Rodrigo Espina. Trabajos esenciales para entender la vida y obra de Luca Prodan.

Más que escritor, Jalil hace de director. Ensambla testimonios, datos y artículos de publicaciones pasadas formando un trabajo enorme en el que todos dicen lo suyo. Como “Soledad y compañía”, el libro de la colombiana Silvana Paternostro sobre García Márquez, “Libertad divino tesoro” cuenta una vida de manera coral, con pocas intervenciones del autor, privilegiando las citas textuales que, en algunos casos, se contradicen entre sí.

El libro hace referencia a todos los mitos surgidos alrededor de la figura de Prodan y los profundiza desde la óptica de personas que estuvieron en el lugar de los hechos. Compañeros de banda, amigos, familiares, novias, músicos, vecinos, periodistas y fans de esos años construyen colectivamente la vida de Luca, tomándose el espacio necesario para detallarla. Así salen a la luz momentos que habían quedado guardados en el círculo íntimo y sirven para mostrar a un hombre mucho más frágil que lo que se creía, algo que siempre se insinuó y comenzó a tomar fuerza desde la edición de los discos Time Fate Love (1996) y Perdedores Hermosos (1997). En esas canciones previas a Sumo, Prodan mostraba una faceta de cantautor folk sensible. En “Libertad divino tesoro”, Luca no sólo es frágil, sino que es despreciado por sus pares y atormentado por fantasmas en medio de una soledad desgarradora, triste y decadente.

Dos hechos se destacan como los culpables de los fantasmas a los que Luca combatía revoleando botellas vacías en medio de la noche: su paso por el colegio escocés Gordonstoun, que le provocaba una enorme añoranza por Italia y su familia, y el suicidio de su hermana Claudia, que se convierte en uno de los puntos más fuertes del libro gracias a la reproducción completa del artículo que da cuenta del hallazgo de los cuerpos, publicado el 10 de julio de 1979 en el diario italiano L'Unità. “Es mejor morir de droga que vivir así”, decía una de las cuatro cartas que Claudia y su novio dejaron en el auto en el que los encontraron abrazados. Se habían inyectado heroína después de conectar una manguera desde el caño de escape al interior del vehículo. Ese hecho, que marcó a Luca para siempre, ocurrió en el año en el que Neil Young editó Rust Never Sleeps, el disco que traía “My My, Hey Hey”, la canción que incluye la frase "it's better to burn out than to fade away", que podría traducirse como “es mejor arder que apagarse lentamente”, y fue utilizada por Kurt Cobain para cerrar la nota que escribió el 5 de abril de 1994, minutos antes de inyectarse heroína y dispararse en la cara.

Luca, Claudia y sus hermanos Michela y Andrea debieron convivir con el talento y la disciplina de su padre, Mario Prodan, que ejercía mucha presión en la familia. Un ex nadador olímpico, director y guionista de cine y teatro, maestro en arte chino, que recuerda a uno de los personajes de “La gran casa”, la melancólica novela de Nicole Krauss. En ese libro, un vendedor de antigüedades capaz de perseguir objetos preciados hasta el fin del mundo tiene dos hijos que presentan una relación simbiótica, forjada en los silencios incómodos impuestos por el temor al poder paterno. Se trata de un tipo misterioso, con aires de inescrupuloso, necesitado de recuperar el pasado construyendo su hogar de la infancia con los muebles exactos.

Como en “La gran casa”, los hermanos Prodan construyeron lazos fuertes basados en el apoyo y la comprensión ante las presiones de Mario. Luca, primero muy relacionado con Claudia, se hizo carne con Andrea, con quien estaba permanentemente en contacto, a pesar de las distancias. A él acudió en el final de su vida, cuando estaba más solo que nunca.

Otro pieza famosa de la mitología Prodan que aparece en el libro es la carta a Timmy McKern, escrita en 1980. Allí, Luca cuenta su necesidad de cambiar de rumbo tras una última década repleta de excesos: “Sigo siendo adicto a la heroína y no la puedo dejar”, le decía a su amigo y ex compañero de colegio, que tras leer ese texto aceptó alojarlo en su casa cordobesa y con el tiempo se transformó en manager de Sumo.



El repaso musical que realiza el libro es otro punto fuerte. Desde la mención de un par de citas con olor a robo descarado que existen en los discos de Sumo hasta las influencias de Luca, que ya se habían detallado de manera breve en aquel especial de Rolling Stone. No es casualidad que Jalil haya participado de esa publicación. Todo lo que Prodan había escuchado apareció en Sumo y el libro desmenuza esa discoteca mental con pasión melómana, incluyendo su primera y breve participación discográfica como invitado de los británicos New Musik.

Como parte negativa hay que señalar la increíble cantidad de errores de redacción que presenta el libro, algo que para una editorial como Planeta debería ser casi imperdonable, especialmente si se tiene en cuenta el precio de cada ejemplar.

Los capítulos finales son los más difíciles debido a los testimonios crudos que muestran la decadencia de Luca y el inevitable desenlace que, pareciera, no tuvo a todos los protagonistas a la altura de las circunstancias. En esas últimas historias, Germán Daffunchio aparece desesperado, los fans Rolo y Pety se convierten en incondicionales cada vez más necesarios; Silvia Ceriani, la última novia de Luca, queda muy mal parada; y los integrantes de Los Fabulosos Cadillacs se vuelven los seres más crueles del planeta.

Tras instalarse en Argentina, Luca escribió “Warm Mist”. Es un homenaje a Claudia incluido en el casete independiente Corpiños en la madrugada. Haciendo referencia al suicidio de su hermana, canta: “Yo no me quiero ir así”. En el libro se muestra la lucha de Luca por salir adelante y su posterior caída, reflejada en las letras de After Chabón, en la soledad creciente y en sus declaraciones de los últimos meses. “Ya es tarde”, le dijo con resignación a Daffunchio, que no quería aceptar lo que estaba sucediendo y casi nadie se animaba a mencionar.

Pero Luca no quería morir, a pesar de que cargaba una mochila eterna de “dolor sin sentido”. En “Like London”, otra canción de la primera época, lo decía abiertamente: su meta en la Argentina era engañar a la muerte, conseguir una esposa y dejar curar las heridas. Lo logró durante algunos años, pero el peso fue demasiado. Lo encontraron muerto con una expresión que parecía de alivio.

Cállense, putos

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Es 1977 y Pink Floyd gira por el mundo presentando su disco Animals. La gente habla a los gritos. Roger Waters empieza a tocar la canción “Pigs on the wing”. No canta, apenas susurra, acompañado por una guitarra acústica. De repente, se escucha cómo explota un petardo entre el público. Entonces, Waters se embola y le dice a la audiencia (la traducción es libre):

“Uh, pero la puta madre, dejen de tirar petardos y de gritar, ¡estoy tratando de cantar una canción! O sea, no me importa, si no quieren escuchar váyanse a la concha de su madre. Estoy seguro de que hay un montón de personas acá que sí quieren escuchar, así que quédense en el molde. Si quieren tirar petardos, vayan afuera. Y si quieren gritar y hacer bardo, vayan afuera. Estoy tratando de cantar una canción que mucha gente quiere escuchar. Yo la quiero escuchar”.

Este audio tiene, de alguna manera, lo que en 1979 se transformaría en parte del concepto de The Wall: el artista enojado con su audiencia, que empieza a odiar el mundo del rock y crea una pared simbólica a su alrededor para aislarse de todos.

Esto con Pato Fontan** no pasaba.

¿Se acabó el revelde?

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A mediados de la década del noventa, el rock argentino más popular se alimentaba de la realidad para pintar un país que se caía a pedazos. Los obreros que fumaban impacientes en las letras de Manal se habían convertido en giles trabajadores que laburaban en negro, explotados por sus jefes, en padres de familia que no podían zafar de la rutina. Las empresas estatales se privatizaban, las fábricas cerraban. Pappo ya no podía ir con muchas ganas y felicidad al ferrocarril porque su vieja iba a la plaza con pancartas, a protestar contra la política neoliberal de Carlos Menem y Domingo Cavallo. Al mismo tiempo, los hijos de la clase media debilitada se agrupaban arriba y abajo del escenario bajo una misma premisa: todos somos iguales. No había diferencias entre músico y público. Si los poderosos marcaban desigualdades, el rock no iba a estar de su lado. Así surgieron (y triunfaron) bandas como Los Piojos y La Renga. También se consagraron grupos que tenían un camino más largo recorrido, como Divididos, que hablaba de una era de boludez, Las Pelotas (quizás los críticos más lúcidos y escépticos) y Los Redondos.

Fue precisamente Patricio Rey el abanderado del rock argentino de los años noventa. Con sus conciertos federales, cada vez más numerosos, arrastraban el sentimiento a todas las ciudades donde se presentaban. El rock del país se alimentaba de banderas en el corazón. Pero también de la bronca contenida, el desahogo y la frustración de una generación que se sabía aplazada. En esos años, el ricotero era un paria apaleado por la policía de cada provincia y transmitido en vivo por Crónica TV. El Indio Solari aseguraba que señalar a la banda como detonador de los incidentes que se solían provocar fuera de sus recitales era “una dosis de hipocresía muy grande”. Y apuntaba directamente a la situación social y económica que se vivía en la Argentina.

El bardo presagiaba una explosión mayor que llegaría en 2001 durante el gobierno de Fernando De la Rúa. Se veía venir en cada concierto masivo de Patricio Rey y también en las calles. O en la playa: allí fue donde los Bersuit Vergarabat se cruzaron al entonces gobernador bonaerense Eduardo Duhalde y lo hostigaron con una improvisación que se volvió slogan: se viene el estallido. Era 1998 y el disco Libertinaje ayudaba a avivar el fuego. “Señor Cobranza”, el cover que hizo el grupo de Gustavo Cordera de la canción de Las Manos De Filippi, fue la punta de lanza del rock argentino contra el poder. La santísima trinidad del soundtrack combativo crossover se terminó de formar con la versión definitiva de “Se viene” y con otra canción publicada ese mismo año: “El revelde”, de La Renga.

La canción firmada por el trío de Mataderos era una declaración de principios del escepticismo partidario que se vivía por entonces. “No me convence ningún tipo de política, ni el demócrata, ni el fascista. ¿Por qué me tocó ser así? Ni siquiera anarquista”, cantaba Chizzo. Esa letra resumió muchos pensamientos desilusionados con la política y la militancia.

Por ese motivo, cuando La Renga apareció sobre el escenario de Plaza de Mayo, el 10 de diciembre de 2013, durante los festejos por los 30 años de democracia, algo pareció cambiar definitivamente en el rock argentino. La banda que siempre fue el símbolo del caminito al costado del mundo se hizo cargo de sus ideas, como siempre, pero esta vez con el gobierno nacional de fondo. “Estamos muy orgullosos de participar en esta celebración de los treinta años porque es un evento muy importante y ojalá que se siga celebrando eternamente”, dijo Chizzo en declaraciones posteriores al concierto. Explicó que “si bien es un crecimiento que se va dando con tropiezos y errores, la democracia es muy importante para los pueblos”. Agregó que no intentaba ser partidario al asegurar que "los últimos gobiernos han acercado mucho a la juventud y se notó un resurgimiento popular que es muy importante para la Argentina”.

La participación de La Renga en un evento de tanto significado para la democracia argentina (y también de fuerte peso político para el oficialismo) disparó una pregunta: ¿se acabó el revelde? ¿Dónde quedaron las ideas que movilizaron al rock argentino de hace veinte años? ¿Cambiaron junto con el contexto político y social?

                            

“Yo me sigo sintiendo radicalizado”, dice, desde el edificio de la Unión de Músicos Independientes (UMI), Cristian Aldana, uno de los músicos que en la década del noventa, al frente de El Otro Yo, despotricaba contra la cumbia y se mostraba descreído al máximo. Hoy es una de las caras del flamante Instituto Nacional de la Música (INAMU) y carga en sus espaldas una ex candidatura a diputado por el Frente Para la Victoria. Aldana dice: “El Otro Yo siempre tuvo esa conciencia de estar enfrentado a las cosas que no nos parecen buenas. Y la herramienta política es fundamental para utilizarla y cambiar esas cosas que no nos gustan. Eso lo aprendimos a partir de que se forma la UMI y se empieza a vislumbrar otra historia para la música independiente. Pasar de estar separados a estar unidos ya fue un cambio impresionante. Y luego de eso empezar a vislumbrar, por ejemplo, la creación del INAMU, que es un logro para toda la música argentina”.

Aldana dice que ahora está más radicalizado y en rebeldía que nunca. “Siento que las convicciones que hemos tenido no han sido en vano. Estamos llenos de gente que levantó banderas por cosas que nunca se lograron. Hoy podemos festejar que algo se logró”.

Desde algún lugar de la Argentina, a bordo de su micro de gira, mientras continúa presentándose con La Caravana Mágica, Gustavo Cordera, ex cantante de Bersuit, dice: “Militar en alguna agrupación tiene que ver más como la palabra lo dice, con responder a una bajada de línea vertical militar. Y eso es antagónico con una agrupación artística. Porque el arte está en constante transformación y no es dogmático por naturaleza, es más bien caótico. Donde las emociones están por encima de las razones. El arte y la política responden a distintas partes del hemisferio cerebral, por eso están enfrentados. Tal vez en un futuro, con un gran esfuerzo de conciencia, se puedan integrar. La esencia política es el debate y la confrontación. En la música la esencia es el encuentro, la armonía”.

Cuando Bersuit irrumpió masivamente con el disco Libertinaje (1998), se encargó de señalar la desigualdad social. Lo hizo hasta La argentinidad al palo (2003). En los trabajos posteriores, coincidiendo con la consolidación del gobierno de Néstor Kirchner y el comienzo del mandato de Cristina Fernández, la banda comenzó a interesarse por problemáticas globales: la contaminación y la salud del planeta. Cordera cuenta que a fines de los noventa, él creía en la fuerza de una banda de rock para cambiar el curso político del país. “Ésa era mi preocupación entonces –dice-. Pero después vi que detrás, y por encima de eso, había una mente planetaria mucho más poderosa, que tiene a los políticos del mundo como esclavos, y son las corporaciones. Ellas van por todo y lo que más les seduce es la explotación de la naturaleza, devorar insaciablemente todas las formas de vida para sostener esta locura llamada progreso. Fue entonces que escribí el tema 'Madre hay una sola' (que hablaba de ciudades gigantes y enormes cloacas y fue publicado en Testosterona, 2005), y luego 'De ahí soy yo' (una canción sobre el Riachuelo, editada en 2007, durante el conflicto por las papeleras). Recuerdo que entonces había recibido burlas por eso, como que me estaba poniendo snob. Pocos veían lo que vino después, aunque no era tan difícil imaginarlo”.



La diferencia con las posturas escépticas comenzaron a marcarse a medida que el kirchnerismo fue promoviendo el terreno para la vuelta de la militancia, algo muy aprovechado por los jóvenes y adolescentes que en los noventa eran apenas unos niños. En cambio, los que en esos años tenían entre 14 y 18 años crecieron con pocas esperanzas en la clase dirigente. Es lo que le sucedió a Luciano Katz, guitarrista de Pampa Yakuza, grupo que apareció casi al mismo tiempo en 678, de la Televisión Pública, y en el Suplemento Sí, de Clarín; dos medios antagónicos por las batallas ideológicas y políticas que se desarrollan desde 2008.

“Cuando arranca este gobierno yo dije 'no lo puedo creer, el rock era estar en contra'–dice Luciano-. Y de repente estaban todos a favor, ¿qué pasó? Yo no estoy situado en ninguna bandera, obviamente tengo opiniones, pero tampoco estoy pensando todo el tiempo en política. No somos una banda que se ponga a discutir políticamente. De hecho, cuando fuimos a 678, tampoco fue muy cómodo que Hernán (Saravia, cantante del grupo) se sentara a hablar ahí. Porque Hernán es una voz de la banda, no es la voz de todos. Ese momento fue raro, porque de repente nos volvimos un grupo político, que no lo éramos. Pero era la pauta del programa: te sentás a hablar ahí. En ese momento hubo mensajes en las redes sociales diciendo que éramos una banda K. Nadie dijo que éramos de la oposición cuando salimos en Clarín. La política siempre es una sugestión, donde la gente vibra raro. Más en este momento en que sos o no sos. Y en ese lugar no me gusta meterme, porque yo no soy ni dejo de ser. La política tiene esa cosa de efervescencia que no está buena de ninguno de los dos lados. Cuando es todo negativo o cuando es todo positivo”.

“Yo en algún momento me sentí seducido por la propuesta de este proyecto de gobierno y estaba decidido a apoyarlo, lo que no significaba que iba a tocar para ellos –explica Cordera-. Pero sí quería apoyarlos públicamente hasta que me desilusioné cuando conocí el plan minero a cielo abierto, la complicidad a los desmontes para profundizar el plan de sojización para recaudar más dinero, la no utilización de energías renovables, el profundo desamor por eso que dicen amar, el suelo y el cielo de esta tierra. Quedé como paralizado y me dije: 'Cualquier modelo que pregone el consumo por el consumo en si mismo traerá solo mas violencia, injusticia, dolor, pérdida de la calidad de vida'. La competencia despiadada prometía mas desgracias y me pregunté ¿cuánto más sufrimiento necesitamos para aprender? Por eso creo que el arte debe doblegar esfuerzos para incrementar la conciencia social, cosa que a la dirigencia política no le interesa. Ése es el gran desafío de los artistas para el mundo que se viene”. Cordera también aclara que él expone su “mirada libre y desinteresada” y también le da lugar a la mirada de muchos artistas a los cuales respeta y admira.

Desde la década del noventa, el rock argentino creció hacia los costados, arriba y abajo. Se convirtió en un negocio constante que musicaliza publicidades y es la estrella de festivales masivos. La fuerza de ese rock que rescataba al barrio y se guiaba por los códigos instalados en los noventa se trasladó a una segunda generación de bandas que se llevó la peor parte: la de los muertos por Cromañón y la del declive artístico que muchos señalaron como una evidente flaqueza. Cuando eso sucedía, diez años atrás, los líderes suburbanos más emblemáticos ya eran superestrellas, no seguían siendo iguales a su público. En tanto, el viaje ricotero se convirtió en el tour rockero por excelencia. La previa sigue siendo transmitida por Crónica, pero sin incidentes. Ahora los políticos anhelan que el rock masivo, antes rechazado y hasta prohibido (aún se recuerda el fiasco de Los Redondos en Olavarría) se instale en sus ciudades. Los últimos shows del Indio Solari fueron anunciados por los gobernadores de las provincias bendecidas por la llegada de los millones de pesos que arrastra cada presentación del cantante. El aparato de propaganda oficial (TVR, 678) usa el rock para tirar consignas y sloganes. Hoy, más que nunca, el rock parece haber sido atrapado por el sistema. También, mucha parte del rock es inteligente y sabe cómo moverse dentro de ese laberinto inevitable. En el último tiempo, desde un lugar más activo y notorio, participa de la política. Después, de todo, como canta Raly Barrionuevo, política hacemos al caminar.

Nota que escribí a fines de 2013 para la revista Mavirock. La verdad, no sé si fue publicada.

Vale la pena la leyenda del futuro

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Quedó en el imaginario que Los Redondos no tenían nada que ver con su público. No fue tan así. Durante los 23 años que duró la banda, los músicos y “la gente” se encontraron y se alejaron, como esas relaciones enfermizas repletas de peleas y reconciliaciones constantes.

En los primeros años, a partir de 1978, mientras Patricio perdía la forma humana y Los Redondos buscaban su camino, el público estaba conformado por amigos de los músicos, amigos de amigos, periodistas avispados y quienes se sentían atraídos por una propuesta diferente: teatro, monólogos y un rock distinto al que se podía encontrar en los circuitos más conocidos de la época. Como escribió Alfredo Rosso en una Rolling Stone de 1999, era “una amalgama ecléctica de la clase media porteña y bonaerense de los años 70” que en esos espectáculos encontraba “todo aquello que faltaba en la negra noche del proceso: sexo, humor, alegría, reflexión”. Además, el Indio, Skay, Poli y el resto de la banda eran lo suficientemente jóvenes como para tener la misma edad que sus seguidores. Todo eso los acercaba.

Cuando el tramo musical quedó afianzado y mientras el costado teatral mantenía un protagonismo que completaba el espectáculo, se dio el segundo acercamiento profundo. Eran los años del fin de la dictadura, la Guerra de Malvinas y el inicio de un nuevo período democrático. El público de esa etapa era mayor en número pero de la misma generación, por lo que manejaba los códigos de los comienzos y también podía, como decía “Pura suerte”, emborrachar el ritmo del maldito rock que Patricio Rey realizaba cada vez con mayor precisión. De esos años son canciones emblemáticas como “Qué mal celo”, “Nene Nena”, “Un tal Brigitte Bardot”, “Mariposa Pontiac”, “Superlógico” y otras.

A mediados de los ochenta, Patricio Rey empezó a editar discos y decantó en un evento musical novedoso desde el contenido pero convencional en la propuesta. El aspecto teatral llegaba a su fin y todo quedaba reducido a la banda tocando. El romance músicos/público se mantuvo dentro de las paredes de los recintos que los albergaban, pero ya no era un tesoro exclusivo para entendidos. Fue el momento en que surgió la primera generación de la corriente exiliada autodenominada “Ricoteros de verdad”, que continúa hasta nuestros días y se caracteriza por asegurar que todo tiempo pasado fue mejor, lo que genera la particularidad de tener miembros que repudian a los que se incorporan a sus propias filas.

En una entrevista publicada en 1988 en la revista Humor, Gloria Guerrero le preguntó al Indio si era verdad que unos pibes habían viajado desde Buenos Aires hasta Córdoba para poder asistir a uno de sus conciertos. Solari dijo que sí y agregó que era mejor eso a que se chorearan una moto de puro aburridos. Se venía algo distinto.

Con un nuevo cambio de etapa y de público, Los Redondos se transformaron en la mejor banda de rock. Probablemente, el momento más alto haya sido el período 87-91, donde el clima de resistencia antidictadura le había dado lugar al sudoroso under. Las pruebas están en los audios piratas. El ejemplo perfecto puede ser el recital que dieron en Laskina, un diminuto pub uruguayo, en 1989. Esa noche, el grupo se agrandó en un escenario mínimo. Se adaptó al lugar y se volvió lo más grande que había, porque ocupaba todos los espacios. La lista de temas no deja dudas: “Unos pocos peligros sensatos”, “Vamos las bandas”, “Masacre en el puticlub”, “Divina TV Führer”, “La parabellum del buen psicópata”, “Héroe del whisky”, “Ella debe estar tan linda”, “Nadie es perfecto”, “Maldición va a ser un día hermoso”, “Blues del noticiero”, ”Rock para los dientes”, “Aquella solitaria vaca cubana”, “Jijiji”, “Ya nadie va a escuchar tu remera”, “Mariposa Pontiac”, “El gordo tramposo”, “Un tal Brigitte Bardot”, “Yo no me caí del cielo”, “Ñam fri frufi fali fru”. Palo y a la recontra bolsa.

La década del noventa encontró al grupo en dos realidades paralelas: la de los estadios y la de los escenarios parecidos a los de antaño. Patricio Rey llenaba las canchas de Huracán y Colón y también hacía shows en San Carlos Centro, un pueblo que doblaba su población con cada concierto; y en Concordia, en un viejo galpón portuario que había sido reciclado como discoteca. Los cultores del buen gusto que captaban las referencias a Perrault ya no eran los ejemplos del ricotero promedio. Se habían pasado a la clandestinidad. Lo importante era el sentimiento que no se podía parar ni explicar. Surgían los cantos de cancha, el escabio en la previa, el viaje, el asado y el aguante.

Mientras más popular se hacía Patricio Rey, mayor parecía la distancia con el público. Se trataba de un alejamiento generacional (los músicos ya tenían cincuenta), y también marcado por los medios, que empezaban a hacerse eco del fenómeno. A mediados de los noventa, la revista Viva publicó una de las primeras notas que reflejaba la novedad: el artículo abría con una foto a doble página donde se veía a la banda en pleno show, cubierta por el humo de bengalas y una marea humana que estaba quieta en la imagen pero, se notaba, no paraba de moverse. De eso hablaba el artículo: mostraba el éxodo ricotero, la fidelidad que crecía sin parar.

El Indio, además, se revelaba como un sibarita que contrastaba notablemente con el público de esos años. En los noventa, los ricoteros eran estigmatizados por los medios y los sectores más conservadores. Se los señalaba como vagos, vándalos amigos de lo ajeno, satánicos (!), drogadependientes. El líder de misteriosa vida, en cambio, era otra cosa.

Pero antes de que esos roles se definieran del todo, Solari dio la cara, en lo que fue uno de los dos momentos de acercamiento que en esos años Los Redondos tuvieron con su público. En la conferencia de prensa que brindó el grupo en 1997, tras la suspensión de los shows en Olavarría, el Indio dijo que los corazones de esos chicos de doce años no tenían maldad. Lo cierto es que sus seguidores tenían más de doce y asustaban a una sociedad argentina que veía todo por Crónica TV. A pesar de que los que causaban disturbios eran siempre un porcentaje menor, el peso caía sobre todos.

El otro momento de comunión sucedió en 1996, cuando el grupo sacó Luzbelito. El tema “Juguetes perdidos” hablaba de la gente que copaba cada vez más los esporádicos recitales del grupo. Sin explicitarlo, el Indio hacía referencia a los trapos y a las bengalas, era la oda al rock chabón, explicaba el sentimiento.

Desde Olavarría, la distancia se agrandó. Los de abajo eran los desangelados y el de arriba el rockero fóbico superculto que vivía con una escopeta, rodeado de perros. Mientras todo el rock argentino de esos años apoyaba la línea de igualdad con sus seguidores, Los Redondos se mantenían alejados de eso, se mostraban diferentes y más que considerarse pares, aconsejaban. “Tengan cuidado”, decía el Indio antes de despedirse en cada recital, sabiendo que la Policía esperaba afuera.

“Juguetes perdidos” fue casi un tropiezo en una carrera en la que el motor nunca fue la demagogia. Los Redondos no hacían lo que la gente quería, eran los seguidores del grupo los que se acoplaban a la propuesta. Por eso, durante dos décadas, hubo quienes se subieron y se bajaron del viaje. En la etapa final, en cambio, surgieron fanáticos que idealizaron un momento (el período  94-99) y todavía intentan reproducirlo con los viajes, la comunión ricotera, lo que hoy Lollapalooza llama “la experiencia”.

En Último bondi a Finisterre y Momo sampler, el Indio y Skay proponían evolucionar, cambiar en el sentido antimacrista de la palabra. Se acercaban a Prodigy y a Massive Attack y reivindicaban al sampler como herramienta fundamental de la época para alimentar la creatividad desde un lugar ya transitado. La entrevista que la banda le dio a Rolling Stone en diciembre de 2000 terminaba con una frase del Indio que era ejemplo de lo que proponían y buscaban: “Ojalá llegue un cambio pronto que lo conmueva todo”.

En el libro que acompañaba a Último bondi... se incluía el Test para el colono virtual. Sus opciones eran las siguientes:

-No mutar
-Mutar cuando sólo es nuevo lo que hemos olvidado
-Mutar si Dios es digital
-Mutar si se piensa que el nuevo Dios nos va a salir mejor
-Mutar porque nos gusta el bondi a Finisterre y porque vale la pena la leyenda del futuro

Mientras tanto, el público ricotero se convertía en una ola masiva de conservadores que veían en ciertas modificaciones del sonido una traición a la causa. Muchos sentían eso que Pappo le dijo a DJ Deró. Coquetear con la electrónica estaba mal para el ricotero de esos años, que se pasaba por las pelotas el Test para el colono virtual, salvo la primera opción, y con sus dudas sobre los dos últimos discos creaba un murmullo generalizado que nunca se alzaba demasiado pero que se percibía claramente en charlas que no respondían a ninguna sapiencia, sólo era la opinión generalizada de la época. De hecho, la crítica, en general, se sorprendía y celebraba las innovaciones. Pero para la ortodoxia ricotera, la experiencia consistía en perseguir a una banda y ser guardianes de una idea que cuidaban con recelo. Sentían la necesidad de escuchar “La bestia pop” en el bar después de las cuatro y media de la mañana. Volver a las fuentes, siempre.

Es extraño el comportamiento conservador en el ambiente del rock. No porque no sobren ejemplos, sino porque se supone que el mensaje implícito de la cultura rock (ese término tan Solari) es el contrario: ahí están los Beatles cambiando, Spinetta diciendo mañana es mejor. Pero, quizás motivados por algo de la lírica a veces melancólica del Indio (“no tengo dónde ir”, “el futuro llegó”) y el aferrarse a algo que sentían como propio, los ricoteros más talibanes tenían un comportamiento cerrado, como si les diera miedo el cambio y la posibilidad de perderlo todo.

El ricotero promedio actual, el cliché, es el que va a ver al cantante. Los seguidores de Skay tienen un poco la actitud “Ricoteros de verdad”. Los que siguen a Solari son señalados como simples consumidores de la experiencia que remite a los noventa. Son como los protagonistas de la nueva Star Wars, que le preguntan a Han Solo sobre las leyendas de antaño y él les dice que sí, que todo fue verdad.

Luca Prodan, arriba del escenario de Cemento, una noche de mayo de 1987, dijo algo parecido cuando decidió subir a improvisar en “Criminal Mambo”. Pero en ese momento en el que todo estaba sucediendo, lo dijo en presente, y en inglés: “Everything is true”.

Hace dos años, sentado en su casa, tomando mates cebados desde una pava eléctrica y fumando un cigarrillo tras otro, Skay Beilinson dijo que si Patricio Rey fue algo, fue verdad. Que no fue una ficción, no fue un invento, fue verdad. Y que eso lo hizo grande.

Hoy, el Indio ya se anima a tocar canciones de Último bondi a Finisterre y de Momo sampler. El público ricotero conserva los ritos pero está más abierto que nunca. De a poco fue aceptando las otras opciones del Test. Y Patricio Rey continúa, desde algún lugar, marcando el camino a seguir.

Texto publicado en La Música es del Aire

Ensamble Peripecia

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Suenan como: rock progresivo instrumental, con toques de jazz y psicodelia.

Para fans de: Sur Oculto, Invisible, Mars Volta, Color Humano.

Quiénes son: Hernán Ocampo (guitarra), Damián Gutiérrez (batería), Tin Maturano (percusión, theremin) y Evelyn Vergara (bajo, vientos) se unieron por oposición al formato canción. Proveniente de la escena punk de La Rioja, en 2007 Ocampo comenzó a realizar composiciones inspiradas en “Bitches Brew”, de Miles Davis. En 2008, la banda fue invitada a musicalizar películas de Dziga Vertov, Ernst Lubitsch, Man Ray y Robert Wiene en un ciclo organizado por la universidad nacional de su ciudad, Chilecito. Allí, Ensamble Peripecia terminó de definirse como una experiencia sonora y visual. “Me gusta pensar que todo es medio cinematográfico”, reconoce Hernán, que estudió Cine durante dos años en Córdoba.

Por qué escucharlos: porque tocan como si la música fuera a desaparecer en poco tiempo de la faz de la tierra y necesitaran hacerla toda junta, ahora mismo, para no olvidarla jamás. Disfrutan saber que no van a sonar en las radios ni a palos.

Escuchá:“Valle”, su disco debut, fue publicado en junio por Caos Records, propiedad de Ocampo. Lo masterizó Carl Saff, quien trabajó con Thurston Moore (Sonic Youth) y grupos de los sellos Sub Pop y Matador. “Nebulosa”, dominada por el saxofón, es una de las más bellas de estas siete composiciones que exigen al oyente hasta que la mente encuentra las percepciones adecuadas para disfrutarlas.

El valle del disco remite a Chilecito. Para los Ensamble Peripecia, bautizarlo de esa forma es valorar de dónde proviene la influencia primigenia, de raíz. “Pienso que somos seres que cargamos con cosas con las que vivimos y por ser el primer trabajo estaba bien conceptualizarlo así. Chilecito es hermoso en su naturaleza. Tenemos el Famatina todos los días, un cerro hermoso que los habitantes defendemos a muerte”, explica Hernán.

Ellos dicen: respecto a la actualidad del rock riojano, una escena muy similar a la de otras provincias, Hernán dice: “Creo que el rock en La Rioja en este momento está cambiando. Los proyectos están durando más que antes. El hecho de tocar acá y que sea tan chico hace que el círculo a veces se cierre. El público es difícil y es bastante bastardeado desde hace mucho por las bandas de covers. Yo me intereso por los movimientos independientes, formar lazos, intercambiar con otros sellos y crear un circuito ida y vuelta por el país. Muchos están tocando siempre de onda para los dueños de los bares. Me parece que no es coherente hacer eso si estás en un movimiento independiente. Al contrario, deberías repudiarlo”.

Más información en ensamble-peripecia.bandcamp.com y en caosrecords.bandcamp.com.

Publicado en el número de marzo de la revista Rolling Stone.

Quedaba mucho por hacer

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(Pappo en su último show en Salta. Foto de Bernardo Rodríguez Berri)

En 2004, Pappo gozaba de un recuperado éxito comercial de la mano de Buscando un amor (2003), el disco for export producido por Jorge Rodríguez. Corcho, el millonario amigo de los rockeros pesados y ex de Susana Giménez, había convencido al Carpo para editar un álbum a la altura de su leyenda y de las ambiciones comerciales que el músico tenía y no reconocía. Con “Rock and Roll y fiebre” en todas las radios y programas de televisión más populares, Norberto Napolitano volvía a los primeros planos musicales. Algo que no sucedía desde hacía más de diez años con Blues local y el súperhit “Mi vieja”.

El plan a mediano plazo era posicionarlo en el circuito blusero estadounidense, y de ahí al mundo, un objetivo que había estado cerca de concretarse más de una vez, pero, como cuenta Sergio Marchi en el fundamental libro El hombre suburbano (2011), la inconstancia y la tendencia a la autodestrucción que poseía Pappo lo habían impedido.

Esta vez parecía distinto. Pappo había versionado clásicos del género (“Rock Me Baby”, “The Thrill is Gone”, “Little Red Rooster”) cantado en inglés. Buscando un amor era un disco claramente profesional. Nada de álbumes de trinchera para las huestes como El auto rojo (1999). El Carpo hasta había aceptado las cuerdas en “Katmandú” y los caños arreglados por Javier Malosetti después de cierta negativa casi obligada para mantener el personaje.

Pappo necesitaba y quería que se lo reconociera como la leyenda que era. El disco doble autohomenaje publicado en 2000 (Pappo y Amigos) había sido el primer paso. En noviembre de 2004 realizó presentaciones en conjunto con el baterista estadounidense Tony Coleman en Buenos Aires: el Tributo a B.B. King era otro eslabón en la cadena. Poco más de un mes después, el miércoles 22 de diciembre, Pappo se tomaba un avión en Aeroparque y dos horas y media después aterrizaba en el Aeropuerto Martín Miguel de Güemes de Salta, donde el 23 debía realizar un concierto en el microestadio Delmi.

“El 23 nos citan a los medios a una conferencia de prensa a las diez de la mañana en la Casa de la Cultura. Cayeron todos, hasta los programas tipo La Topadora, que van cuando hay un artista importante. Yo me había acostado a las siete y media de la mañana y a las diez estaba ahí. Pensaba ‘Pappo no se va a levantar’, pero por las dudas se portara bien, fui puntual. Y el hijo de puta cayó cerca del mediodía. Era posta que no iba a ir a las diez. Llegó bien, se sentó y se agolparon los medios, había muchas cámaras. Pappo estaba en la cresta, había sacado un disco que estaba sonando más allá de los ámbitos específicos del rock. ‘Rock and Roll y fiebre’ sonaba mucho. El finado (Omar) Salgado hizo la primera pregunta, media rara, enciclopédica, y Pappo lo quedó mirando. Después, una mina que era un camionazo le preguntó ‘¿por qué te vestís de negro?’ (risas)”, recuerda el periodista Tony López, que en ese momento escribía para el diario El Tribuno.

El concierto de Pappo en Salta era la celebración del programa de televisión Studio Rock, que conducía José María Elíazarian. El flyer del show anunciaba como bandas soportes a La Forma (sic), Zebolla de Vidrio (sic de nuevo) y Escencial (otra vez). Las anticipadas se vendían en la extinta disquería Twins, en Soul (que todavía resiste) y en el ahora mítico y desaparecido bar Esquina Libertad, de Zuviría y Ameghino. Auspiciaban la imprenta Multigraf, Twins, Apple Sound y el natatorio (?) Babilonia.

A pesar de que Pappo se encontraba en un gran momento mediático y comercial, aún quedaban algunos pesados vestigios de ese pasado caótico digno de Say No More. Cuando los productores salteños se comunicaron para cerrar el show, el propio Carpo llevó adelante las negociaciones. No tenía mánager. O por lo menos no se encargaba de todos los movimientos del músico.

Se acordó que el baterista Bolsa González, el bajista Yulie Ruth (autor de la balada “Juntos a la par”) y un asistente viajaran en colectivo desde Buenos Aires, mientras que Pappo lo haría en avión. Para venir a Salta, pidió dos pasajes aéreos. La organización local preguntó para quién.

- Para Cáctus.
- ¿Quién?
- Mi perro.

El histórico terrier, que solía presenciar los shows de su dueño al costado del escenario, se quedó en su casa en Buenos Aires. Cuando llegó a Salta, Pappo se alojó en el Hotel Plaza, a la vuelta de la plaza 9 de Julio. El día del recital, el jueves 23, brindó la conferencia de prensa en la Casa de la Cultura, almorzó en La Monumental y fue a la prueba de sonido en el microestadio a las tres de la tarde. Con los productores, el Carpo se mostraba intratable, una mala onda típica, casi un juego que lo divertía. Con la prensa y algunos fans, en cambio, era distinto. Después de la prueba accedió a más entrevistas y charló con tranquilidad.

“Estaba de buen humor - sigue López-. En la conferencia de prensa le dije que Buscando un amor tenía muchos puntos de contacto con Blues local, me señaló y me dijo ‘Good’ (“bien”). Después le pedí una foto, accedió y justo cuando la sacaban apareció el yeguón que le había preguntado por su vestimenta, entonces sale mirando para el costado (risas)”.

La noche del 23 de diciembre de 2004, Pappo llegó cuarenta minutos tarde a su recital, lo que provocó un bache gigantesco entre los grupos teloneros y el número principal, además de las puteadas de los escasos presentes. Mientras todos insultaban, los productores lo llamaban al hotel, desesperados. “Esperá, me voy a bañar”, contestó. Estaba acompañado por dos chicas en su habitación.

Finalmente, Pappo llegó bañado al microestadio, pidió chicles y subió al escenario. Los insultos mutaron en ovación, pero el show no arrancaba, el artista tenía nuevas exigencias. Quería Fernet Branca “en botellitas chicas”. “No toco si no están esas botellas”, amenazó. Los productores salieron corriendo al kiosco que está atrás del Delmi y consiguieron algunas. Mientras tanto, Pappo afinaba la guitarra frente a su público.

El concierto del 2004 no fue el primero que realizó Pappo en Salta. Se recuerdan sus diversos pasos por nuestra ciudad, como el de 1993 en el Salta Club, por entonces el reducto rockero de la ciudad, de pésimo sonido. Compartió fecha con El Dragón, y los locales Aspid y Fulton (los últimos no tocaron porque sus integrantes se agarraron a trompadas en la puerta). No había mucha gente, unas 250 personas, y Pappo pidió que los que estaban en las populares se adelantaran a las partes vacías de la platea.

En 1995, tocó en el Estadio Delmi, en un festival solidario para el Hospital de Niños, organizado por Ricky Maravilla, junto a Ratones Paranoicos, 2 Minutos y “doce mil grupos de cumbia”, recuerda Tony. El Carpo estaba por sacar Caso Cerrado y estrenó su versión de “Ruta 66”. Esa noche ocurrió una famosa anécdota: Pappo golpeó al periodista Sergio Di Lorenzo, que hacía entrevistas para el programa de televisión Al margen de todo vestido de mujer. “Se le acercó vestido de mina, ‘ay, Pappo, ay, Pappo’, y el Carpo de un solo bollo lo mandó contra la pared”, sigue López. La cosa terminó en la Justicia.

El último show en Salta fue en un microestadio semivacío, ante unas 300 personas. Los organizadores esperaban por lo menos mil. Con todo, el concierto fue un claro indicador de la buena forma en la que Pappo se encontraba en ese momento. “Se lo notaba muy enfocado, con todas las pilas”, dice López.
Casi dos meses después, el 25 de febrero de 2005, un absurdo accidente en una ruta bonaerense terminó con la vida de un músico que ya era leyenda y que aún sentía que tenía mucho por hacer.

Publicado en la Revista Rock Salta Nº 21, de febrero de 2015.

"Yo no hago música para llenar estadios"

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(Foto: Lole Martínez - Facebook Ciro y Los Persas)

2009: afiches pegados, entradas a la venta, un estadio dispuesto (Gimnasia y Tiro) y hasta una promoción de tapitas de cerveza en marcha. Todo se cayó cuando el recital que iban a realizar Los Piojos el 2 de mayo de ese año se canceló definitivamente. A los pocos días (el 30 del mismo mes) la banda se despidió en un frío (por la temperatura) River caliente (por la gente). Después, cada uno hizo su camino. La Franela, Los Persas, Las Pelotas, la ruta, el desastre. Chau esperanzas de ver a la banda de vuelta. Andrés Ciro Martínez recuerda a medias: “Sí, hubo un show que se suspendió. Me acuerdo porque un amigo vino a vernos desde Alemania (risas) y no sé si llegó a viajar pero sí tenía el pasaje y todo. La verdad que no me acuerdo qué pasó. Por lo general son cosas de la producción”, dice desde las oficinas de 300 Producciones, la empresa que lo apoya en esta etapa solista. Estuvo ensayando todo el día y a las cuatro de la tarde todavía no se enteró de la noticia de la jornada: los músicos de Callejeros fueron encontrados culpables del delito de incendio culposo seguido de muerte. A más de seis años de la tragedia de Cromañón, el rock argentino sigue sangrando su herida mayor. Ciro prefiere ser cauto a la hora de opinar: “No creo que (los músicos de Callejeros) hayan tenido ninguna intención en ese sentido. Creo que había cosas y lugares que siempre fueron peligrosos en el rock. Pero también me parece que hay alguna responsabilidad, no culpabilidad, cuando uno organiza un evento. La verdad me parece un tema delicado. Incluso porque los tipos están con la justicia ahí, con una situación muy delicada, esperando el veredicto sin saber si les van a poner la soga al cuello. Después hay cosas de ellos, actitudes, con las que no estoy de acuerdo para nada. Cómo manejaron ciertas cosas o, al menos, cómo lo expresaron. Después hay cosas que verá la ley y no me interesa hacer leña del árbol caído. Eso lo verá la Justicia”.

Tras siete años (el show anterior fue en agosto de 2004 con Los Piojos), Ciro volverá a Salta, esta vez para presentar su primer trabajo como solista (Espejos, de 2010). Vendrá acompañado por Los Persas su (ya no tan) nueva banda. En “Antes y Después”, tema que abre el álbum y que también sirvió como primer corte, se puede escuchar una frase significativa: “Hoy todo vuelve a empezar y será lo que ya fue”. La línea es un claro mensaje de resurgimiento, una manera literaria de darse ánimos para encarar las cosas con energía renovada y recuperar lo perdido tras el desgaste que llevó a Los Piojos a la separación. “Eso es lo que vos pensás –dice entre risas, tirando toda la teoría por la borda-. No lo encaré por ese lado. Digamos que en principio la letra nace como una historia particular que habla de las reencarnaciones y el amor a través de distintas vidas y de lo que pasa a veces cuando nos encontramos con alguien que parece que nos conociéramos de siempre. Después, resonaba por el hecho de volver a encontrarme con el público, pero no hacía referencia a ninguna etapa de Los Piojos ni nada por el estilo. Uno cuando comienza una nueva etapa, no sé… tiene que salir algo muy malo como para no tener una fuerza renovada. En este caso, yo estaba con muchas ganas de tocar. Para mí fue imprevisto el final de la banda. No pensé que se iba a terminar en ese momento y así. Con la incorporación de un nuevo guitarrista pensé que podían surgir nuevas cosas, un nuevo estímulo. Pero bueno, distintas cosas hicieron que se terminara y una vez ocurrido eso lo que más quería era salir a tocar; salir de gira, preparar temas nuevos. Tenía temas para grabar así que realmente era una gran alegría haber armado la banda que armé, que suena como suena, con excelentes personas. Pero nunca hice comparaciones de etapas, digamos. Si bien sí, había un desgaste al final de Los Piojos, pero no hago referencia a eso”.

Los Persas son motivo de orgullo para Ciro, que se muestra conforme y saca pecho cuando describe la performance grupal en escena. “Me gusta porque es una banda súper dúctil, súper rica en posibilidades y muy caliente: se prende fuego. Nos prendemos fuego y no hay intelectualismos pelotudos. Muchas veces ocurre, con la gente que toca muy bien, que mete demasiado la cabeza y poco el corazón y yo creo que esta es una banda en la que el corazón sobra. Se ve a full lo que es transpirar la camiseta, como concepto, como idea, como objetivo en cada recital. Se transpira la camiseta y con jogo bonito. Las dos cosas”.
- ¿Eso significa que donde mejor se aprecia a la banda es en sus conciertos? 
- Posiblemente, pero no creo que al disco le falte sangre.
- Pero una cosa no quita la otra. En vivo puede haber aún más sangre. 
- Creo que sí, sí. Eso ocurre cuando son buenos los músicos. Si no te llevás sorpresas, que son todas cosas armadas en el estudio. Y en el disco no hay casi sobre grabaciones, salvo algún solo de guitarra. Está tocado prácticamente en vivo. Quise mantener una cosa de crudeza. Después sí, en vivo puede resultar más fuerte todavía, más intenso. Siempre en vivo, por la participación de la gente, es más intenso.

Con todo, hubo uno que decidió abandonar las filas persas. El tecladista Chucky de Ipola fue reemplazado por Diego Mano, quien a criterio de Ciro “anda muy bien, es muy buen músico. Con Chucky siempre estamos en contacto pero él hace tiempo que estaba postergando su banda y su nuevo disco solista y se le complicaba ensayar. Lo hablamos y dio un paso al costado, ofreciéndose tocar cuando fuera necesario”.

En la década de las bandas separadas, Ciro se mantiene como uno de los artistas más convocantes de la escena, a pesar de no arrastrar la misma cantidad de gente que en las épocas piojosas. “Me parece que salir con un disco nuevo, con una banda nueva, con un proyecto nuevo y hacer cinco Luna Park en cuatro meses no es bajar mucho que digamos –asegura-. La verdad que estoy feliz, no me preocupa la convocatoria. Voy a trabajar para hacer lo mejor que pueda. Después, si la gente decide llenar un River, dos River o ninguno es una cosa que escapa a mi alcance. Yo no hago música para llenar estadios”.

La pregunta que flota entonces es qué va a pasar cuando Ciro avance en su carrera en solitario, acumule canciones y vaya dejando de lado las de Los Piojos. ¿O hará la gran Indio Solari y le brindará al público una buena dosis de temas legendarios? “Cuando tenga dos discos solistas van a haber menos temas de Los Piojos, seguramente. Saqué un tema más, ‘Similar’ (N. de la R: se lo puede bajar gratis de internet), para tener más material en vivo. De todas maneras creo que siempre voy a tocar temas de Los Piojos y actualmente ocupan un poco menos de un tercio del show. Haré siete u ocho temas sobre un total de 26. A mí me gustan porque además no suenan exactamente igual, les buscamos arreglos nuevos y me divierte y me emocionan. Voy cambiando los de Los Piojos justamente para que no sea siempre el mismo show. Pero cuando tenga otro disco… y supongo que va a ser difícil porque uno cuando hace un material nuevo quiere tocar lo nuevo. Así que se me complicará un poco”.

Aunque Ciro construya una carrera solista intachable, larga y convocante; los veinte años que pasó liderando a Los Piojos siempre estarán presentes, de alguna u otra manera. Una de esas formas es hablando de Gustavo Kupinski, el guitarrista piojoso fallecido el 4 de enero tras volcar con su auto en una ruta de la provincia de Buenos Aires. El año pasado, Tavo atacó a Ciro a través de los medios, lo que los distanció todavía más. Ese alejamiento existe todavía, aunque ya en forma de memorias. “La verdad es que lo recuerdo con mucho dolor por un final tan espantoso. Lamentablemente me parece que en su última época no era el Tavo que conocí, pero bueno, prefiero recordarlo como los dieciocho años anteriores, que como los últimos dos”.

Otro recuerdo es el de la misteriosa colorada que lo cautivó durante años, llevándolo a componer varias canciones que hoy son clásicos piojosos. Para Espejos, decidió grabar “Insisto”, el último corte del álbum y verdadera muestra de obsesión por una mujer. Ciro se entusiasma recordando: “Ella siempre sirvió como una musa. Estuve varios años enamorado e incluso un psicólogo me dijo ‘la tendrías que ver para desmitificar’. La vi y efectivamente se terminó ahí mi pasión”.
- ¿Por qué? ¿Ya no estaba tan buena?
- Es que yo ya había creado algo que era gigante y a la vez ella se había normalizado. Quizás estaba más buena, pero antes me gustaba porque era más al límite. Antes de grabar el primer disco (Chactuchac, de 1993) pensaba que si es verdad que el diablo se le aparece a los artistas, ése era el momento. Y apareció esta pelirroja vestida de rojo en un teatro, donde todas las chicas trabajaban vestidas de negro. Hubo un montón de coincidencias, situaciones extrañas y de signos que me decían que ella era un demonio o que al menos no me convenía profundizar demasiado. Además ella estaba en pareja, pero mal. Todas las cosas que pueden hacer sufrir a un hombre, esta chica las tenía. Era muy atractiva y muy histérica y estaba mal, con problemas consigo misma. Pero bueno, yo me puse el traje de Superman y quise solucionarle la vida y el pasado y su infancia triste y todas esas boludeces que a veces hacemos los hombres y terminamos para la mierda. Y así fue que me enganché y le di todo e hice todos esos temas que nombro en “Insisto”: “Y qué más”. “Gris”. “Gris el cielo de tus ojos…” en realidad los tenía verdes pero yo soy daltónico así que pensé que los tenía grises. Un día la llamé cuando la reencontré después de esto que me dijo el psicólogo. Le dije “che, te escribí varios temas, no sé si escuchaste”. Ella se hacía la boluda: “ah, no, no sabía”. “Sí, uno que se llama ‘Gris’ y dice ‘el cielo de tus ojos’…”. “¡Pero mis ojos son verdes!” (risas) Ahí me enteré. Y bueno, así un montón de temas y ahora no sabía si estaba viva, si estaba muerta o si se había ido del país. Así que la busqué por Facebook y a la vez dije “tengo que hacerle un tema definitivo”, y así fue como salió “Insisto”.

Ciro insiste también con su carrera solista, que ya está construyendo a paso firme y sin límite aparente. “Creo que cada disco va a ser una nueva etapa e inevitablemente, así como iba cambiando la música de Los Piojos, irá cambiando también en un próximo disco. Hay cosas que siempre me gustaron y me van a seguir gustando, como el rock and roll y el blues. Y yo hago rock. No busco diferenciarme de nada, busco algo que me haga sentir bien. Si en un momento me aburre algo, cambiaré. Creo que hay ciertas cosas que uno mantiene en la vida, pero después aferrarse a determinadas cosas, estructuras y lugares también hace que tu vida se limite a eso. Como la película esa, “El gran pez”, que dice que el pez crece según el tamaño de la pecera”.

Entrevista publicada en la revista Rock Salta Nº 1, de mayo de 2011. 

Arte y contracultura

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(El artista y la obra. Foto: Facebook Rocambole)

Como una reactualización del famoso pozo común en el que Los Redondos recaudaron lo necesario para editar Gulp!, su disco debut, Ricardo Cohen reúne los fondos que servirán para publicar su libro "Rocambole, Arte, Diseño y Contracultura" a través de la web Panal de Ideas, un sitio de financiación colectiva de colaboración voluntaria.

“Nos pareció que el sistema de financiamiento previo era un formato adecuado para la idea de autogestión que siempre sobrevoló los emprendimientos en los que me he visto involucrado”, cuenta el propio Rocambole, desde su taller artístico, ubicado en la ciudad de La Plata. El artista es muy famoso dentro del ámbito del rock argentino por su trabajo visual junto a Patricio Rey (se encargó del arte de tapa de los discos, las entradas y los afiches del grupo) y, sin dudas, ese antecedente es el que motivó el apoyo inmediato que obtuvo el proyecto, que en dos semanas, mediante la colaboración de casi cien personas, ya alcanzaba el 70% de los $100.000,00 estipulados para poder hacerse realidad.

Pero la vida artística de Rocambole es mucho más que la publicada junto a la banda del Indio y Skay: abarca casi 45 años de historia en la que se mezclan las obras para PR, La Cofradía de la Flor Solar, Attaque 77 y otros grupos, con trabajos de diseño, educación, política y filosofía. De todo eso está armado el libro.

El libro recorre en 200 páginas toda la obra de Rocambole, que se despliega a través de textos propios, ilustraciones, pinturas, aerografías, bocetos, dibujos, gráfica, fotografías y material inédito.

Habrá invitados especiales que acompañarán los trabajos del artista con textos alusivos. Estarán dos infaltables que siempre acompañaron a Rocambole, como Skay Beilinson y la Negra Poli. También, el poeta Miguel Grinberg, su viejo compañero en La Cofradía. Además, su colega Miguel Rep, y otros como Miguel Cantilo, Horacio Fiebelkorn, Diego Boris, Natalia Famiuchi, Carlos Mammini y el periodista Oscar Jalil.

“Es un libro básicamente de imágenes. Para que no quedaran huérfanas entre las superficies blancas del papel, decidimos, con el equipo de producción, que habría algunos textos de amigos y/o compañeros de ruta, además de algunos pensamientos propios extraídos en gran parte de anteriores notas y recuerdos escritos en libretas”, amplía Rocambole.

En el sitio de Panal de Ideas (panaldeideas.com), se explica el contenido del proyecto y se presentan once “recompensas” para los que colaboren con su dinero. La más accesible, de $300, es la que le ofrece al interesado un ejemplar del libro más una mención en su interior. A medida que sube la cantidad de pesos aportados, crece el premio. Así, hay combos de hasta diez mil pesos. Algunas son limitadas, dependiendo de lo que se entrega a cambio.

(Foto de Lulú Scalise)

Curiosamente, la recompensa más alta fue una de las primeras en agotarse. Se trataba de un ejemplar del libro, otro en formato premium (tapa dura, tela de encuadernación, pack contenedor rígido), mención como colaborador y el único ejemplar disponible de la escultura de Luzbelito, que ilustraba la mítica tapa redonda de 1996. El demonio que protagonizaba el disco conceptual de Patricio Rey siempre fue una pieza de colección para el fanático profundo de Los Redondos. Hasta fue noticia cuando se lo robaron de una muestra que realizó Rocambole en el Museo de Bellas Artes de La Plata, en 1996 (posteriormente fue recuperado). “De veinte copias exactas que hice cuando recuperé el original sólo quedaba ésta que se ofreció ahora”, cuenta el Mono, y, por su significado y la velocidad con la que se la llevaron (esta vez pagando), queda flotando en el aire la sensación que era una obra que valía mucho más.

“He tratado de no vender o regalar aquellos trabajos que por su vinculación al fenómeno redondo podríamos considerar históricos. De todas maneras conservo pocos originales. El tiempo y sucesivas mudanzas han dado buena cuenta de algunos”, cuenta Rocambole, y agrega que la fama de sus obras no las hace mejores que el resto que no gozan de tanta popularidad: “La repercusión nunca fue una cuestión que me preocupara demasiado. Tuve la suerte de que mis ideas visuales se difundieran de una manera desmedida por estar asociadas a un fenómeno de masas. A toda mi producción, sea vinculada a la gráfica musical o no, siempre le puse el mismo cuidado o dedicación. Creo que eso podrá, en alguno de sus aspectos, comprobarse en las imágenes del libro.”

(Luzbelito. Atrás, el creador. Foto: Lina Urival)

En Rocambole, Arte, Diseño y Contracultura estarán presentes esas imágenes que hoy están plasmadas en remeras, banderas, paredes y pieles de todo el país. Desde el legendario hombre de las cadenas, pasando por el Goya intervenido de Bang! Bang! Estás liquidado, la tapa de Oktubre y hasta afiches de todas las épocas: de los bares a los estadios. Trabajos que fueron realizados en pleno avance de los Redondos, controlados bajo el famoso monóculo del Indio, conocido por ser un hombre que “mete la cuchara” en todas las facetas de la obra. Con todo, Rocambole asegura que siempre aportó sin presiones: “En algunos trabajos se ha intentado seguir algunas líneas propuestas por Solari en reuniones que se realizaban con ese fin. De todas maneras yo trabajaba con absoluta libertad y con la certeza de que el lenguaje visual terminaría de redondear la idea”, explica.

Mientras anticipa que luego de éste libro probablemente llegue otro, de historietas, Rocambole analiza sus décadas de artista y revela que para él, obra y vida son la misma cosa: “El hecho de que por un camino indirecto e inesperado haya alcanzado una notable vejez es para mí fuente de cierta confortabilidad mental. No sé si pude lograr ser mejor artista, pero aspiraría a haber logrado ser mejor persona.”

Nota escrita en noviembre de 2014 para la revista Mavirock.

El barro se hace cruel

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(El puente Méndez Casariego. Foto: Jerónimo Fernández) 

Lo que pasó el 12 de abril en Gualeguaychú puede verse de dos maneras. Un concierto con entradas carísimas para los estándares del rock vernáculo ($400 en puerta), barro que molestó mucho y un casi anciano millonario que se llenó de (más) guita sin pagar impuestos ni cuidar a su multitudinario público. O como el triunfo de una idea que durante años fue perseguida, al punto de ser prohibida en 1997. En realidad, se trata de una mezcla de ambas cosas. Arrastrando la mística de Los Redondos, el Indio Solari batió su propio record, convocó a 170 mil personas (!) en el Hipódromo de la ciudad entrerriana, presentó su nuevo disco, Pajaritos, bravos muchachitos, tocó pocas canciones de Patricio Rey y se reencontró con casi todos sus ex compañeros de banda. Lo hizo con un show de primer nivel mundial que tuvo una gran falencia, en medio de un fenómeno sociocultural casi inmanejable que hace que todo se desborde.

Un par de días antes del recital, el guitarrista Gaspar Benegas advertía desde Twitter: “Lleven botas de goma”. Había llovido muchísimo durante la semana previa y circulaban fotografías mostrando el pésimo estado del terreno del Hipódromo. El viernes 11, tras algunos días despejados, el agua volvió, empeorando la situación. El sábado 12, la ciudad amaneció fresca y soleada. Desde muy temprano, la caravana de autos, combis, colectivos, motos y gente de a pie comenzó a poblar la capital nacional del carnaval.

En diciembre de 2012, Gualeguaychú se había conmovido por las 35 mil personas que habían acompañado a La Renga en el Corsódromo. Esta vez, todo era mucho más grande: no había alojamiento disponible, los celulares no funcionaban. El puente Méndez Casariego debió ser cortado al tránsito para que circulara la gran masa de público que iba y venía desde el camping hasta la costanera, y de allí hasta la zona del Hipódromo. Como siempre, se armó una gran fiesta popular en las calles. Cada pocos metros sonaban canciones de Los Redondos o el Indio. Varias bandas actuaban gratis. Se vendían desde remeras hasta libros. El alcohol circulaba a la misma velocidad que el fuerte viento que soplaba. Y todos estaban felices, sin disturbios. A diferencia de los tumultuosos años ricoteros, la policía no provocaba ni repartía palos. Esta vez hacía lo que debía: ayudaba, cuidaba a la gente. Ahí está el mayor triunfo de lo que muchos ven como una simple moda: una idea que nació durante la dictadura, autogestionada, que recibió estigmas sociales en los 90, hoy es algo aceptado por todos, que lo llena de plata al Indio, pero también da laburo a muchísima gente y provoca emoción en miles de personas con una obra que se mantiene digna.

Pasadas las diez de la noche, el concierto arrancó con “Nike es la cultura”, la primera canción de El tesoro de los inocentes (2004), el debut solista del Indio. La gente respondió inmediatamente, estalló en un coro cebado por la clásica intro de todos los shows. A Solari se lo veía entero, sin padecimientos como en septiembre pasado, en Mendoza, cuando se quejaba del frío a cada rato. Cantó mucho mejor que en aquella ocasión, pero su voz fue decayendo a medida que la noche avanzaba. Además, sufrió algunos problemas con el retorno. Entraba a destiempo, se perdía o directamente no cantaba los primeros versos, esperando una señal para acomodarse. Generalmente, el Indio abre los recitales de presentación de un álbum con la canción inicial del disco en cuestión. Esta vez no fue así. El tercer lugar en la lista para “A los pájaros que cantan sobre las selvas de internet” fue probablemente para tener “la gola” caliente. Es un tema que exige mucho al Indio, lo hace ir alto, como su leyenda, y él reconoció que no practica antes de salir a escena. Fue una buena decisión.

El resto de la lista varió respecto a los últimos conciertos. Por primera vez faltaron “Juguetes perdidos” y “Pabellón séptimo”. Además, aparecieron perlas poco difundidas como “Mi caramel machiato” y “Unos pocos peligros sensatos”. Como siempre, Los Fundamentalistas del Aire Acondicionado se apropiaron del escenario y sonaron ajustados, reproduciendo de manera fiel las capas de sonido con las que el Indio construye sus discos solistas. Sin dudas, Baltasar Comotto se destaca en la banda, aunque a veces su virtuosismo le juegue en contra: por momentos se prende fuego de manera excesiva, podría bajar dos cambios. Las canciones de Pajaritos…se acomodaron muy bien al resto del repertorio. La gente coreó a rabiar los caños de “Chau mohicano”, acompañó la hermosa “Había una vez” y “A la luz de la luna” convenció con su gran riff.

Cómodo y feliz, Solari le cedió su lugar a Deborah Dixon para una soberbia versión de “Blues de la libertad” (todo bien, pero en ese momento era una banda de covers). Luego “tres queridísimos amigos de todos nosotros”, Semilla Bucciarelli, Sergio Dawi y Walter Sidotti, aparecieron en el escenario para desatar como nunca el cantito “sólo te pido que se vuelvan a juntar” y recrear “La pajarita pechiblanca” (que no tiene guitarra, todo un mensaje) y dos clásicos ricoteros: “Ya nadie va a escuchar tu remera” y el inédito y poco coreado “Nene nena”, con letra modificada.

Tras el enorme e indestructible “Todo un palo”, llegó el pogo más grande del universo con “Jijiji”. Es inevitable esa canción, agranda el combo, es parte de lo que quieren vivir los que asisten a los shows del Indio. Pero la falta de sorpresa es hermana del aburrimiento, y eso pasa cuando ese tema siempre es utilizado para cerrar la noche. ¿Por qué no “Jijiji” a la mitad? ¿Nada es digno de sonar después? De todas maneras, no hubo mucho pogo y la culpa la tuvo el barro. Era tanto que atrapaba los pies, no dejaba moverse. Parecían arenas movedizas. El público se hundía, se sentía pequeño. Todos eran Atreyu en La Historia sin Fin. Las zapatillas eran el caballo yéndose al fondo sin remedio. Los más suertudos sólo mancharon sus calzados. Los desafortunados se embarraron para siempre, conocieron el frío de los charcos gigantes y el castigo del viento posterior. Solari podría invertir en algo para cubrir el campo. 30 millones de pesos de ganancia en una noche lo avalan.

La salida fue lenta y tranquila. Los precios de las remeras bajaron y la gente buscó refugio y comida. Al poco tiempo, algunos edificios y casas de la ciudad, que reposa sobre el río Uruguay, se quedaron sin agua. Había mucho por limpiar.

Se dijo arriba: "La memoria es el único paraíso del que no nos pueden expulsar"
Se dijo abajo: “¡Estoy 20 centímetros enterrado!”
Porcentaje de minitas: 30% (¿Qué pasó Taka Taka?) 
Porcentaje de chabones: 70%
Nivel de pogo del 1 al 10: 3 (el barro complicó) 
Antidoping: 10 

Crónica del concierto del Indio Solari en Gualeguaychú, publicada en la revista Soy Rock en mayo de 2014. 

#50AñosDeRockArgentino - Aunque me fuercen

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(Placard. Foto: Lucía Salotto) 

En febrero, Charly García dijo: "El estado musical argentino da lástima. Prendés la tele y es horrible, tanto líricamente, musicalmente e ideológicamente". Esto se suma a lo que había declarado hace algunos años, cuando aseguró que el rock argentino actual le parecía "una garcha atómica".

En 2012, Alejandro Medina, ex bajista de Manal, dijo: "Al rock argentino lo han matado. Casi no existe más. Está dominado por los sellos y las productoras. El que no entra en ésa se queda aislado. No se puede notar si hay evolución en el rock porque siempre son los mismos y en la mayoría de los casos suelen hacer siempre lo mismo. Mientras tanto los pioneros y los talentosos van muriendo, están mal o directamente se retiran".

En marzo, Billy Bond se hizo eco de lo que había dicho Charly unos días antes y salió a preguntar qué había pasado con todo lo que ellos le habían dado al querido rock argento.

Gracias a esas declaraciones, y a una terrible paja para buscar cosas nuevas, un montón de gente se puso a opinar parecido. Dicen que no hay nada bueno para escuchar en estos años, que lo de antes era diez millones de veces mejor y que basta encender la radio para comprobarlo.

Bueno, yo creo que Charly García, Alejandro Medina, Billy Bond y todos los que se cuelgan de sus opiniones no escuchan un disco nuevo desde 1991 y no van a ver grupos en vivo desde 1978.

El rock argentino de estos años no es La Beriso, Las Pastillas, Don Osvaldo o Salta La Banca. Tampoco el Indio, Ciro ni La Renga. Todo eso forma parte de otra época. Remite a la cultura de los noventa, que surgió en un país y un contexto distintos a los de hoy.

El rock argentino de estos años va por otros caminos. No suena en todas las radios. Hace de la independencia y la autogestión una bandera. Casi no aparece en los principales medios ni participa de los festivales grandes en horario central. Además, está cada vez más desarrollado en todas las provincias, algo que dejamos pasar por la eterna tendencia a dar bola solamente a lo que mandan desde Buenos Aires.

Me puse a hacer una lista de grupos y solistas que representen el rock argentino de estos años. Escribí nombres que desde el 2005 para acá valen la pena ser escuchados. Imaginate todos los que me olvidé o los que directamente no conozco.

Por eso, en estos cincuenta años de rock argentino, quiero saludar, homenajear y agradecer a Spinetta, Moris, Nebbia, García, Gabis, Martínez, Napolitano, Tanguito, Lernoud, Abuelo, Prodan, Solari, Beilinson, Cerati, Mollo, Daffunchio, Molinari, Soulé, Chizzo y muchos más, pero quiero abrazar a El mató a un policía motorizado, La Perla Irregular, Pels, Los Espíritus, Los Antiguos, Guauchos, Sig Ragga, Neto Kuera, Senegal Grindcore Mafia, Un día perfecto para el pez banana, Perro Ciego, La Yugular, Utopians, Las Diferencias, Bort, Sur Oculto, Lisandro Aristimuño, Morbo y Mambo, Octafonic, Eruca Sativa, Humo del Cairo, Satan Dealers, Sambara, Julieta y Los Espíritus, Mariana Paraway, Alem, Anticasper, Placard, El Perrodiablo, Lenoise, Mi amigo invencible, Fede Cabral, Sue Mon Mont, Los rusos hijos de puta, Banda de la muerte, Mutantes del Paraná, Valle de Muñecas, Pez, Rayos Láser, Yataians, Jimena López Chaplin, Fantasmagoria, Acorazado Potemkin, Las Bodas Químicas, Atrás Hay Truenos, Lucio Mantel, Marcelo Ezquiaga, Pablo Dacal, Florencia Ruiz, El Estrellero, Shaman y Los Pilares de la Creación, Poseidótica, Los reyes del falsete, The Tormentos, Banda de Turistas, Bestia Bebé, Valentín y los Volcanes, Arraigo, Fútbol, Chinelas Persas, The Otherness, El Siempreterno, La buena violencia de la mente, Transmisión, Bicicletas, Marina Fages, Ararat, Científicos del Palo, Benito Malacalza & La Benibanda, Dragonauta, The Ovnis, Flopa, Las Armas Bs.As., Alfonso Barbieri, Bosques de Groenlandia, Norma, El atolón de Funafuti, Juan Ravioli, La patrulla espacial, Random, Les Mentettes, Nikita Nipone, Ensamble Peripecia, Superlasciva, Maxi Prietto, Lucio Mantel,,Leo García, Palo y La Hermandad, Lucas Martí, Sick Porky, Gabo Ferro, Juana Molina, Diosque, Thes Siniestros, Manuel Moretti, Luciana Tagliapietra, Superchería, LaForma, El barco del abuelo, Nomad.

A los que están en estos años y a los que vendrán.

#50AñosDeRockArgentino - Diez libros

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1 - Miguel Grinberg - Cómo vino la mano  (1977)
Un clásico eterno que hasta hace no muchos años era una de las pocas publicaciones dedicadas a los “orígenes del rock argentino”, tal como reza en su portada. Existen muchas ediciones pero la más reciente es la de Gourmet Musical, que además de incluir las entrevistas a Spinetta, Nebbia, Charly, Gieco, Moris, Gabis, Santaolalla, Lernoud y Jorge Álvarez, trae otras con Miguel Cantilo y Rodolfo García, fotos, textos inéditos y un apéndice con artículos de Grinberg publicados en la década del setenta.


2 - Juanjo Carmona - El paladín de la libertad (2005)
La biografía de Miguel Ángel Peralta va a fondo y logra describir todas las facetas y etapas de la vida del cantante de Los Abuelos de la Nada. Desde sus inicios de poeta ingenuo (una vez recitó un poema de“Equiáspere” en lugar de Shakespeare y se le cagaron de risa) hasta los días de arte, marginalidad y cárcel en Europa y la última etapa en Argentina, llena de música, estrellato, decadencia y dignidad. Difícil de conseguir en librerías.


3 - Gloria Guerrero - La historia del palo (1995)
Este “diario del rock argentino” es un compilado de los artículos que la periodista publicó en la revista Humor entre 1981 y 1994. Es un claro reflejo de cómo el incipiente y ninguneado movimiento dejó el amateurismo, triunfó en todo el continente y se volvió súper profesional. Aparecen todos los protagonistas de una etapa clave. Hoy está agotadísimo.



4 - Eduardo Berti - Crónica e iluminaciones (1988)
Durante años descatalogado por pedido de Spinetta, este libro esencial se reeditó, ampliado, en 2014. Se trata de un interrogatorio de fan minucioso a un tipo que nunca fue de explicar demasiado su obra. El resultado es una charla muy larga y reveladora del pensamiento del músico. En 2006 apareció Martropía, de Juan Carlos Diez, otro libro de estructura similar. Es bueno tener ambos para comparar al Luis Alberto de los ochenta con el que estaba cerca de cumplir sesenta años.



5 - Nicolás Igarzabal - Cemento, el semillero del rock (2015)
Colega, amigo y alguna vez colaborador de este blog, el ex Espiritu Rock se despacha con un libro buenísimo sobre todo lo que ocurrió en el histórico local de Omar Chabán. Aparecen (casi) todos. Las historias que se relatan ayudan a entender a varias generaciones. Editó Gourmet Musical, que ha publicado los trabajos más interesantes sobre rock argentino en los últimos años.


6 - Varios - Esto es una escena (2016, compilado por Juan Manuel Pairone) 
Unos veinte periodistas, escritores y artistas de Córdoba retratan en diferentes textos la movida del rock de esa provincia. El libro pretende “una reflexión colectiva sobre la producción cultural en la región”. Se consigue en este link.


7 - Litto Nebbia - Una mirada (2004)
En cualquier entrevista se nota que a Litto Nebbia le encanta hablar. Lo hace con una gran predisposición, opina con mucho conocimiento sobre música en general y matiza con anécdotas personales que suelen ser muy jugosas. Todo eso está en este libro, escrito por el propio músico.
En pequeños textos, Nebbia recorre su vida como artista, cuenta su experiencia en el exilio, agrega un par de episodios memorables y reflexiona sobre música y cine. El libro trae un CD con canciones inéditas.


8 - Historia del rock en Argentina - Marcelo Fernández Bitar (1987)
Si bien incompleto (falta la historia del rock de las provincias), el trabajo de Fernández Bitar es indispensable para cualquiera que esté interesado en el rock argentino. Apareció por primera vez a mediados de los ochenta y fue ampliándose en diversas oportunidades. La última y definitiva salió el año pasado. Para tener siempre a mano y discutir ñoñadas.


9 - Carlos Polimeni - Luca, un ciego guiando a los ciegos (1993)
Este libro sobre Luca fue la biblia del fan de Sumo durante décadas. Reeditado en 2006, el trabajo mezcla entrevistas a Prodan con la historia del músico, especialmente la de sus años en Buenos Aires. Polimeni recoge los testimonios de los quinieleros que invitaban a Luca a comer milanesas, describió la habitación de su pensión de San Telmo y aportó mucho para crear el mito. En 2015, el libro Luca: libertad divino tesoro, de Oscar Jalil, completó los huecos que faltaban.


10 - Ezequiel Abalos - Rock de acá (1995)
La primera edición de este trabajo excelente apareció a mediados de los noventa. Se amplió y cambió de nombre pero nunca dejó de ser indispensable. Las ediciones más recientes, surgidas en 2009, traen, además, CDs con los audios de todas las notas. Horas y horas de músicos relatando en primera persona sus vivencias. Un laburo descomunal que promete seguir ampliándose.

Para más información, este blog recomienda visitar el sitio Los Libros del Rock Argentino.

#50AñosDeRockArgentino - Un relato parcial

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(Los Thunders, salteños pioneros)

Todavía no se conoce la historia completa del rock argentino. Lo que sabemos se limita a la conexión Rosario-Buenos Aires-La Plata, que sirve como versión oficial de un movimiento que se extiende a todo el país.

El rock argentino de las provincias todavía no ha sido contado. Hay muchísimas historias y grupos por descubrir. Falta, especialmente, una historia unificada. Un relato que abarque todo lo que pasó desde mediados de los sesenta hasta nuestros días. Que ponga en el mapa a bandas, músicos, poetas, público, escenarios y leyendas de cada lugar.

¿“Rebelde” es la primera canción del rock argentino? En Córdoba, el documental Radio Roquen Roll cuestiona esa teoría. Habla de un movimiento provincial originado en 1963, previo a Los Beatniks. Como la historia de Los Thunders, un grupo salteño formado en 1965 que giró con éxito por Tucumán, Jujuy y Bolivia y que en 1969 grabó un simple doble de cuatro temas en el que se encuentra la inédita e inhallable “El OVNI”.

Si la historia del rock en las provincias no fuera extensa no existirían tantas bandas como las que participan del excelente festival correntino Taragüi Rock, que todos los años, durante tres días, ofrece un gran escenario a músicos de la región noreste. Sólo el año pasado se inscribieron 130 grupos. Sobre el Anfiteatro Cocomarola se perciben las influencias de la zona, ineludibles para la mayoría. Como les sucede a los misioneros Neto, que desde la Triple Frontera bailan “el ritual del litoral”.



Para la historia oficial, las bandas de rock surgidas en las provincias parecieran casos aislados, excepciones que surgieron de la nada, como Los Enanitos Verdes. “Lamento boliviano”, uno de los mayores hits del trío, es la versión de una canción de Alcohol Etílico, otra banda mendocina, que la grabó y publicó en 1986.

Pero sí hay un legado. Existe en Santa Fe, Tucumán, Neuquén, Entre Ríos, Chaco, Santiago del Estero, San Juan, Tierra del Fuego y en cualquier otra provincia. Incluso existen diferencias entre escenas vecinas. El rock de cada ciudad puede ser parecido al que se hace a mil kilómetros de distancia y diferente al de la ciudad más cercana. Porque se alimenta de lo global y de lo cotidiano. Porque el rock, desde el inicio de los tiempos, al menos los tiempos oficiales, habló de rebeldía y pintó la aldea. Así, en el rock de Chilecito está el Famatina, en el de Tartagal hay frontera cercana, y ninguno representa al de sus capitales.

Hoy, las escenas de rock de las provincias gozan de un salto de calidad que los ha hecho crecer pero todavía sufren los padecimientos del amateurismo. Sin embargo, les alcanza para formar parte de la reinvención de todo el rock argentino, que apunta hacia los movimientos independientes y comienza a conformar una red federal de grupos difundidos de manera online gracias a proyectos propios. El año pasado, la Guía REC calculó más de cuarenta sellos de gestión colectiva que engloban más de 300 proyectos en todo el país.

El rock de las provincias no tiene continuidad, le falta público, prensa y no goza de muchos espacios para tocar. Todavía pesa la versión oficial que dice que todo se consagra en Buenos Aires. Integrar sus historias a la Gran Historia puede ser una manera de sacarlo del olvido.

#50AñosDeRockArgentino - Diez discos

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1 - Almafuerte - A Fondo Blanco (1999)
¿El mejor disco de Almafuerte? De entrada, Iorio te dice que va a visitar al gaucho Augusto Romero, en Entre Ríos, y te marca la cancha: metal pesado de tierra adentro que incluye algunos de los más grandes clásicos de la banda (“A vos amigo”, “Convide rutero”, “El visitante”). La declaración de principios de “Aguante Bonavena” se sigue destacando en los recitales del grupo. El público lo canta a los gritos, Iorio se golpea el pecho. Sí, el mejor disco de Almafuerte.


2 - Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota - Luzbelito (1996)
La idea era hacer un compilado de inéditos para la monada, pero pintó otra. Tras el aguerrido y crudo doble Lobo suelto, cordero atado, los Redondos tenían todo listo para cumplir el sueño del ricotero extremo que empezaba a gestarse por esos años y que todavía hoy anhela descubrir esas grabaciones, ver los famosos videos y presenciar la reunión multitudinaria. Iba a ser un álbum que resumiera shows en lugares pequeños repletos de humedad, entre monólogos, mujeres desnudas y vanguardia artística. Pero el espíritu inquieto de Patricio Rey todavía estaba vivo en 1996, así que a Solari se le chifló el moño y decidió edificar una historia infernal sobre el diablo Luzbelito, que pierde con Dios. A la mierda con las grabaciones vendehumo, dale para adelante con el mejor disco de la banda.

Rock oscuro, de guitarras profundas e influencias variadas, Luzbelito se alimenta de distintas etapas del grupo para formar algo único.

Fragmento de un texto publicado originalmente en Los 109 discos del rock argentino de La Música es del Aire. 


3 - Los Visitantes - Maderita (1996)
Maderita es uno de los trabajos de culto de la década del 90. Disco alegre, hippie, biblia hipster, plagado de hits de trinchera ("Estaré", "Bi bap um dera", "Tapa de los sesos", "Sapo sapo") que sirvieron para musicalizar desde un bar progre de los años previos a Acá Sí Que No Se Coge hasta Videomatch. Rock, candombe, reggae, aires tangueros: Los Visitantes tenían tanto para dar que todavía no terminaron de impactar del todo.

Fragmento de un texto publicado originalmente en Los 109 discos del rock argentino de La Música es del Aire


4 - Luca Prodan - Time Fate Love (1996)
Y entonces te das cuenta de que “Mañana en el Abasto” no era sólo el resultado de la adaptación de Luca a Buenos Aires, sino la salida del closet de una faceta de cantautor sensible que en Sumo estaba casi escondida. Sólo los que tenían el casete de Corpiños en la madrugada habían percibido (en “Warm Mist”) una pizca del Prodan melancólico.

Time Fate Love, compilado de grabaciones caseras hechas por Luca, Germán Daffunchio, Alejandro Sokol y Stephanie Nuttal en Córdoba en 1981, es un lado B tan impactante que se convierte en la cara principal del mito. Sin dudas, Luca estaba más cerca del tipo que cantaba “engañen a la muerte y consigan una mujer” que del agreta que bardeaba conchetos del barrio porteño de Belgrano.


5 - Charly García - Parte de la religión (1987)
Qué difícil ser Charly García y tener que grabar un disco después de haber pegado una seguidilla histórica como Yendo de la cama al living, Clics Modernos y Piano Bar. ¿Qué hay que hacer en esos casos? Pues no bajar el nivel, claro.

En Parte de la religión, García suena rockero y pop, guitarrero y etéreo. Flashea con espejos y habla del Raid. Canta mejor que nunca, se pone a zapar con los Paralamas, da su versión del proyecto trunco con Spinetta y chorea sin problemas para cerrar el disco de manera brillante en “La ruta del tentempié”.


6 - Luis Alberto Spinetta - Un mañana (2008)
Canciones que podrían servir para musicalizar el noticiero. O Spinetta maduro, mínimo y genial en el último disco de su carrera. Rodeado de músicos jóvenes, virtuosos y con mugre encima, el Flaco eleva su propia vara, supera a Pan y entrega el mejor disco desde el doble de 1997 con los Socios del Desierto.

“Tu vuelo al fin”, “Mi elemento”, “Hiedra al sol” y “La mendiga” son apenas cuatro que sobresalen. En realidad, todas las canciones están a la altura de la leyenda.


7 - María Gabriela Epumer - Perfume (2000)
La pregunta es qué hubiese pasado con María Gabriela Epumer si no hubiera fallecido. ¿Sería, como Juana Molina o Aristimuño, una cantautora pop elogiada de manera unánime? Este disco permite pensar que sí.

Rodeada de pesos pesados (Garcia, Páez, Fripp), Epumer entrega un disco que no necesitaba invitados. La primera canción ya alcanza para comprobarlo. María Gabriela canta de manera intensa, como si mirara a los ojos al deseo.


8 - La Mississippi - Bagayo (1995)
Buenos Aires siempre fue blusera, pero durante el menemismo vivió un boom. Casi todos los referentes del género llegaron a la ciudad para tocar en vivo. Era lógico que en ese contexto se publicaran grandes álbumes, deudores del blues original y de la rama porteña de Manal, Pappo y Memphis. La Mississippi es la cuarta pata de la mesa. Este es su trabajo más celebrado.


9 - Pez - Hoy (2006)
El grupo venía de un disco demencial como Folklore (2004) y de un doble en vivo eléctrico e intenso. La carrera de Pez enseñó que cada trabajo funciona como oposición al anterior. Era de esperar un álbum acústico.

Hoy tiene letras de Fabián Casas que remiten a su libro Los Lemmings y encuentra a Pez en formación de cuarteto relajado. “Bettie al desierto”, “Toda la mañana”, “Difícil de conseguir” y “El viaje” son algunas de las canciones destacadas de un disco que volvió a sonar en vivo con frecuencia en la etapa 2016 de la banda, que transita por un camino similar.



10 - Litto Nebbia - Melopea (1974)
“La ventana sin cancel” dura menos de dos minutos, abre un disco de corte folk jazzrockero, pero, como decía Roberto Arlt, encierra la violencia de un cross a la mandíbula que muchas bandas de punk o metal quisieran transmitir.

Nebbia ya tenía rodaje con el baterista Néstor Astarita y el bajista Jorge González desde el álbum anterior, Muerte en la catedral. En Melopea, Litto musicaliza los poemas de Mirtha Defilpo y da forma a su disco más emblemático. Literalmente, el que engloba a todos los demás con el sello independiente del mismo nombre.

#50AñosDeRockArgentino - Cincuenta canciones

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Antes del principio: Los Gatos Salvajes - “La Respuesta” (1965)
Un Litto Nebbia adolescente calienta motores y lidera la canción emblemática del protorock argentino. También es la que divide aguas: muchos la consideran el comienzo del género en nuestro país.
               
                   

1 - Los Beatniks - “Rebelde” (1966)
La verdadera patada inicial. La letra, hoy ingenua e inofensiva, muestra la necesidad de un cambio y un rumbo propio para una generación que quería diferenciarse de sus padres y naufragar, transitar por un caminito al costado del mundo

                 .

2 - Los Gatos - “Cuando llegue el año 2000” (1968)
Tras el mega hit “La balsa”, Litto Nebbia se suelta y compone una canción psicodélica y espacial de corte futurista que aún hoy sorprende.

                

3 - Los Abuelos de la Nada - “Diana divaga” (1968)
Miguel Ángel Peralta da sus primeros pasos y junto a Pipo Lernoud dan forma a la historia de la niña que besa las flores, saluda a los pájaros y canta. Podría haber formado parte del repertorio del Pink Floyd de Barrett. En la foto del simple aparece Pappo, pero el guitarrista es Claudio Gabis.

                   

4 - Manal - “No pibe” (1969)
Uno de los primeros simples del trío de Javier Martínez, Claudio Gabis y Alejandro Medina. Casi un manifiesto, esta canción debería enseñarse en las escuelas. Décadas más tarde, Korneta Suárez escribió una declaración de principios similar en “Cuídate del mundo”.
 
                  

5 - Moris - “Ayer nomás” (1970)
Pipo Lernoud escribió una letra pesimista que no fue aceptada por RCA cuando Los Gatos grabaron esta canción como lado B de “La Balsa”. La banda de Litto Nebbia finalmente registró una versión edulcorada. Tres años después, Moris debutó como solista y puso las cosas en su lugar.

                 

6 - Vox Dei - “Génesis” (1971)
La primera ópera rock del país vino con certificación eclesiástica y se convirtió en mito. Entre sus canciones sobresale esta pieza que luego versionaron artistas estéticamente opuestos como Soda Stereo y La Renga.

              

7 - Billy Bond y La Pesada del Rock and Roll - “Cada día somos más” (1971)
El título resume la bola de nieve imparable que siempre fue el rock argentino. En su disco debut, el Bondo reunió a pesos pesadísimos como Spinetta, Pappo, David Lebón, Javier Martínez, Pomo, Black Amaya y Vitico, que, sin embargo, en esos años eran adolescentes que estaban haciendo historia y no lo sabían.

              

8 - Aquelarre - “Canto, desde el fondo de las ruinas” (1972)
Almendra se separó pero sus integrantes todavía tenían mucho para decir. Mientras Spinetta formaba Pescado Rabioso y Edelmiro Molinari ideaba Color Humano, Emilio del Guercio y Rodolfo García se unían a Héctor Starc y Hugo González Neira para llevar adelante a una banda que todavía hoy exige una reivindicación.

               

9 - Pescado Rabioso - “Post-crucifixión” (1972)
Para muchos, el riff del rock argentino. Spinetta, separado de la muchacha ojos de papel e inspirado en Zeppelin y Purple dio vida a su proyecto más eléctrico y rockero. El más celebrado por las huestes.

               

10 - Pappo’s Blues - “Caras en el parque” (1973)
Volumen III, el mejor disco de Pappo, es una selección de canciones inapelables que pelean entre sí para llevarse el primer puesto de un ranking de excelencia. A la par de dos bestias como Pomo Lorenzo y Machi Rufino, el Carpo entrega un solo de guitarra brillante. Uno más.

               

11 - León Gieco - “En el país de la libertad” (1973)
El ex integrante del desconocido grupo santafesino Los Nocheros, Raúl Alberto Gieco, debutó discográficamente después de haber sorteado con éxito la tentación de grabar las canciones comerciales que le proponía la compañía. El disco comenzaba con esta pieza hippie folk que treinta años después musicalizó un aviso de Telefónica, que pagó la guita suficiente para comprar un equipo que fue a parar al Hospital Garrahan.

                

12 - David Lebón - “Hombre de mala sangre” (1973)
Baterista, bajista, tecladista, guitarrista y exquisito cantante. David Lebón jugaba en todos los puestos del rock argentino. Coqueteaba con los pesados de Billy Bond y los blandos folkies. Su excelente debut, compuesto en colaboración con Liliana Lagardé, muestra todas esas influencias.

               

13 - Color Humano - “Cosas rústicas” (1974)
El segundo disco de Color Humano fue doble pero se vendió por separado. Así, el “Volumen III” salió cuando la banda ya estaba a punto de separarse. El álbum contenía esta joya que también aparece en la película Rock hasta que se ponga el sol.

               

14 - Sui Generis - Pequeñas delicias de la vida conyugal (1974) 
Charly García ya no entraba en el traje de músico folk adolescente. El tercer disco de Sui Generis lo demuestra: rock progresivo y letras censuradas dieron forma al mejor trabajo de su carrera hasta esa fecha. La horrorosa ese de más en la letra (“¿Cuántas calles bajastes antes de llegar?”) no la opaca.

             

15 - Miguel Abuelo - “Estoy aquí parado, sentado y acostado” (1975)
El músico más extravagante del rock argentino tenía que tener un debut discográfico acorde a su destino. Financiado por un millonario, grabado en Francia y por décadas sin publicación oficial en Argentina, Miguel Abuelo et Nada es un trabajo memorable que mezcla rock progresivo, folk, psicodelia y parte de la mejor poesía que dio la escena nacional.

                

16 - Invisible - “Los libros de la buena memoria” (1976)
El último disco de la banda, en ese momento, un cuarteto, incluye varias canciones que terminarían siendo de las más celebradas del catálogo spinetteano. Esta balada etílica es una de las más celebradas.

                 

17 - Seru Giran - “Eiti Leda” (1978)
El tercer proyecto profesional de Charly García profundiza su pasión por el rock progresivo y comienza con una canción compuesta originalmente para Ha Sido, el disco de Sui Generis que nunca se concretó. Es apenas el inicio de una discografía que se superó en cada paso.

                

18 - Miguel Cantilo y Punch - “Adonde quiera que voy” (1980)
"Todavía hay que hacerle justicia a Manal, Miguel Cantilo y Litto Nebbia, que no tienen el reconocimiento masivo que merecen", dijo Alfredo Rosso en este mismo blog.

Después de haber sido ejemplo de hippie comunitario, Cantilo se adaptó a la new wave y no convenció. Quizás su pecado haya sido haberlo hecho antes que el resto en nuestro país.

                

19 - Riff - “Mucho por hacer” (1981)
Pappo despedía su etapa blusera y levantaba las banderas del (incipiente) metal nacional. El Carpo, Vitico, Michel Peyronel y Boff parieron un disco clásico que se seguirá tocando en todos los tributos trasnochados de bares del palo.

               

20 - Gustavo Santaolalla - “Mamá, amigos, tengo una TV color” (1982)
El debut como solista de Gustavo Santaolalla marcó un quiebre respecto a Arco Iris. Fue un disco sorprendente y fresco, adaptado a la época. Instalado en Estados Unidos, el músico demostraba tener oído para los sonidos del momento, una faceta que explotaría como productor en la década siguiente.

                 

21 - Charly García - “Los dinosaurios” (1983)
Charly dijo que esta canción no fue inspirada en la dictadura militar que se terminaba mientras él estaba en Nueva York grabando su mejor disco. No importa. Será, para siempre, la que refleje el horror y el miedo vivido durante siete años.

                 

22 - Virus - “Sin disfraz” (1985)
Federico Moura dice que por un minuto abandona el frac, pero lo cierto es que Virus nunca deja la elegancia de lado en las ocho canciones de Locura. Este es el momento clave del disco: salida del closet y baile en el Hotel Savoy en plena madrugada de primavera alfonsinista.

               

23 - Sumo  - “Estallando desde el océano” (1986)
Para After Chabón, Luca Prodan estaba en picada imparable y sus compañeros de Sumo recién comenzaban a aceitarse. Iban a contramano, pero en algún momento se cruzaron: fue en el disco anterior, en esta canción, donde todos aportaron al mismo y alto nivel.

              

24 - Fito Páez - “Ambar violeta” (1987)
Perla escondida en el disco más oscuro e indeseado del rosarino. Una balada siniestra, el lado Z de la psicodelia circense de “Being for the Benefit of Mr. Kite!”. Música para calesitas merqueras y chicos con problemas.

                    

25 - Don Cornelio y la Zona - “Patearte hasta la muerte” (1988)
Después de un debut dark excelente y hitero, Palo Pandolfo y compañía se despiden del estudio con un álbum rabioso y enemigo de su antecesor. El título de esta canción resume bien el sentimiento.

                     

26 - Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota - “Rock para los dientes” (1989)
El mejor momento de Los Redondos fue la etapa 87 - 91. Los piratas de los conciertos lo demuestran. El disco ¡Bang! ¡Bang!... Estás liquidado se publicó tarde por falta de vinilo, pero las canciones siguen arriba de todo.

                     

27 - Soda Stereo - “De música ligera” (1990)
Canción Animal agrandó el éxito continental de Soda. El grupo sonaba en todas las ciudades. Tocaba en todos los países. Salía hasta en la tapa de la revista Billiken. “De música ligera” fue la bandera que lideró esa revolución.

                 

28 - Hermetica - “Gil trabajador” (1991)
Alguien dijo por ahí que el segundo trabajo de Hermética es el mejor disco que peor suena del rock argentino. En esta canción, Ricardo Iorio adapta el “Time” de Pink Floyd y habla de los obreros que viven sólo para cumplir con sus obligaciones. Una temática a la que regresaría en varias oportunidades.

                   

29 - Fito Páez - “Tumbas de la gloria” (1992)
A los 29 años, Fito Páez se convirtió en la máxima estrella del rock argentino. Hoy, El amor después del amor sigue en el primer puesto de los discos más vendidos del género, y el rosarino, que ya no brilla tanto, se asombra de esta canción. Nosotros también.

               

30 - 2 Minutos - “Ya no sos igual” (1994)
El Mosca no quiere saber nada con ser catalogado como el precursor del rock barrial. Lo cierto es que todo el disco Valentín Alsina anticipa lo que vendrá. Y esta canción hoy es himno y leyenda.

               

31 - Babasonicos - “Patinador sagrado” (1994)
El llamado Nuevo Rock Argentino que encabezaron Massacre, Los Brujos, Juana La Loca, Martes Menta y otros fue una revolución frustrada por la aparición del rock barrial, pero dejó discos ineludibles que impactaron a destiempo. Trance Zomba es uno de ellos. Esta canción tiene mucho que ver en el asunto.

                 

32 - Illya Kuryaki and The Valderramas - “Abarajame” (1995)
Toda la cultura clase B que habían consumido en la adolescencia que aún no se les terminaba les sirvió a Dante Spinetta y a Emmanuel Horvilleur para deformar esta canción hasta darle una personalidad reconocible que hoy ya es marca registrada. Nadie los pudo imitar.

               

33 - Los Fabulosos Cadillacs - “Surfer Calavera” (1997)
A comienzos de los noventa, nadie daba un peso por los Cadillacs, que pasaban vergüenza grabando cosas como “Sopa de caracol”. El crecimiento que vivieron desde entonces fue uno de los más notorios del rock argentino. Fabulosos Calavera no fue un éxito, pero sigue siendo de lo mejor que se editó en el país en los últimos veinte años. Cualquiera de sus canciones lo representa muy bien.

               

34 - Flema - “Nunca seré policía” (1997)
El otro ícono punk de los noventa también señala lo mal que está hacerse cana. Ricky Espinosa canta que nunca será policía de provincia ni de capital y da el mayor salto de su vida. El que lo convirtió en mito.

               

35 - La Renga - “El revelde” (1998)
El barrio llegó a Obras y el rock chabón a toda la Argentina. El menemismo liquidaba al país y una camada de músicos influenciados por Pappo, Luca y Los Redondos pregonaban la igualdad entre público y artistas. El inconformismo era una regla. Esta canción resume todo tan bien que se convirtió en cliché al poco tiempo.

            

36 - Andrés Calamaro - “No tan Buenos Aires” (1999)
Tóxico y despechado, Andrés Calamaro aprovecha la energía que da la tristeza de la que hablaba Osvaldo Soriano y vomita un álbum doble cargado de palabras y rimas urgentes muy influenciado por Bob Dylan. Esta bella canción abre el segundo disco.

               

37 - Flopa Manza Minimal - “Sonajeros” (2003)
Algunos discos funcionan como un faro que ilumina más allá de su propia intención. Este hermoso disco marcó el comienzo de una camada de cantautores que aún alimenta al movimiento. “Sonajeros” es una de las más lindas canciones del álbum. Y eso es decir mucho.

                 

38 - Callejeros - “Distinto” (2004)
La canción que cambió todo. La que sonaba el 30 de diciembre de 2004 en República Cromañón. La letra, hoy, aterroriza. Parece profética. Pero nadie pudo darse cuenta hasta que fue demasiado tarde.

                  

39 - Los Natas - “Humo negro del Vaticano” (2006)
Cuando apareció el disco El Hombre Montaña, el trío ya no era un grupo de culto casi desconocido, sino un grupo de culto casi desconocido que cada tanto aparecía en un megafestival y que para muchos era la mejor banda del rock argentino.

                 

40 - Gustavo Cerati - “Lago en el cielo” (2006)
Después de ser considerado un “viejo choto”, Cerati volvió al estrellato continental, esta vez por cuenta propia. Ahí Vamos impactó más que varios discos de Soda Stereo. El pulso rockero combinado con melodías pop fue la fórmula invencible. En esta canción, todo eso se percibe claramente.

               

41 - Massacre - “La reina de Marte” (2007)
El tardío éxito de Massacre trajo justicia a una banda que hasta entonces siempre había sido elogiada y nunca reconocida. Esta canción marcó el comienzo de una merecida nueva etapa para el grupo.

                

42 - Lisandro Aristimuño - “Algún lado” (2007)
Pocos artistas pueden ser catalogados como herederos de García, Spinetta, Páez y Gieco. Lisandro Aristimuño es uno de ellos. Para su tercer disco, su talento era indiscutible. Esta canción lo prueba.

                  

43 - P.e.l.s. - “Ingesta” (2009)
Uno de los mejores discos del rock argentino reciente es UGO. Allí se encuentra esta pequeña canción con destino de hit que nunca sonó en una radio. Los coros de Paz Villahoz, de Nikita Nipone, endulzan aún más esta perla “enamorada del amor”.

                

44 - Divididos - “Amapola del 66” (2010)
Difícil señalar lo más destacado de un grupo que sobresale del resto. Pero “Amapola del 66” pareciera condensar tres décadas de creación conjunta entre Ricardo Mollo y Diego Arnedo. Resume “el sueño del rock, esa ingenuidad” y eso la vuelve inolvidable.

              

45 - La Perla Irregular - “Guadalú” (2010)
El “éxito que no fue” más grande del rock argentino reciente. Esta canción llega para quedarse en los oídos de todos los que la escuchan. El problema es que no la escucha nadie.

             

46 - Valle de Muñecas - “Gotas en la frente” (2011)
Como decía, el rock argentino que mejor representa estos años exagera el caminito al costado del mundo y directamente no suena en las radios. “Gotas en la frente” forma parte de un disco memorable, que merece ser escuchado de principio a fin.

                 

47 - El mató a un policía motorizado - “Mujeres bellas y fuertes” (2012)
La Dinastía Scorpio, o lo más parecido a un retrato generacional del rock argentino reciente. El disco más certero de El mató, el que más prendió, y el que tiene las canciones que más trascendieron. Este tema, además, tiene un título que va muy bien con la época.

                 

48 - Guauchos - “Pago (por volver)” (2013)
El rock argentino de las provincias siempre corrió detrás del caballo del comisario porteño, pero empieza a reclamar su lugar. Los formoseños Guauchos se ponen al frente de esa camada con una música tan deudora de Cerati como de Peteco Carabajal.

               

49 - Los Random - “Mee Chango” (2014) 
El mejor disco del rock argentino 2014 fue tan tucumano como el Monumento al Sánguche de Milanesa, la achilata y el Payaso Tapalín. El ya extinto trío Los Random se une al ex Mars Volta Adrián Terrazas González para 17 minutos de demencia progresiva, free jazz y metal extremo.

             

50 - Pez - “Más música” (2016)
Pez adopta el logo de la revista Pelo, bautiza Rock Nacional a su último disco y, con o sin intención, resume cincuenta años en una canción. Especialmente cuando Ariel Minimal canta eso del huracán que no podés parar.

             

#50AñosDeRockArgentino - Demasiado precursores

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Los Beatniks nacieron en el verano de 1966. A mediados de ese año, Moris y Pajarito Zaguri registraron algunas de las canciones que habían musicalizado las madrugadas de Villa Gesell en el Juan Sebastián Bar.

“El 2 de junio de 1966, gracias a la incesante actividad de Pajarito, Los Beatniks entran a los estudios CBS y graban su único simple, con ‘No finjas más’ y ‘Rebelde’”, dice Marcelo Fernández Bitar en su Historia del Rock en Argentina. Grabaron con ayuda de músicos de jazz que habían conocido en La Cueva.

Desde entonces, el 2 de junio de 1966 se convirtió la fecha simbólica, el comienzo oficial de un movimiento que se gestaba lentamente desde principios de los sesenta.

“Rebelde” se diferenciaba en varios aspectos de las canciones que se habían compuesto en esos años de incipiente movida. Los Gatos Salvajes ya habían grabado, pero su música no terminaba de separarse del pop juvenil de la época encabezado por los integrantes del Club del Clan. “Rebelde” era distinta: osaba reconocer que no quería ser otro ladrillo en la pared.


“Rebelde me llama la gente / rebelde es mi corazón / soy libre y quieren hacerme / esclavo de una tradición”, es el primer verso, que pasó a la historia. En el excelente documental Argentina Beat (2006), de Hernán Gaffet, Moris recuerda que Los Beatniks hacían “canciones antimilitaristas, de amor libre”.

Después de la grabación, realizada en pocas horas, a Los Beatniks se les ocurrió promocionar las canciones “por intermedio del escándalo”, como recordó Zaguri en el documental de Gaffet.

“Vimos que la promoción era poca, entonces con Pajarito decidimos hacer escándalo”, le dijo Moris al periodista Ezequiel Abalos en el libro Rock de Acá. La banda se subió a una camioneta con sus instrumentos y carteles que celebraban la grabación de “Rebelde”. Recorrieron el centro de Buenos Aires en una movida de prensa inédita que terminó en una fuente frente al boliche Mau Mau con chicas con ropas mojadas que transparentaban más de lo que toleraban esos años de persecución moral. Años después, los Stones, AC/DC, U2 y Los Piojos, realizaron campañas similares pensadas por profesionales del marketing. Los Beatniks consiguieron ser tapa de los medios de la época, que hablaron de sexo, drogas y orgías en la ciudad y los calificaron como los “Beatles argentinos”. Luego, Moris y Pajarito pasaron tres días en la comisaría de Suipacha y Santa Fe.

El escándalo sirvió para atraer a los periodistas y para despertar a la CBS, que tras la repercusión mediática lanzó una verdadera campaña de promoción que incluyó publicidad y shows. Sin embargo, “Rebelde” no vendió demasiadas copias. “No era el momento. Fuimos demasiado precursores”, reflexionó Moris en el libro de Abalos. En el documental de Gaffet, reconoció que en esos años estaban “conscientes de estar creando algo en contra de la cultura del momento”. En la misma película, Zaguri, fallecido en 2013, aceptó su papel de precursor: “Fuimos los que pusimos la semilla. Ahora vos te podés pintar de verde y nadie te va a decir nada. Si no fuera por nosotros, no sucedería. Alguien lo tuvo que hacer por primera vez”.

                      

Fotos: Facebook Inés González Fraga

#50AñosDeRockArgentino

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Para celebrar los cincuenta años del rock argentino, armé un pequeño especial de canciones, historias, discos, libros y bandas que me parecen interesantes para destacar. Consta de seis partes: una breve historia de Los Beatniks, un compilado de cincuenta temas, otro de diez discos, una mirada sobre el rock de las provincias, una lista de diez libros y un pequeño texto sobre el rock actual.

Se trata de una mirada parcial y caprichosa que no pretende decir que acá están las cincuenta canciones infaltables o los mejores discos del rock local. Simplemente es la música que tenía ganas de escuchar, describir y compartir al momento de armar esto, que es, como todo lo que publico en el blog, una excusa para desarrollar y combinar dos pasiones: periodismo y rock. Más ñoño no se puede.

Espero que les guste.

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Litto Nebbia publicó en 2010 la excelente caja Una Celebración del Rock Argentino - Primera Generación 1963 - 73. A través de nueve discos, casi trescientos músicos de todas las épocas de la escena local versionaron canciones emblemáticas, hits, temas olvidados y perlas de culto. 

El proyecto fue una idea que Nebbia ya craneaba en 2006 y pudo concretar el año del Bicentenario, lo que motivó también una recordada presentación durante los festejos de ese mayo inolvidable, distinto al julio de 2016 macrista, lleno de represores y pedidos de disculpas a reyes cesantes

En 2010 yo conducía un programa de radio llamado Antes Que Nada que se transmitía de lunes a viernes de 21 a 23 horas por Radio Dinamo de la ciudad de Salta. Mi compañero era Tomás García Senin, que actualmente continúa en el mismo barco, pero en soledad (yo me bajé al año siguiente). Lo pueden escuchar de lunes a jueves de 21 a 22 horas por FM La Plaza

En diciembre de ese año hicimos un programa especial sobre Una Celebración del Rock Argentino. Durante dos horas escuchamos algunas de las canciones de los nueve discos y repasamos una extensa entrevista con Litto Nebbia que habíamos grabado unos meses antes. 

Les comparto el audio completo de esa noche. Espero que les guste. 


Como extra les dejo el documental sobre el box set. Fue dirigido por Miranda Nebbia, hija de Litto:

                 

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